El Barça ametralla al Bayern
Messi, en dos ocasiones, Eto'o y Henry culminan una obra de arte frente al irreconocible cuadro de Múnich
El Barcelona ametralló al Bayern Múnich. El campeón alemán ardió como un coloso en llamas en el Camp Nou, un estadio estremecido por la excelsa actuación del equipo azulgrana, sublime técnicamente, perseverante incluso cuando se daba por descontada la victoria, especialmente futbolero en una noche de impacto mundial por el torneo, por el rival y por la ronda de cuartos. No hace distinciones el plantel de Guardiola, para el que no parece haber imposibles, fiable incluso en los envites más difíciles. Ayer se le pedía que acabara con la maldición del campeón alemán, invicto en sus duelos con el Barça. No sólo ganó sino que humilló a un rival irreconocible. Falto de orgullo y de grandeza, el Bayern Múnich aceptó la derrota con resignación, consciente de su inferioridad, desbordado por el entusiasta juego barcelonista, derrotado por vez primera en la presente Copa de Europa.
BARCELONA 4 - BAYERN MÚNICH 0
Barcelona: Valdés; Alves, Márquez, Piqué, Puyol; Xavi, Touré (Busquets, m. 81), Iniesta; Messi, Eto'o (Bojan, m. 89) y Henry (Keita, m. 74). No utilizados: Pinto; Cáceres, Gudjohnsen y Sylvinho.
Bayern Múnich: Butt; Oddo, Demichelis, Breno, Lell; Schwinsteiger, Van Bommel, Zé Roberto (Sosa, m. 77); Altintop (Ottl, m. 46), Ribéry; y Toni. No utilizados: Rensing; Podolski, Lahm, Borowski y Badstuber.
Goles: 1-0. M. 9. Messi, a pase de Eto'o. 2-0. M. 12. Eto'o, tras una asistencia de Messi. 3-0. M. 38. Messi remacha un centro de Henry. 4-0. M. 43. Henry, tras un rechace de Van Bommel.
Árbitro: Howard Webb (Inglaterra). Amonestó a Messi, Lell, Demichelis y Márquez. Expulsó con roja directa a Guardiola (m. 20).
93.219 espectadores en el Camp Nou.
Xavi e Iniesta tocaban a la velocidad de los desmarques de Henry, Eto'o y Messi
Los de Klinsmann son un equipo indefinido, ni una cosa ni otra, muy poco alemán
Por un día, los alemanes no fueron un mal enemigo sino que amenizaron el triunfo del Barça, superior colectiva e individualmente, tanto en los detalles como en el grueso de la contienda, siempre liderado por la figura de Messi, desequilibrante como goleador y pasador en un partido de máxima exigencia.. Los violinistas azulgrana dejaron sin sentido a los percusionistas del Bayern. Desde la destreza, los azulgrana jugaron con determinación y confianza, siempre muy juntos, alegres y al mismo tiempo responsables, siempre con un punto de fiebre para presionar como un solo bloque, inalcanzables para el adversario, superado desde que se cantó la alineación.
La formación de Klinsmann fue un síntoma evidente de la inestabilidad del Bayern, más que nada por el cambio de portero, y también de su preocupación por el Barça, sobre todo por la presencia de Lell en sustitución de Lahm para tomar a Messi y por la entrada de Altintop en la medular en lugar de un delantero como Podolski o Sosa. Recularon de salida los alemanes para replegarse en la divisoria al tiempo que avanzaban los azulgrana con Alves como volante para llenar mejor la línea de medios. El muro bávaro parecía impenetrable por poblado. Apariencia pura porque su zaga era inanimada, de cartón piedra, un futbolín.
Los interiores azulgrana afilaron las botas y su caudal de pases interiores rajó las espaldas de la defensa contraria en menos de un cuarto de hora. Tocaban Xavi e Iniesta de forma selectiva a la misma velocidad que Henry, Eto'o y Messi tiraban el desmarque para recibir en situación de enfrentar al portero en el mano a mano. Los remates se sucedían de forma tan selectiva como precisa. La velocidad física y mental barcelonista contrastaba con la fragilidad alemana. Marcó Messi y también Eto'o y a Henry se le negaron por muy poco dos goles. Afeitado por la ausencia de sus centrales titulares, el plantel de Klinsmann quedó diseminado en la cancha, atropellado en su propio campo.
El Bayern es hoy un equipo indefinido, ni una cosa ni otra, en cualquier caso muy poco alemán, falto de carácter y de defensa, retratado en Van Bommel, un jugador de acompañamiento convertido en circunstancial líder. Únicamente encontró auxilio en el árbitro cuando amonestó a Messi después de que Lell le pusiera la pierna en una jugada que pareció penalti. El colegiado encendió al campo con la amonestación al argentino por simular la caída. Hasta Guardiola acabó expulsado. El intervencionismo de Howard Webb desquició por momentos al Barcelona. No se dio por enterado el Bayern, que continuó paralizado, preparado para una nueva tunda antes del descanso.
Messi reapareció para juntarse ahora con Henry tras haberse asociado con Eto'o. El argentino punteó como un ariete un centro espléndido del francés y después el francés culminó una jugada de billar del argentino. Al Barça le había alcanzado con media parte para atropellar al Bayern: 4-0. No era fácil darle contenido al segundo tiempo con un marcador tan estruendoso y, sin embargo, los azulgrana continuaron jugando con grandeza, serios y fuertes en defensa, sin concesiones, tensos y hábiles en la medular e intervencionistas en la delantera. Desmontado, el Bayern ni siquiera pudo dejar un gol de recado como es su costumbre.
La actuación azulgrana fue tan continua e impecable que no merecía mancha, así que el partido se acabó con la misma liturgia y grandeza que empezó, con la hinchada disfrutando de sus futbolistas, celebrando una noche memorable, festejando un partido que refuerza la condición del Barça como equipo que mejor juega a fútbol. A excepción del imperial Márquez, que buscó una tarjeta a la carta para descansar en la vuelta, nadie reparó anoche en el partido del martes en Múnich. Imposible dejar de pensar en el encuentro de ayer en el Camp Nou. Al igual que Mohammad Alí, el Barça voló como una mariposa y picó como una abeja. Una obra de arte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.