Vuelve por sus fueros
El Azkena Rock recupera el terreno perdido - En sus 30 conciertos, 34.401 aficionados - Bolos gratuitos y el público participó más
Hace sólo dos años el Azkena Rock Festival amenazaba ruina. Redujo notablemente infraestructura, duración y oferta, y el número de espectadores se desplomó. Incluso se barajó llevar la muestra a otra ciudad. Pero el apoyo institucional, que este año cubre la cuarta parte de un presupuesto de 2,4 millones de euros, ha permitido contratar nuevamente cabezas de cartel atractivos, asentar el evento en Vitoria y recuperar público. Hasta 34.401 aficionados al rock, en su mayoría treintañeros y cuarentones, se acercaron desde el jueves hasta el sábado a Mendizabala para contemplar los 30 conciertos programados por su octava edición.
No se ha batido la marca de 2006, cuando el tirón de Pearl Jam consiguió sumar 44.000 espectadores, pero sí han acudido a taquilla 5.000 más que en septiembre de 2008. Y 18.000 más que hace dos años. Por eso la valoración de la organización es "muy positiva". "No creemos que sea un fracaso no llegar a las cifras de 2006. Pearl Jam arrastra un público mucho más heterogéneo que The Black Crowes o Alice Cooper, y no se nos puede escapar que este es un año complicado a nivel económico para todos. Eso puede tener también su influencia", concluye Ibai Villapun, responsable de comunicación del Azkena Rock, al analizar la versión de los organizadores.
"No es un fracaso no llegar a las cifras de 2006", asegura la organización
Nuevas cabezas de cartel han permitido asentar este festival en Vitoria
Al margen de las frías cifras, el festival ha ganado enteros con dos novedades. Ha potenciado realmente la participación del público en el espectáculo al permitirle tocar en el interior de un contenedor de 20 pies habilitado como pequeño escenario. Y ha procurado alternativas de ocio matinal al programar interesantes conciertos gratuitos en la plaza de la Virgen Blanca.
Además, pese a la flojera de bandas como The Zombies y Electric Eel Shock, no ha habido grandes decepciones bajo los focos, aunque sí hubo gran diferencia entre los cabezas de cartel. La actuación de Black Crowes, por otra parte, fue soberbia.
El grupo de los hermanos Chris y Rich Robinson, ampliado con dos coristas, apostó por las texturas soul de su segundo álbum, The Southern Harmony and Musical Companion, y por contentar a quienes consideran Shake your money maker, su estreno discográfico, su mejor entrega. Sin olvidar guiños sureños, ni la distorsión psicodélica que les procuró fama de hippies.
Mientras, Alice Cooper se limitó a cumplir. Arrancó a ritmo de rock and roll, una alegría para quienes sólo han escuchado sus éxitos de los años setenta, y terminó relegando la música a un segundo plano, para recrearse en una función en la que degolla a su esposa, mata martillazos a su bebé, es enfundado en una camisa de fuerza y termina ahorcado en público. Un espectáculo teatral ajeno a toda corrección política, y con el que este estandarte del shock rock trata de disimular las carencias de su repertorio.
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