Una solución dolorosa
¿Influir o tener liquidez? La cartera industrial plantea un dilema a las cajas
La intervención de Caja Castilla-La Mancha (CCM) por parte del Banco de España ha hecho saltar las alarmas sobre la salud de las cajas de ahorro. La crisis económica ha disparado la morosidad de unas instituciones que controlan la mitad del sistema financiero español. El volumen de créditos de dudosa recuperación de las cajas ha pasado en los últimos 12 meses de 8.600 millones de euros a 39.300 millones, principalmente por su exposición al sector inmobiliario.
Para reforzar su balance, los expertos creen que estas instituciones tienen diferentes alternativas, cada una con sus pros y sus contras. La salida más rápida es la inyección de capital público, algo que tendría que sufragar el contribuyente. Otra solución son las fusiones, operaciones que, como ha demostrado con la fallida unión entre Unicaja y CCM, se enfrentan a escollos no sólo económicos, sino también políticos. La tercera vía es la emisión de cuotas participativas, unas acciones sin derecho de voto que de momento sólo tiene la
Las participaciones de las cajas valen en Bolsa más de 24.000 millones
CAM. El problema de las cuotas es que el mercado primario está seco, y más para el sector financiero.
La última alternativa pasa por la venta de la cartera industrial. Es cierto que la caída de la renta variable ha recortado considerablemente el valor de las participaciones de las cajas (en muchos casos, las inversiones arrojan incluso minusvalías), pero no es menos cierto que la Bolsa se ha comportado durante la crisis como el mercado más líquido y rápido para vender un activo. El problema de esta opción, como reconocen los analistas de Crédit Suisse, es que las cajas se muestran muy reticentes a desprenderse de sus participaciones, incluso en las condiciones financieras más extremas, "debido a la influencia que estas inversiones les proporcionan en sectores estratégicos y en sus regiones de origen". Además, la presencia de las cajas en el capital de una compañía va más allá de participar en su gestión y beneficiarse de sus dividendos, ya que también suele incluir negocios financieros con la empresa.
Las cajas de ahorro tienen paquetes accionariales en compañías cotizadas con un valor de mercado superior a los 24.000 millones de euros, aproximadamente un 10% de la capitalización total de la Bolsa, y se concentran sobre todo en el sector energético. La principal cartera por valoración es la de La Caixa. La caja catalana está presente en el capital de
Telefónica, Repsol, Gas Natural y
Abertis, entre otras empresas. Le siguen las carteras de Bancaja,
BBK y Caja Madrid. Pero la aventura bursátil no es sólo de las grandes instituciones. La propia CCM tiene participaciones directas en Amper (8%) y Parquesol (13,3%). Además tiene inversiones en Ence,
Enagás, Tubacex y Vueling a través de Atalaya, una sociedad de inversión que comparte con otras instituciones.
La incursión bursátil de las cajas no es muy antigua, aunque sí muy rápida. El incremento de sus participaciones ha sido paralelo a la venta de la cartera industrial de los grandes bancos. El modelo económico que surgió con la transición creó fuertes vínculos entre banca y empresa. Como el sector financiero no estaba liberalizado, los bancos se vieron forzados a buscar alternativas para su negocio. Una de ellas era el crédito a empresas, y qué mejor que estar presente en su accionariado para, además, participar en la gestión. La cosa cambió hace poco más de una década, cuando caen los tipos de interés, se liberaliza el sector y los bancos empiezan a crecer en el exterior. Llegó el momento de las desinversiones para financiar la expansión internacional. Un claro ejemplo de este proceso es el Banco Santander, cuya cartera en 1999 estaba compuesta por 18 empresas y esta semana, tras la salida de Cepsa, tan sólo cuenta con Banesto y BME.
Mientras los bancos iniciaban la venta de sus participadas, las cajas de ahorro comenzaban la senda opuesta. En un entorno de bajos tipos de interés encontraron en la confección de carteras industriales una alternativa para complementar la rentabilidad de su negocio tradicional, además de tener un papel clave en el tejido industrial del área de influencia de la propia entidad.
La expansión internacional de las cajas (La Caixa sacó a Bolsa su holding de participadas -Criteria- para financiar su crecimiento exterior), el recrudecimiento de la morosidad y las nuevas normas de regulación de capital, que endurecen las exigencias de capital para las inversiones en empresas cotizadas y penalizan sus recursos propios, presiona a las entidades para vender sus acciones. De momento, éstas se resisten a vender sus joyas. Pero esta crisis ha dejado en evidencia que no hay nada imposible. -
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