EE UU y el mundo se necesitan
Barack Obama tiene ocasión de demostrar en su primera gran cumbre que es capaz de liderar la guerra contra la crisis
Preparación, popularidad y visión. Y preferiblemente, espíritu ganador. Son las cualidades que se espera aglutine el líder capaz de ponerse al frente de la guerra contra la crisis más grave de la historia reciente. Un perfil que muchos ven en Barack Obama. O al menos se espera del nuevo presidente de EE UU que tenga la capacidad de forjar un consenso global para combatir la recesión y transformar la arquitectura financiera.
"El mundo es uno", señalan desde la compañía de gestión de activos BlackRock. Por eso, dicen, se necesita una respuesta coordinada para cavar los cimientos de una recuperación en 2010. El reto es enorme, como el sentido de urgencia. Y en este ambiente de ansiedad, las miradas se dirigen hacia el estreno internacional de Obama. Su debut tiene lugar con el edificio del sistema financiero derrumbándose y la economía en un proceso de degradación que no se veía en seis décadas.
Para influir en la escena mundial debe poner en orden su propia casa
La recuperación de EE UU tiene un coste: 1,8 billones de déficit (11,9% del PIB)
Recuperar el crecimiento, opina el presidente, es cuestión de todos
Se trata de evitar que los roces entre países den aire al proteccionismo
La cita de Londres, según los analistas, debería servir para empezar a crear un nuevo orden financiero global. La reunión previa en Washington duró apenas un día, y el entonces representante de EE UU, George W. Bush, parecía pensar más en la jubilación en su rancho de Tejas. Barack Obama, que se mantuvo en la distancia, tendrá ahora la oportunidad de hacer que se sienta su presencia y mostrar su papel en la escena global.
Por eso algunos observadores consideran que el G-20 será una ocasión para empezar a limpiar la imagen de EE UU y una prueba para medir su hegemonía. La Casa Blanca ya ve indicaciones de que el cambio de política introducido por Obama está empezando a restaurar la confianza internacional. Pero apenas lleva 75 días en el cargo, y para poder influir en la escena internacional deberá poner antes en orden su propia casa.
La economía estadounidense es un castillo de naipes. La recesión arrancó en diciembre de 2007 con el colapso del sector hipotecario y llegó a su punto álgido un año después, con una contracción del 6,3% (anualizada) en el cuatro trimestre de 2008, la peor en más de un cuarto de siglo. La tasa de crecimiento para el conjunto del año fue del 1,1%, la más lenta desde 2001, y se espera que caiga un 1,5% en 2009 por la depresión del consumo y la inversión.
La recesión se ha llevado por delante 4,4 millones de empleos no agrícolas, la mitad de ellos coincidiendo con la espiral en el sector financiero. Es un ritmo de degradación que no se veía desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La tasa de paro se disparó en febrero al 8,1%, la peor desde la recesión de los años ochenta, y el total de desempleados asciende a 12,5 millones.
Obama se presenta como el hombre adecuado para sacar a EE UU de esta precaria situación. Y para ello está actuando por tres vías. El primer pilar es un programa de estímulo a la economía de 787.000 millones de dólares, con el que se busca convertir al Gobierno en un catalizador del crecimiento y del empleo. Las inversiones en infraestructuras, energía, salud y educación aseguran que habrá más gente ocupada. Y estos sectores, a su vez, crearán más puestos de trabajo a su alrededor.
El segundo pilar pasa por estabilizar el mercado inmobiliario, levantando un muro frente a los desahucios y frenando la caída del valor de la vivienda.
El tercero, supone estabilizar el sistema financiero, lanzando un mecanismo para limpiar los balances de los bancos, sacando hasta un billón de dólares en activos tóxicos, y abaratando el crédito a consumidores y empresas. Al tiempo, Obama se dispone a endurecer la regulación del sector y a aumentar la vigilancia para tapar los agujeros que han dado lugar a la actual crisis financiera. Sus planes incluyen someter a supervisión por primera vez a los grandes fondos especulativos, las firmas de capital riesgo y los complejos derivados que se negocian fuera de los mercados organizados.
Todo esto tiene un coste: 1,8 billones de déficit para este año (11,9% del PIB) y una deuda pública que asciende a 11 billones (73% del PIB), lo que, repartido entre la población, tocaría a 36.000 dólares por ciudadano. La proyección es que la deuda ascienda a 16,2 billones en 2012.
Es un agujero que preocupa a los inversores extranjeros, como China, principal acreedor de EE UU, y que resta soporte al dólar como moneda de reserva. Timothy Geithner, secretario del Tesoro, responde diciendo que se están adoptando políticas para mejorar los elementos fundamentales a largo plazo de la economía de EE UU. Y reitera que cuando se salga de la recesión, se hará lo posible por equilibrar las cuentas públicas a un nivel sostenible.
Austan Goolsbee, miembro del equipo económico de la Casa Blanca, explica que la acción no puede concentrarse en un solo frente y esperar que los restantes se arreglen por sí solos. Hay que lidiar con todos los problemas a la vez, dice, y ser dinámicos movilizando todos los recursos del Gobierno. "Puedes necesitar una operación en la rodilla. Pero se deben reforzar a la vez los músculos; si no, andarás cojo toda la vida", remacha.
Barack Obama no oculta que EE UU es en parte culpable de la situación caótica a la que hace frente la economía global, que tiene su origen en el colapso del mercado inmobiliario y su impacto en el sector financiero. Pero considera que es el momento de "trabajar juntos" para recuperar un crecimiento sostenido, algo que, dice, sólo puede lograrse con unos mercados estables y abiertos.
El presidente viaja a Londres con tres asuntos prioritarios en cartera para reactivar la actividad económica a escala global. Primero, conseguir que se adopten nuevos estímulos fiscales para abrir una vía rápida al crecimiento. Segundo, reforzar las reglas del sistema financiero para hacerlo más estable y mejor capacitado para hacer frente a casos como los de la aseguradora AIG. Y tercero, dar un impulso al comercio internacional.
Washington ve todo ello como un proceso único, y por eso cree que las medidas adoptadas para estimular el crecimiento deben ser "robustas" y mantenerse "hasta que se restaure la demanda". Y por eso insiste en que es demasiado pronto para cerrar el grifo y advierte que la recuperación no se logrará con esfuerzos aislados de los diferentes países o acciones a medias. "Ningún país es capaz de hacerlo solo", remacha Goolsbe.
Más reticente a seguir gastando, Europa quiere que la carga se dirija hacia un control mayor del sistema financiero. EE UU está de acuerdo en que se aproveche la cita para meter mano a su arquitectura y crear así un sistema más estable, que sea capaz de lidiar con eventos similares en el futuro. Un proceso en el que todos los reguladores deben estar en la misma onda para evitar que las soluciones de unos creen vulnerabilidades en el sistema.
El estancamiento global ha provocado que las exportaciones de EE UU cayeran un 16,4% en un año, situación que no se veía desde comienzos de 1970 y que priva a la economía del amortiguador que tenía frente al colapso del mercado inmobiliario. Las importaciones se han desplomado aún más, lo cual tiene un aspecto positivo: el déficit comercial cayó un 39,1% y se coloca a un nivel que no se veía en seis años. El agujero en la balanza de pagos también se redujo, al 3,7% del PIB en el cuatro trimestre, frente al 5% del tercero.
"Unas exportaciones fuertes son la base sólida para una expansión sostenida", afirma el principal asesor económico del presidente, Larry Summers. Para conseguir que los productos estadounidenses se vendan en el extranjero, la estrategia de Obama busca que se incentive la demanda global y asegurar que los países emergentes dispongan de financiación adecuada de las instituciones multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional.
Se trata, en definitiva, de evitar que la crisis y los roces entre países den aire al proteccionismo. Con esta actitud de liderazgo, de mano tendida y persistencia afronta la reunión del G-20. Pero en Washington se es consciente de que EE UU no será capaz de revitalizar el crecimiento mundial si actúa aislado. Y todo lo que se haga será más efectivo si cuenta con el apoyo del resto. "Una economía estadounidense fuerte ayudará al resto, por eso esperan nuestro éxito", dice Obama.
El temor de la Casa Blanca es que continúe el deterioro global, y eso obligue a dar un paso atrás en lo hecho hasta ahora para salir de la crisis. Para los economistas del fondo Pimco, uno de los que se postulan para el proceso de descontaminación de los bancos, la clave para el repunte de EE UU y del conjunto del planeta pasa por alcanzar una "solución creíble" a la crisis financiera. "Si se recupera del ataque de corazón, el resto del cuerpo lo hará también".
Los observadores de Height Analytics consideran que el hecho de que EE UU vaya al G-20 con un plan para salir de la crisis y evitar el proteccionismo es positivo. Desde BGR Group no son tan optimistas, porque ven de poca utilidad que los líderes se sienten alrededor de una mesa en la que cada uno pone por delante sus intereses. Es más, consideran que lo importante estratégicamente de este primer viaje a Europa es lo que haga en Turquía.
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