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Frío estreno de Pablo Milanés en el nuevo teatro de Narón

El cubano presentó disco entre protestas por la falta de calefacción

Frío. Frío el concierto y frío el ambiente del nuevo Pazo da Cultura de Narón, enorme y gélido sin calefacción. Era la primera figura internacional en pisar las tablas del teatro desde su inauguración en diciembre, pero las nostálgicas y pausadas melodías de Pablo Milanés, (Bayamo, Cuba 1943) no bastaron para encender a un auditorio discreto y aterido de frío. "Aunque hay frío, pasemos una noche calurosa entre amigos", dijo al público, maduro y discreto, que sólo llenó a medias el teatro, con aforo para 900 personas.

Milanés subió al escenario el jueves y cumplió el guión con oficio y aplomo, pero sin entrega, para presentar al público su último disco Regalo, dentro de una gira europea que arrancó en febrero. El municipio coruñés era la primera parada del tour, pero el ciclón Klaus arrancó la cubierta del edificio y obligó al Ayuntamiento a posponer la actuación.

Al "país de las brumas"

El trovador caribeño bromeó sobre la experiencia de los cubanos con los ciclones y prometió regalar al público un "breve resumen" de su extensa obra en forma de canciones que hablan del amor o de su ausencia, del "implacable" tiempo y de una revolución que antaño apoyó y contra la que ahora lanza tibias críticas.

Milanés cantó como mejor sabe. Vaciando su alma en letras intimistas y echando mano de su guitarra para hilar melodías eternas como Yolanda, otras nuevas con aromas gallegos como El largo camino de Santiago que rinde tributo a Galicia, "el país de las brumas". "Amo Galicia, su cultura, sus bosques... y últimamente otras cosas que me han traído la felicidad plena", declaró en referencia a su esposa gallega, Nancy, con quien pasea a menudo por las calles de Vigo.

En la retaguardia de un concierto más breve de lo esperado, apenas 80 minutos, los dos músicos que siempre acompañan a Milanés: Miguel Núñez, al teclado y Dogoberto González en el violín. Tocaron con el abrigo puesto y la bufanda enroscada al cuello, sin mucho entusiasmo, para cuajar un acompañamiento desganado que alguna vez patinó hacia notas electrónicas y desafinadas, que deslucieron la interpretación del cantautor. Sólo los acordes de Si ella me faltara alguna vez o El breve espacio en que no estás consiguieron poner en pie a unas pocas decenas de incondicionales del trovador cubano, que regresó para interpretar una última canción de cortesía. Como sinfonía de fondo, las protestas en voz alta del respetable por la falta de calefacción y con un destinario probable entre el público: el alcalde, Xosé Manuel Blanco, de Terra Galega.

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