El contribuyente global salva la banca
Los Gobiernos optan por nacionalizar para evitar el desplome de la economía real
Hoy se cumplen seis meses de la caída de Lehman Brothers, una institución con más de 150 años de antigüedad que murió sin que el Gobierno de EE UU acudiera en su ayuda. El desastre puso de relieve que la banca mundial, especialmente la dedicada a la inversión, estaba gravemente enferma tras años de gestión negligente y de acumulación desenfrenada de activos tóxicos.
El peligro de que el sector financiero arrastrase en su caída a la economía real hizo despertar a los Gobiernos. De Estados Unidos a Corea del Sur, pasando por Reino Unido, Alemania o Bélgica, las autoridades -sin importar su línea ideológica- han acudido al rescate de los bancos con cientos de miles de millones de euros salidos de las arcas públicas.
Washington ha entrado en el capital, entre otros, de Citigroup y Bank of America, los dos mayores bancos del país. Londres ha nacionalizado Northern Rock, Royal Bank of Scotland y Lloyds. En Bélgica, la crisis de Fortis hizo caer al Gobierno. En Alemania, el Hypo Real Estate (HRE) ha podido sobrevivir gracias a 87.000 millones en garantías públicas, y el Gobierno se ha hecho con una participación del 25% en Commerzbank. Islandia, cuyos bancos habían adquirido un tamaño desproporcionado a su población, ha nacionalizado a todas sus grandes entidades.
Los daños son cuantiosos y la hemorragia todavía no se ha cerrado. Tras la inyección de tanto dinero público para salvar la banca, los países tardarán años en equilibrar sus cuentas públicas.
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