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Crónica:Gran Premio de Francia
Crónica
Texto informativo con interpretación

Lorenzo prende fuego al Mundial

El español se impone, por delante de Melandri y Pedrosa, en una carrera de locos y recupera el liderato en Moto GP

Oriol Puigdemont

La paradoja es uno de los elementos que hacen del motociclismo una disciplina extraordinaria, intensa, viva y apasionante. Este deporte es capaz de provocar que sus protagonistas pasen de la depresión más absoluta al éxtasis más embriagador en sólo dos semanas.

Jorge Lorenzo y Valentino Rossi pueden dar fe de ello. Hace quince días, en el circuito de Jerez, los demonios se subieron a la moto del mallorquín, que se revolcó por la tierra y ni siquiera pudo ver cómo su compañero de equipo lograba su primera victoria de la temporada.

Sin embargo, los dos integrantes del equipo Yamaha se intercambiaron los papeles ayer, en Le Mans, donde Lorenzo consiguió su segunda victoria del curso y la tercera que acumula en MotoGP mientras que el italiano tuvo un día de perros, con caída (sexta vuelta) y penalización incluidas, y terminó el último por primera vez en su vida.

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Por todos los elementos excepcionales que hubo, la de ayer fue una carrera caótica, difícil de explicar para alguien que la vio delante de cinco pantallas y prácticamente imposible de descifrar para quienes estuvieron en las gradas.

Pero, de cualquier forma, la victoria de Lorenzo tiene un valor tremendo porque, además de permitirle recuperar la batuta del Mundial, es fruto de una estrategia sublime, algo que permite hacerse una idea de la madurez que está adquiriendo este motociclista.

A su espalda cruzaron la meta Marco Melandri (segundo) y Dani Pedrosa (tercero), que completó un final de carrera de traca y le levantó a Andrea Dovizioso once segundos en diez vueltas. El catalán tenía ganas de marcha y se le lanzó al cuello en una persecución a quemarropa que ofreció puntas de una deliciosa agresividad, no demasiado habitual en él.

Sobre un cemento que presentaba un estado descorazonador -ni lo suficientemente seco para poner gomas lisas ni lo bastante mojado para plantearse completar la carrera con las rayadas-, las primeras vueltas fueron de tanteo para casi todos.

No así para Lorenzo, que asumió el mando en cuanto Stoner y Pedrosa le abrieron el menor hueco (ya en la primera vuelta) y se largó a toda castaña, casi un segundo más rápido que ellos.

Mientras los demás hacían filigranas para no caerse, él circulaba ligero, como un disparo, confiado y tranquilo; puro vértigo sobre un espejo empapado.

A medida que las vueltas fueron cayendo, los motociclistas enfilaron los talleres para aparcar las motos calzadas con neumáticos específicos de agua y subirse a otras, equipadas con compuestos lisos. Lorenzo, a su bola, fue de los últimos en hacerlo (12ª vuelta) y todos esos giros que aguantó fueron los que, finalmente, le otorgaron la victoria.

Mientras sus rivales salieron y rodaron casi parados, a la espera de que los slicks (gomas lisas) cogieran temperatura y con ello ganaran adherencia, Giorgio rozó el límite, pero sin sobrepasarlo (aprendida la lección de Jerez).

Cuando entró a cambiar de máquina, la victoria sólo dependía de ejecutar bien la maniobra, salir a pista (13ª vuelta) y defender los siete segundos de ventaja que en ese momento tenía respecto a Marco Melandri, que había hecho el cambio seis vueltas antes y viajaba dos segundos más rápido con los neumáticos funcionando a tope. En dos giros (del 13º al 15º), Lorenzo estabilizó su ritmo y la amenaza de Melandri se esfumó.

Dos semanas después de que Rossi asumiera el control del Mundial, un joven de 22 años ha vuelto a prender fuego al campeonato y a dejarlo en un puño. Al igual que Lorenzo hizo en Jerez, Il Dottore pensará en utilizar la próxima carrera para irse arriba. La cita es dentro de otras dos semanas en el circuito de Mugello, territorio Rossi.

Jorge Lorenzo celebra la victoria en Le Mans.
Jorge Lorenzo celebra la victoria en Le Mans.AFP

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