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Análisis:Cosa de dos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Televisión

Hasta los espíritus más arcaicos y temerosos, los que utilizaban diccionarios y enciclopedias no ya en búsqueda de información sino como un amoroso y fetichista ritual, los convencidos de que las cosas que merecen la pena casi siempre ocurren en la calle, están descubriendo que no se puede ni se debe vivir sin Internet, que este irremplazable signo de los tiempos puede hacer muy grata la soledad, que puedes sentir algo cercano a la plenitud sin moverte de tu casa. Y esa masiva certidumbre ajena a veces me despierta la tentación de abandonar mi caverna, comprar un ordenador y aprender a manejarlo, entretenerme y comunicarme con el lenguaje del presente.

Pero sigo resistiendo en una Numancia cada vez más vulnerable. Me doy ánimos cuando certifico con absoluta naturalidad que mi existencia no precisa de la televisión, algo imprescindible por costumbre, necesidad o placer en la existencia de la mayoría de la gente, su forma de comunicarse con la realidad de ver el mundo.

Hay muy pocas cosas que me gusten o que precise de ella. Aquí y en cualquier parte del universo. Soy inmune al acto reflejo de encenderla al entrar en mi casa o en largas estancias en hoteles cuando estoy fuera de España. Y cuando lo hago casi siempre es descorazonador, una compañía indeseable.

Imagino que si viviera en Estados Unidos estar conectado permanentemente a ese templo de la inteligencia llamado HBO supondría un oasis. Aquí, me llevo bien con ella cuando observo la fuerza y la claridad expresiva de los editoriales de Gabilondo, algunos partidos de fútbol (aunque el placer de ir al estadio sea insustituible), los modélicos reportajes de Jon Sistiaga, Vicente Romero y Michael Robinson, los Simpson, los brillantes monólogos de Buenafuente, el ingenio y la gracia ancestral de Wyoming, algún documental sorprendente que pillo en las digitales y en La 2. Y poco más. Mi única adicción hacia ese mueble es que gracias a él veo en DVD las películas y las series que me enamoran, sin publicidad, con las pausas que yo impongo y no a las que me obliga el mercado.

Y cierran los cines, las pequeñas tiendas de discos, las librerías de barrio. El escalofrío aumenta.

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