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Crónica:Final del Masters de Montecarlo
Crónica
Texto informativo con interpretación

"Rafa, eres increíble"

Djokovic se rinde ante Nadal, que no necesitó su mejor juego para hacerse con su quinto título seguido en Mónaco

La vacuna más exitosa del tenis se paga con telarañas en la raqueta. Rafael Nadal conquistó ayer su quinto Masters de Montecarlo consecutivo ante el serbio Novak Djokovic (6-3, 2-6 y 6-1). El drama del encuentro, las casi tres horas de partido, sus 12 roturas de servicio intercambiadas, incluso la estampa del serbio arrodillado, gritando contra la roja tierra y arrojando la raqueta al cielo, quedó resumido en 14 minutos y un solo juego. Ocurrió a principios del tercer set. Nadal servía contra una jauría. Djokovic era un tenista salvaje y rugiente, la cara de la marabunta. Tres bolas de break tuvo el serbio. Tres salvó Nadal, no se sabe muy bien cómo. Esas tres pelotas y el resto de estadísticas -24 errores no forzados, pobrísimo servicio, 11 bolas de break en contra- convirtieron la final en una radiografía reveladora del momento del español, que ya no sufre el virus de la tierra.

"Le falta un poco de confianza y su servicio ha sido increíblemente débil", dice Toni Nadal
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Ésta es la conclusión: el número uno ganó desde su cabeza, apoyado en su mentalidad ingobernable y en los errores no forzados de Djokovic (47). Nadal impuso su apetito y su deseo por encima de cualquier consideración técnica. Hubo un tiempo, allá por el verano de 2006, en el que el mallorquín se declaró oficialmente enfermo. Sufría, dijo, "el virus de la tierra". La enfermedad le incapacitaba para jugar con plenas garantías en Wimbledon, el templo de la hierba. Hoy, Nadal ha ganado ese torneo y el Abierto de Australia, sobre pista dura. Ayer se observó el precio de la vacuna. El hombre que recibió con gesto serio el trofeo, ése que disfruta sobre arcilla de las ventajas de toda una vida en esa harina, nunca había tardado tanto en adaptarse completamente al juego en tierra. Tampoco le favorecieron su mal día al saque, la pista lenta y apelmazada, un antídoto contra su bote alto, consecuencia todo ello de la humedad de la primavera monegasca. Sólo alguien como él, dispuesto a buscar la victoria por lo civil o lo militar, puede sobrevivir a semejantes circunstancias.

"He tenido un pelín de altibajos", reconoció el número uno. "En el tercer set, porque él estaba jugando mejor que yo y he salvado un par de bolas de suerte. Más feliz no puedo estar. No esperaba ganar aquí", continuó. "Es importantísimo empezar así [la gira de tierra batida]. Da mucha tranquilidad, pero no olvidemos que esto acaba de empezar". ¿Cómo explica su victoria? "La experiencia de los últimos años me da confianza cuando paso por situaciones difíciles. Sé que, si estoy ahí todo el tiempo, siempre tendré posibilidades". Esto dijo Toni Nadal, su técnico, nombrado ayer socio de honor del club de Montecarlo, según AFP: "Ha hecho un muy buen tercer set, pero es evidente que debe jugar mejor que aquí. Le falta un poco de confianza en su juego y se ha visto que su servicio era increíblemente débil. Bueno, era su primer torneo sobre tierra. Espero que la cosa vaya a mejor con más partidos. Sabemos que falta mucho trabajo de aquí a Roland Garros..., pero ha ganado".

Que un Nadal mejorable gane su quinto título consecutivo en Montecarlo, lo que nunca nadie había conseguido, llena de desasosiego a sus rivales. Andy Murray, número cuatro, derrotado en semifinales, le describió como un jugador "fantástico", "el mejor de todos los tiempos sobre tierra". Djokovic, número tres, como un tenista "increíble". Sus palabras no describen la verdadera naturaleza del dominio que ejerce el español sobre la élite. Es un destructor de carreras, un asesino de alternativas, la mano que reprime cualquier amago de revuelta contra su posición de privilegio.

Éstos son los datos. Hace justo un año, en la final de Montecarlo, Roger Federer perdió (7-5 y 7-5) contra Nadal tras dominar con break de ventaja por dos veces la primera manga y por 4-0 la segunda. Nunca volvió a ser el mismo. Djokovic tuvo dos oportunidades para arrebatarle el número dos. En las dos oportunidades sólo debía ganarle. Perdió en ambas. Murray, el peligro que viene, ya ha probado esa amarga medicina: derrotado en las semifinales de Montecarlo 2009, se une a la larga lista de damnificados. Nadal no depende de terceros para despejarse el camino. Él se encarga de ese trabajo. El tenis ya no vive tiempos democráticos, de triunfos repartidos. Es momento de dictadura. Ahí están las estadísticas de los enfrentamientos del número uno con los otros tres mejores: ha ganado seis de sus últimos siete partidos contra Djokovic. Se impuso en los cinco últimos ante Federer. Y domina con siete victorias de nueve a Murray. Hoy en día, Nadal marca el paso. Ayer, de puntillas. Mañana, cuando se adapte completamente a la tierra, quizás como un destructor con corazón caliente y cabeza fría.

Rafael Nadal ejecuta un saque durante la final de Montecarlo, ganada a Novak Djokovic.
Rafael Nadal ejecuta un saque durante la final de Montecarlo, ganada a Novak Djokovic.AP

Adiós a la carretera

La liturgia de los primeros años ha quedado rota. A las victorias de Rafael Nadal en Montecarlo les solía seguir el discurso del campeón agradeciendo la presencia de Alberto de Mónaco y sus prisas por marcharse con los suyos y por carretera hasta Barcelona. Ayer, no. El número uno, con las prisas de siempre, voló anoche para entrar hoy en contacto con el Trofeo Godó, quizás una de las elecciones más discutibles en su cargado calendario, al que el campeón se siente unido por motivos sentimentales e históricos. Es su club, la pista en la que vio ganar a alguno de los más grandes campeones y la sede en la que se materializa una estadística envidiable. Cuatro veces llegó Nadal a Barcelona coronado en Montecarlo. Las cuatro también ganó el torneo español, que este año dirige Albert Costa, también capitán del equipo español de la Copa Davis. Debutará el miércoles.

Hasta Roland Garros, que arrancará el 25 de mayo, Nadal tiene varias decisiones que tomar. En el Masters de Roma tiene la oportunidad de sumar todos los puntos que perdió el año pasado, cuando cayó derrotado en su primer encuentro contra Juan Carlos Ferrero, ante el que jugó disminuido por unas ampollas. Después, el calendario y las obligaciones contractuales a las que le somete la ATP, el organismo regidor del tenis, le deben llevar hasta el Masters de Madrid, que se disputará a partir del 10 de mayo. El entorno del

número uno ya se ha dirigido a la organización para solicitar la reserva de su habitación de hotel y las entradas que les corresponden a todos los participantes. Los más de 600 metros de altura a los que debe jugar en la capital, justo antes de Roland Garros, han hecho que el mallorquín reflexione sobre si el torneo se adapta o no a la preparación ideal para su asalto al quinto título en París.

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