Irreverentes con cita para el reumatólogo
Def con Dos reabren La Riviera con una descarga de rock anacrónico
Quiso la magnánima autoridad municipal que La Riviera pudiese reabrir sus puertas a la música en directo después de cuatro meses de reformas varias y choteo con las licencias. Y quiso la mala suerte que el reestreno de la sala no coincidiera con un concierto de más estatura que éste de Def con Dos, grupo anacrónico donde los haya, responsable de una avalancha de alegatos antisistema que, si ya nunca tuvieron mucha sustancia, hoy sólo inducen al bostezo. Dos décadas se antojan demasiados años para seguir aguantando el mismo chiste.
Pensará César Strawberry que un cuarentón de barba entrecana bien puede alternar las monsergas anarcosindicalistas con las revisiones periódicas en la consulta del reumatólogo. Algún amigo debería animarle a que aproveche un poco mejor el tiempo. Lo de tocar las narices puede ser un ejercicio saludabilísimo, pero hasta para estas cosas se necesita un poco de clase. Y no, no es el caso.
Algunos no descubrirán más que una soporífera redundancia
Pareció hace ahora 10 años que los DCD colgaban las botas (y las viseritas), una decisión sensata tras toda una década repitiendo la misma murga. Al final, vanitas vanitatis, alguien debió persuadirles de que seguían siendo unos muchachos provocadores, irreverentes y, sobre todo, muy, pero que muy ingeniosos. Y ahí los tienen, entregando ya su disco número ocho, al que han adjudicado el inequívoco título de Hipotécate tú. No han dejado, claro, ni una sola brocha gorda en las estanterías del Leroy Merlín.
El tema central sirvió para abrir una prolongada avalancha de decibelios, recurso socorrido a falta de cualquier otra señal de agudeza. El argumento tiene mucha chispa: en vez de entramparte con una hipoteca, colega, haz lo posible por acabar en la cárcel; allá podrás vivir como dios y con los gastos pagados. Si a estas alturas aún no se están retorciendo de la risa, Strawberry y sus dos raperos asociados (Juanito Sangre y Peón Kurtz) se llevarán un disgusto muy serio. Y hasta puede que les confundan con unos pobres burgueses amuermados.
La culpa no fue tanto de Yoko Ono como de Álex de la Iglesia. El realizador bilbaíno les rió las gracias en dos ocasiones consecutivas, Acción mutante y El día de la bestia, y los Def se creyeron que su apostolado era de largo recorrido. Claro que la nadería tiene una vigencia limitada: tres lustros después de aquellas películas, los fieles que aún jalean a estos músicos (?) al grito de "¡Hijos de puta!" (sic) no cubrían ni la mitad del aforo.
Queda siempre el recurso del incomprendido. "Qué raros sois y qué raros somos", arengó Peter Pan Strawberry para explicar el anémico aspecto de la sala. Muchos de entre el público no alcanzaban la edad de los oficiantes, pero más de uno cargará ya con algún hijo (y alguna hipoteca). Extraño fenómeno éste de los transgresores talluditos que se permiten aleccionar a las víctimas de una adolescencia tardía.
Dos docenas largas de soflamas se marcaron estos saltarines Beastie Boys en versión cañí-viguesa. Su ideólogo habla de "lucha nihilista e iconoclasta", pero otros observadores con menos ínfulas no descubrirán mucho más que una soporífera redundancia. Para reventar el sistema conviene hilvanar el discurso un poco más allá de relacionar el carné por puntos con la inmigración en aguas del Estrecho.
¿Y La Riviera, a todo esto? Bien, suponemos, con mejores accesos, salidas de emergencia y demás. Lástima que la reforma no se haya llevado por delante esas tres puñeteras palmeritas plastificadas que entorpecen la visión desde buena parte del frontal. Claro que anoche se habría agradecido un buen palmeral, y hasta un oasis completo.
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