Hungría hace aguas
Uno de los países europeos más afectados por la crisis toma medidas de choque para salir a flote
La crisis económica internacional ha desnudado todos los problemas económicos que Hungría ha venido arrastrando durante una década. La mayoría de los analistas concuerda en que el país es uno de los más afectados de Europa por el desplome financiero internacional. Y es que las malas noticias se suceden: colapso de su estructura productiva, de sus exportaciones y de su sistema financiero; inestabilidad política creciente y presión internacional para que se reduzcan el tamaño del Estado y el gasto público, precisamente cuando el resto de los países utiliza esta herramienta para reflotar sus economías.
En el caso de Hungría, las dificultades derivadas de esta crisis comenzaron mucho antes que en el resto de Europa. El segundo semestre del año pasado fue una de las primeras economías en pedir un crédito de emergencia. El FMI y la Unión Europea le concedieron una línea de crédito por 20.000 millones de dólares, con la condición de que el Ejecutivo no disparase el déficit público y que se mantuviera el límite del 3% exigido por la UE para países de la moneda única.
Es uno de los nuevos socios de la UE que menos ha crecido en los últimos años
Este salvavidas financiero sirvió para evitar la hecatombe, pero no mejoró sustancialmente la situación. Con el comienzo del año 2009, la crisis se ha agravado y los pronósticos son cada vez peores. Lo positivo es que estas últimas semanas se ha logrado despejar la incógnita política y el socialista Ferenc Gyurcsány ha dejado su puesto de jefe de Gobierno a su delfín, Gordon Bajnai, responsable de la cartera de Economía. El nombramiento no es casual y demuestra que el Ejecutivo tiene como principal tarea resolver la crisis.
La primera medida de Bajnai ha sido presentar un plan de severos ajustes en el gasto, una batería de modificaciones que es vista como el último salvavidas para encarrilar el país ante una posible recuperación a partir de 2011. Entre las principales propuestas se encuentra el alza del IVA del 20% al 25%, la congelación de las pensiones, el recorte de gastos en la Administración y la reducción de beneficios sociales y subsidios. Con este plan, el Ejecutivo espera ahorrar unos 1.300 millones de euros, el 1,5% de su PIB anual.
Mientras, las previsiones para este año indican que la caída del PIB será como mínimo del 6%, una opinión compartida por el Ejecutivo, el FMI y agencias como Standard & Poor's. No obstante, los más pesimistas, como el ex ministro de Economía Gyorgy Matolcsy, hablan de una recesión cercana al 10% acompañada de una tasa de paro que puede llegar al 15% de la población. Para 2009, las previsiones son menos trágicas y hablan de un retroceso del 1%. Cifras asumibles para sus socios europeos, pero no para Hungría, un país que tiene casi un 9% de población viviendo por debajo de la pobreza y una renta per cápita que sólo llega al 66% de la media europea.
La ex república comunista ha sido estos años uno de los países con menor crecimiento entre los nuevos socios de la Unión. La mayoría de sus socios de Europa del Este tenía hace una década un PIB cercano al 50% de la Unión Europea, y hoy, cinco años después de la primera adhesión al club comunitario, Hungría sólo llega al 61% de la media de la UE, con un crecimiento medio anual del 4,5%. En el lado opuesto se encuentran países como República Checa, que llega al 81% de esta media, y Eslovenia, que se acerca al 90%. Un crecimiento tardío que ahora pasa factura.
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