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Reportaje:

Armstrong es de carne y hueso

Algunos corredores de la Vuelta a Castilla y León vieron al tejano torpe sobre la bicicleta

Carlos Arribas

Desaparecida la estupefacción, el mundo celebró el descubrimiento de la inesperada vulnerabilidad de Lance Armstrong con un derroche de información acorde a la importancia de la noticia. Palencia, la bella desconocida, se convirtió, como los palentinos observaron divertidos vía CNN Live, en parte del imaginario colectivo de Estados Unidos, un remoto punto del mapa que cobraba significado.

Superada la humillación propia de quien se ve de repente con el culo en el suelo y la mano en una clavícula rota, asimilada la sesión de humildad consistente en aceptar finalmente la necesidad de un analgésico para el dolor insoportable, Armstrong asumió su nueva condición -un ser de carne y hueso, no un hombre biónico como hacían suponer aquellos tremendos porrazos subiendo Luz Ardiden en el Tour de 2003, primero cayendo con Iban Mayo, después golpeando su entrepierna contra la barra de la bicicleta: los golpes contribuyeron a multiplicar sus fuerzas acorde al subidón de adrenalina-, tomándose un buen tinto -un Tignanello 2005, sangiovese de Toscana a 60 euros la botella- en la casa madrileña de su director, Johan Bruyneel, con un poquito de queso. "¡Estoy vivo!", anunció a sus fieles tecleando con dificultad un twitter; "¡cómo duele!".

Estaba nervioso, como temeroso de caerse, y frecuentemente mal colocado, explican
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Después, ayer por la mañana, tomó un avión en Barajas rumbo a Austin con escala en Nueva York. En la ciudad tejana, la suya, se operará de inmediato en su deseo de volver cuanto antes a la bicicleta, en su innegociable necesidad de correr en mayo el Giro.

El pelotón envió con cortesía y educación su lamento por el accidente del ciclista que les permitió a todos ser por un día el centro de atención mundial, debatió en su seno el sino del heptacampeón del Tour, escuchó la opinión de los sabios y concluyó que Armstrong es muy bueno, pero está demasiado nervioso.

No lo dijo Levi Leipheimer, el tercer hombre del Astana, que ganó la contrarreloj de Palencia -28 kilómetros que dieron un aperitivo de lo que pude ser el Tour-, ni lo dijo Alberto Contador, que sólo al final, cuando el viento cambió de orientación y empezó a soplar de cara, cedió la victoria por 16 segundos al mismo hombre al que cedió el bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín. Ambos le brindaron el éxito del equipo, como se lo brindó Bruyneel, que, en un alarde de ubicuidad, en pocas horas fue capaz de dejar a Armstrong en Barajas y de seguir con el coche a sus dos pupilos. Se congratuló del triunfo del californiano y alabó al de Pinto: "Ya lo demostró en la París-Niza y lo ha confirmado aquí. Alberto ya es de los mejores contrarreloj, si no el mejor. Se equivoca quien le vea aún como un escalador que va a perder minutos en el llano".

Lo de los nervios de Armstrong -37 años para 38, casi cuatro sin convivir cotidianamente entre los ruidos, los manillares y los chirridos de los frenos de 100 ciclistas alrededor; padre de tres hijos, en espera del cuarto; amigo de artistas y cantantes tan interesantes como Ben Harper- lo dijeron ciclistas anónimos, secundarios de la Vuelta a Castilla y León, que le descubrieron sorprendentemente torpe con la bicicleta, como quien piensa demasiado y teme caerse, y frecuentemente mal colocado. Lo corroboró su compañero Chechu Rubiera, quien explicó que Armstrong prefería ir en lo que los ciclistas llaman zona de seguridad, en los bordes del pelotón, donde más aire tragan, antes que en el centro, donde se viaja arropado.

Álvaro Pino, viejo ex corredor, añadió que con la ausencia se pierden las sensaciones. "Un ciclista corre de oído y reacciona consecuentemente", dijo; "si pierdes el feeling, reaccionas exageradamente ante cualquier estímulo y clavas los frenos a la menor ocasión". Y Miguel Indurain, otro que nunca se cayó en sus años de esplendor, lo abrochó: "Cuando estás bien, libras las situaciones peligrosas a base de fuerza, pero a veces no puedes salir porque no la tienes. Éste es un deporte de riesgo y ahora le ha tocado a Armstrong".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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