A remojo en 17 etapas
Coquetos balnearios y cafés aguardan en la ciudad alemana. Y al otro lado del río Oos, el museo proyectado por Richard Meier, su prestigiosa ópera o el casino donde Dostoievski concibió 'El jugador'
Después de un culebreo sin fin, la carretera de la Selva Negra, Schwarzwaldhochstrasse para los amigos, penetra en el centro de Baden-Baden, la ciudad de las aguas termales.
10.00
Cual pajarico desplumado, salgo del vestuario en cueros, sin toallas, sin reloj, sin chanclas. En tal humilde condición sólo queda dejarse llevar por la corriente. Ya lo dijo Mark Twain, que se vio en las mismas: "En diez minutos te olvidas del tiempo; en veinte, del mundo". Siento disentir, yo antes me olvidé del mundo. Friedrichsbad
Desnudo por Friedrichsbad
(1) (www.carasana.de; 0049 72 21 27 59 20. Abre todos los días, de 9.00 a 22.00. Entrada, 21 euros) es un balneario monumental construido 133 años atrás para alivio de los ricos y nobles de Baden-Baden; hoy éstos prefieren refugiarse en los vapores de los hoteles de lujo, y es el pueblo llano quien acude a Friedrichsbad, donde la desnudez es mixta y obligatoria.
Un señor de blanco te extiende una toalla al salir de la ducha, te secas y al cesto. Es la primera de las 17 etapas del circuito de aguas. El siguiente es un cuarto con hamacas de madera donde respiras aire a 54 grados mientras contemplas la azulejería original de flores, fuentes y aves. En el siguiente paso ya no es aire caliente, sino vapor a 48 grados. Otro hombre de blanco te extiende un reposanalgas para evitar quemaduras ahí. En cada etapa, un cartel en inglés y alemán explica las propiedades del agua, su temperatura, el tiempo recomendable y, sobre todo, avisa de que hay que guardar silencio. No hay ventanas, no hay luz natural. El ambiente es impersonal, casi sepulcral.
El recinto 11 es de mármoles con tonos amarillos. En las esquinas vigilan tres Venus y un David. Dos vejetes se cuentan cosas en la oreja, en una escena propia de Yo, Claudio. La llegada de tres japoneses interrumpe la ficción. La anatomía de los asiáticos cumple sobradamente con su leyenda. Es un muestreo, y por sólo tres miembros no conviene sacar conclusiones que pueden provocar una guerra de civilizaciones.
La cúpula es el centro del balneario, donde se juntan hombres y mujeres. Coincidimos siete personas que, furtivamente, observamos la lozanía de los otros. Son segundos, porque el agua a 18 grados invita a salir a buscar piscinas más calientes. Las chicas regresan a su zona y los chicos a la suya si es día de apartheid (domingos y festivos es totum revolutum). Un empleado me prohíbe seguir. Me he saltado la casilla 14, lo cual implica que he ido chorreando agua por la etapa 15, que es donde te escancias crema hidratante a tutiplén. Las consecuencias son catastróficas a juzgar por su jeta. De mala gana, pasa un mocho para secar mis húmedas huellas. Solventado el crimen y superado con éxito la fase de hidratación, salto a la casilla 16. Me adentro en una habitación en penumbra con un montón de camillas. Un empleado me ordena que me estire en una de ellas con los brazos pegados al cuerpo. Con una sábana y una manta me amortaja y se va. El silencio es absoluto, incluso inquietante para un urbanita. No puedo mover los brazos, no puedo mover los pies, así que resisto el silencio hasta que la ansiedad va cediendo a un relax sin fin. Salgo como nuevo.
12.30
Limpio, suave y eufórico, paso a los baños de Caracalla (2)
El jolgorio de Caracalla
(www.carasana.de; 0049 72 21 27 59 40. Abre todos los días, de 8.00 a 22.00. Entrada, 13 euros), 50 metros más allá. El nombre del emperador que descubrió las aguas del lugar invita a la confusión. Caracalla es una instalación moderna, tipo parque temático. Frente al recogimiento de Friedrichsbad, Caracalla está tomada por un centenar de personas -jóvenes y familias con niños-, afortunadamente con bañador. Es una gran piscina con chorretes, burbujas y una especie de túnel de lavado para acceder a la alberca exterior. Bañarse calentito en el exterior, con temperaturas bajo cero, es un plus que el otro balneario no tiene, pero a costa de la tranquilidad. El jolgorio general invita más al recreo que al relax. Demasiado lío.
13.30
La hora y la tensión por los suelos invitan a comer. Y la tentación de los escaparates de las confiterías es irresistible. La tarta Selva Negra del café Beeg
De escaparates por plaza Leopoldo
(3) (Gernsbacherstrasse, 44-46. Abre todos los días, de 8.30 a 18.30) aporta calorías suficientes para patear la coqueta zona comercial de la plaza Leopoldo (4) antes de atravesar el río: Baden-Baden se parte por el Oos. En la margen derecha, tiendas chic, tartas, balnearios, hoteles... El culto al michelín en su amplia extensión. La margen izquierda cultiva el espíritu: la alameda Lichtentaler (5), el museo de arte contemporáneo, el centro de información turística (6) (www.baden-baden.de/es), la ópera... Cierto, esta división chirría con la vecindad del Casino (7) (Inselstrasse, 4. www.casino-baden-baden.de; 0049 722 13 02 46 90), pero si se tiene en cuenta que Dostoievski escribió El jugador mientras se dejaba la pasta, el concepto espiritual de la orilla izquierda cuadra.
16.00
A finales del siglo XX, la selecta Baden-Baden se reinventó sin romper su encanto. A las aguas, los parques y su vecina Selva Negra le añadió en 1990 un aeropuerto; en 1998, una ópera impresionante, y en 2004, un museo (8) (Lichtentaler Allee 8 b. www.sammlung-frieder-burda.de; 0049 072 21 39 89 80. Abre de martes a domingo, de 10.00 a 18.00. Entrada, 9 euros) que el estadounidense Richard Meier creó en la orilla del río en forma de cubo blanco y cristalino (una copia descarada del MACBA de Barcelona, también proyectado por él, aunque, en este caso, mejor integrado en el paisaje). Un espacio para exponer picassos, pollocks o rothkos del coleccionista Frieder Burda, que da nombre al museo.
El Museo Frieder Burda
Siguiendo el río se llega al Festspielhaus (9) (www.festspielhaus.de. Reservas: 0049 07 22 13 01 31 01), antigua estación de tren reconvertida en una de las grandes óperas europeas, por capacidad y programación. Algo extraordinario en una ciudad de 54.000 habitantes. Lleno hasta la bandera para ver y oír en El caballero de la rosa a Jonas Kaufmann, Renée Fleming y Christian Thielmann. Algo así como una final Brasil-España, o como si José Tomás se reuniera en Las Ventas con seis victorinos. El precio está en consonancia: 230 euros. Y es que todo se mantiene sin subvenciones públicas.
18.00
Un año es un año y optamos por hacer saltar la banca (cosa que tampoco es difícil en los tiempos que corren) cenando en el Brenner's
Ópera en el Festspielhaus
(10) (0049 072 21 90 00; www.brenners.com), entre velas y un ambiente propio de la belle époque. Una buena despedida y tratamiento de choque antes de coger un vuelo barato de regreso. Porque, la verdad, tiene su morbo visitar este rincón high class con un vuelo low cost (Ryanair vuela desde Valencia, Alicante y Girona, y TUIfly, desde Fuerteventura, Lanzarote, Las Palmas, Málaga, Palma de Mallorca y Tenerife-Sur), si uno está dispuesto a someterse a las estrictas normas del funcionario. Porque en el aeropuerto de Baden-Baden, el personal es borde-borde.
23.00
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