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Reportaje:

Eterno Di Luca

El italiano gana la cuarta etapa del Giro y el sueco Lövkvist encara hoy como líder la primera cita con la montaña

Carlos Arribas

Los filósofos del ciclismo, que los hay, discuten estos días sobre onomásticas. Lloran, seducidos, enamorados, porque si antes la referencia a la hora de nombrar a las estrellas de la bici se buscaba en los mitos griegos, en los héroes que desafiaban a los dioses y a la gravedad, antes de caer, ahora, en estos tiempos de desencanto, se encuentra en la literatura criminal, materializada en las listas de seudónimos de la Operación Puerto. Acusan a la globalización, al poder del imperio.

Todo ha cambiado, dicen, y el Armstrong del regreso, el que abre la boca buscando oxígeno como un pez fuera del agua y cede finalmente cuando los demás arrean, podría darles la razón, pero se equivocan. Mientras el Giro sea Giro, siempre habrá una etapa con un final en cuesta en la que esprinten por la victoria Di Luca y Garzelli. Después de uno de los últimos casos de dopaje, un italiano recordaba un dicho de la zona: "Por mucho que cambie el mundo, siempre habrá una mujer embarazada de un imbécil". Podría añadir: "Y de un ciclista que repite en bucle perpetuo año tras año los gestos". Bien se puede retirar por viejo Bettini o bien pueden castigar a Rebellin, siempre habrá un Di Luca o un Garzelli para hacer lo mismo y lo mismo que ya habían hecho antes.

Armstrong da poca importancia a los 16 segundos perdidos en su primera subida

Y, de telón de fondo, siempre habrá un ciclista al que le roben la gloria en el último instante y un joven que enamore, uno que acabará formando parte del bucle, pero que, mientras tanto, permitirá que se pueda seguir suspirando. Papeles a la medida, este Giro, para Mauricio Soler y Thomas Lövkvist. Un colombiano valeroso y frágil, y un tallo sueco, calculador y calmado.

Soler, doliente y orgulloso, buscaba la victoria de etapa solamente. Atacó una vez, a cinco kilómetros de la llegada, una montaña tendida al norte de Trento que se subió en grupo a 26 kilómetros por hora, y Lövkvist, que hacía entonces de perro pastor del Columbia, que buscaba recuperar la maglia rosa, con dos pedaladas fáciles, hermosas, le devolvió al redil; volvió a atacar Soler a casi dos kilómetros: no conocía el terreno y se encontró con una pendiente mínima. Aun así, perseveró. Aguantó hasta la última curva, hasta que a 50 metros, el codo a codo de Di Luca y Garzelli le dejó paralizado. Soler, habitual de las caídas -debidas, según sus poco compasivos colegas, a su torpeza en el manejo de la bici-, llegaba magullado y quejoso. "Se me cruzó uno delante el lunes y me caí. Me duele mucho la muñeca. No podía frenar, pero el doctor me dio algo para el dolor y estoy muy bien. A ver cómo estoy mañana [por hoy]...".

Se refería Soler a lo que les espera hoy, lo que Di Luca definió como una etapa "verdadera", el primer final dolomítico, la llegada al Alpe di Siusi, que no es Huez, pero casi (10 kilómetros al 8%, parte final de una ascensión total de 25), en el que todos deberán desnudarse. Deberán hacerlo Sastre, Leipheimer y Menchov. Deberán desnudarse Simoni, Basso, Garzelli y Di Luca, quienes ayer ya se sentían presionados. Y Armstrong, quien dio poca importancia a los 16 segundos que perdió en su primera subida, y deberá hacerlo el chico en rosa, Lövkvist, que tiene la pinta de heredar el papel que otros años interpretaron Popovich, Andy Schleck, Cunego, Riccò y Contador, el del joven seductor hasta el final.

Cuarta etapa: 1. D. Di Luca (Ita./Lam.) 4h 15m 4s. 10. D. Arroyo (C. D'E.), m. t. General: 1. T. Lövkvist (Sue./Thr), 13h 5m 28s. 10. C. Sastre (Cér.), a 49s.

Di Luca celebra su victoria.
Di Luca celebra su victoria.AFP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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