El 'sudoku' japonés
El país asiático busca soluciones para sortear su peor crisis económica tras la Segunda Guerra Mundial
El Ejecutivo japonés busca encajar las piezas para intentar afrontar quizá la peor crisis económica de su historia reciente. Los datos son demoledores: una caída del 12,1% del PIB en términos anualizados durante el último trimestre de 2008, un desplome del 9,4% en la producción industrial en febrero y un retroceso del 49% en las exportaciones de los primeros meses del año. Un cuadro que ha llevado a la segunda economía del mundo a anunciar una refundación de su sistema, una verdadera revolución que por ahora ha tenido más impacto mediático que práctico.
Hace diez días, el primer ministro, Taro Aso, anunció la apuesta del Ejecutivo por un nuevo modelo de desarrollo basado en planes de eficiencia energética, mejora de prestaciones sociales a los mayores y refuerzo de la imagen exterior de Japón. Los objetivos del plan de inversión pública son crear cuatro millones de empleos y elevar el PIB un 25% al concluir el año 2020. Este plan será financiado por el cuarto paquete de estímulo fiscal en menos de un año, esta vez por valor de 150.000 millones de dólares. Las ayudas fiscales ya suman más del 5% del PIB.
El Ejecutivo confía en su nuevo plan de estímulo para salir de la recesión
El ambicioso plan ha sido acogido por los expertos con mesura, ya que las malas noticias que se acumulan son más fuertes que el optimismo gubernamental. El Banco de Japón reveló que la confianza empresarial registró entre enero y marzo la peor caída trimestral de su historia. Esta semana se ha conocido además que los precios mayoristas sufrieron en marzo el descenso anual más pronunciado desde 2002, lo que es un claro anticipo de que el consumo interno sigue en mínimos históricos.
Por si fuera poco, el promedio de gasto mensual de los hogares cayó en febrero un 3,5% y las ventas del sector automotriz -una de las principales industrias del país- se desplomaron un 32% en marzo, tras caer un 70% en febrero. Si las cosas siguen así, es casi seguro que Japón volverá a la deflación, el verdadero lastre de esta economía durante los años noventa y comienzos de esta década. El consumo interno demuestra de nuevo que no es capaz de tirar del carro de la economía japonesa a pesar de suponer el 55% del PIB.
Una coyuntura que le ha llevado a depender históricamente del comercio exterior y de la inversión privada. Con la crisis mundial se han desplomado sus envíos al extranjero, haciendo en extremo vulnerable su estructura económica. Frente a ello, el gasto público parece ser la única solución porque las estrategias de política monetaria parecen agotadas. El Banco Central de Japón mantiene los tipos más bajos del mundo, en un 0,1%, y pese a ello no ha logrado reactivar la confianza y el consumo. Tampoco resulta factible seguir inyectando liquidez al mercado cambiario, aunque incida en la cotización del yen frente al dólar.
Con todo, las previsiones gubernamentales hablan de una caída del 2% del PIB para este año fiscal que termina en 2010; la OCDE prefiere hablar de una del 6,6% para 2009. Las escasas esperanzas para corregir la situación están puestas en las ayudas estatales y el éxito del nuevo plan de estímulo del Ejecutivo; de ambos factores dependerá la velocidad con que el país sortee la crisis. Los expertos apuntan también a la recuperación de sus principales socios comerciales, China, EE UU y la UE, como factor importante de estímulo para que Japón deje los números rojos a partir de 2011. -
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