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Reportaje:

Experto en situaciones adversas

Nadal marca diferencias al sacar el máximo rendimiento pese al viento o sus días de mal juego

El campeón tiene el peluche de un koala en la mano y su entrenador llora. Rafael Nadal acaba de ganar el Abierto de Australia y esa victoria significa muchas más cosas que el trofeo para el número uno del tenis y su familia. La copa certifica dos realidades. Primera. Nadal no conoce barreras, no sufre sobre cemento y es un jugador con posibilidades infinitas sobre pista dura, como demostró de nuevo su arrollador triunfo por 6-1 y 6-2 sobre el británico Andy Murray el domingo en la final del Masters de Indian Wells. Segunda. El español doma las contrariedades. En Australia se corona campeón tras jugar más de nueve horas en dos días y medio. En Benidorm, durante la Copa Davis, ve cómo Novak Djokovic, de Serbia, se niega a entrenarse por el viento mientras que él se emplea durante hora y media, machacón, monocorde y repetitivo en golpeos alienantes con David Ferrer y el rugiente huracán como compañía. Y el domingo, de nuevo entre el vendaval, triunfa. Es la victoria de un tipo testarudo.

"Parecía que para él no había vendaval y para Murray sí", dice su equipo técnico
"Sé hacer más cosas que antes, cuando debía correr por todas partes", afirma Nadal

"No hay nadie que supere mejor las situaciones adversas que Rafael", explica por teléfono Francis Roig, el técnico que acompañó a Nadal en Indian Wells. "Es en lo que marca diferencias. Rafael es un fenómeno cuando toca jugar con viento, cuando no está jugando todo lo bien que él querría... A partir de lo que tiene, siempre saca el máximo rendimiento", continúa; "el tema mental con Rafa, y más a principio de temporada, no hace falta prepararlo. Es un fenómeno. Sabía que con el viento tenía que moverse mucho, tirar con margen, y acabó jugando un partido muy inteligente. Parecía que para él no había vendaval y que para Murray sí. Básicamente, fue un tema de movilidad. Sabía que no debía estar clavado. Antes del partido, hablamos de que estábamos en una final, de que nos jugábamos toda la semana y de que había que estar positivo hubiera viento o no".

La mentalidad de hierro de Nadal se ha cocido sobre roja tierra, forjada con el fuego de los fajadores y el sufrimiento de las victorias conquistadas sobre arcilla. Luego, se ha sumado su capacidad de sufrimiento y un nivel de autoexigencia inigualable que le han hecho medir cada dificultad como un objetivo superable. Basta con remitirse al torneo de Indian Wells, cuando el sorteo le depara un doble enfrentamiento contra la legión argentina. Nadal derrota a Del Potro, el número siete del mundo, y, lejos de irse a celebrarlo, se marcha a sacar durante una hora para afinar su servicio. Antes, vive una jornada de martirio. David Nalbandian, un tenista incendiario, se procura cinco bolas de partido. Nadal las supera, cierra el encuentro de madrugada y luego escucha la felicitación de su técnico, además de, probablemente, algo más profundo. Una crítica.

"Rafael jugó ese partido bastante mal", explica Toni Nadal por teléfono; "estuvo muy mal en el primer set. Flojo en el segundo. Y entonces... Nalbandian colaboró". Hoy, sin embargo, es un tenista inmerso en una dinámica tan positiva -cuatro torneos disputados en 2009, dos victorias, una final y unos cuartos de final- que se enfrenta a las contrariedades como quien se encuentra con un amigo. "Quizás acepté las condiciones un poco mejor que Murray", dijo el mallorquín sobre el viento, que no impidió que ganara su masters número trece, a uno de Roger Federer y cuatro de los 17 de Andre Agassi, el que más títulos tiene de esa categoría.

"Sé hacer más cosas que antes, tengo más opciones", analizó el español tras su triunfo; "antes, debía correr por todas partes para ganar un partido". Ya no. Al fondo de su temporada, pasados Roland Garros y Wimbledon, aparece el Abierto de Estados Unidos. Es en Nueva York y Nadal se cita con el destino: si vence, habrá conquistado el Golden Slam, los cuatro torneos grandes y el oro olímpico. Sólo Agassi y Steffi Graff lo han conseguido. El dato pone en perspectiva su currículo. Con 22 años, Nadal tiene el resto de su carrera para igualarlos.

Es el gran éxito de un tenista que ya es hipercompetitivo en pista dura, el jugador que más partidos ganó sobre esa superficie en 2008. Por eso, recién conquistado el Abierto de Australia, a Toni Nadal se le escapaban unas lagrimillas recordando las voces de los expertos que decían que su sobrino nunca ganaría un grande sobre pista dura; que su carrera estaba en peligro por las lesiones; que las tendinitis, las rodillas, le impedirían ser alguien fuera de la tierra batida.

"Los que decían eso no han mirado sus números", dice ahora el técnico; "la gente habla sin aplicar la estadística. Rafael, con los resultados que tiene en pista dura, muy malo no puede ser. Que no se le considere uno de los posibles ganadores cuando juega un torneo de pista dura es bestial. El máximo favorito, no, claro. ¡Pero no está a años luz de los demás!".

Rafael Nadal celebra su victoria sobre Andy Murray en el Masters de Indian Wells.
Rafael Nadal celebra su victoria sobre Andy Murray en el Masters de Indian Wells.AFP

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