¿QUIÉN VIGILA A LOS 'WATCHMEN'?
"¿Quién vigila al vigilante?". Alan Moore planteó esta pregunta hace 23 años en Watchmen, considerada la madre de todas las novelas gráficas. Durante dos décadas Hollywood no supo qué responder. Los realizadores Terry Gilliam, Darren Aronofsky y Paul Greengrass lo intentaron sin resultado. Al final, la respuesta fue Zack Snyder, que apenas contaba en su haber con un montón de spots publicitarios y un remake de zombies (El amanecer de los muertos), y que por entonces pergeñaba la adaptación de otro cómic que acabaría recaudando 456 millones de dólares. "Podrán decir de mí lo que quieran, pero sin 300 no habría Watchmen", asegura Snyder.
Los filmes de superhéroes han saltado del público especializado a la cultura de masas. Ser friki está de moda y Hollywood se frota las manos con cada adaptación. Pero los ataques son mortales. Y llueven de todos lados. Sobre todo cuando se trata de la novela gráfica más subversiva del género, en la que el personaje análogo a Superman se ha olvidado de su humanidad, Batman es un fetichista impotente y Capitán América realmente disfruta matando.
"No imagino este filme sin violencia ni sexo. Sus protagonistas son degenerados, borrachos de poder Y no teme mostrarlo" (Patrick Wilson, Búho Nocturno)
"No me imagino cómo sería esta película sin violencia. O sin sexo. Sus protagonistas son gente muy perjudicada: fetichistas, degenerados, borrachos de poder Y no teme mostrarlo", defiende Patrick Wilson (en la película, Búho Nocturno). Es graciosa su convicción y la del resto del reparto a la hora de defender Watchmen, porque ninguno había tocado un cómic antes en su vida. Ni Wilson ni Malin Akerman (Espectro de Seda), ni Jeffrey Dean Morgan (Comediante), ni Jackie Earle Haley (Rorschach). "No es por ir de culto, es que nunca me interesaron", apostilla Matthew Goode (Ozymandias). Billy Crudup (Dr. Manhattan) es el único, porque leía la tira cómica Spy vs Spy de la revista satírica Mad "y sus anuncios de gadgets", recalca.
A Hollywood le ha costado más reconocer su valor. "Veinte años, para ser exactos", afirma Larry Gordon, el productor que paseó el proyecto de estudio en estudio. Ni los tres directores citados, ni Joel Silver con Arnold Schwarzenegger como Dr. Manhattan, ni el fanatismo de Jude Law, Sigourney Weaver, Daniel Craig o Damon Lindelof (cocreador de Perdidos) por la obra consiguieron que se hiciera realidad. Fueron la pasión de Snyder y su recién adquirida posición de poder, respaldadas por el éxito de Iron Man o El caballero oscuro, las que rompieron la cortedad de miras de la industria. "Hollywood va muy por detrás de los cómics", suspira Gordon.
El presupuesto no sobrepasa los 100 millones de dólares, y de su montaje original de cuatro horas llegará al público uno de 2 horas y 36 minutos (aunque Snyder piensa convertirlo en tres y media para el DVD añadiéndole historias paralelas que confluyen en Watchmen). Faltan más cosas, pero queda el corazón del relato, situado en 1985, en un tiempo real y a la vez ficticio en el que Nixon disfruta de su quinto mandato tras ganar en Vietnam con los superpoderes de Dr. Manhattan mientras el resto de los superhéroes están de jubilación forzosa. "Tanto el cómic como la película tienen diferentes lecturas. Cuando la mostré entre la intelligentsia neoyorquina se reían de los ataques políticos o de las figuras de la cultura popular; mientras que la generación MTV, para la que los superhéroes son el Happy Meal de cada día, se volvió loca con el tono pulp fiction, con el 'jódete' irreverente que destila", asegura. Y añade: "Nadie me puede decir que es tan violenta después de los cientos de decapitaciones que mostré en 300 [la adaptación que hizo de la novela gráfica de Frank Miller]".
Snyder se ampara en la fidelidad a los dibujos de Dave Gibbons, cocreador del cómic, y reivindica hasta los desnudos frontales de Dr. Manhattan. Crudup asegura, avergonzado, que "más que todopoderoso, me sentí humillado, vestido con ese mono lleno de puntos reflectantes para la captura de movimiento". Todos los actores tienen quejas. Wilson engordó 10 kilos para encarnar a un superhéroe retirado, Malin estaba helada en minifalda de látex, a Morgan no le pusieron una bragueta en el traje y Haley actuó con la cara tapada ("el mayor golpe para el ego de un actor", admite irónico). Bromas aparte, tras seis meses de rodaje en Vancouver, entre ellos impera la camaradería y el orgullo de haber participado en la cinta de un director "visionario", como reza su publicidad.
Los problemas fueron otros. Desde el principio Alan Moore, autor del original, retiró su nombre de una peli "imposible de filmar". "Ése es su deseo, pero yo no hago más que mencionarle, porque merece todo el crédito", insiste su amigo Gibbons, al que Moore ha cedido todas sus regalías. Además, está la batalla legal entre Warner, productora de la cinta, y Fox, la primera en tener los derechos del original, que puso en peligro que viera la luz. "Pensé que todo el trabajo se quedaría en una estantería con los 20 que vieron el pase previo como testigos de mi obra", rememora Snyder. La pesadilla ha pasado. Ahora es el público el que tiene la última palabra. n
Watchmen se estrena el 6 de marzo.
A SOLAS CON ZACK SNYDER
El éxito de la adaptación de 300, de Frank Miller, permitió a este realizador de breve currículo encarar la traslación más ambiciosa de un cómic al cine. Nos recibió en el estudio de posproducción.
Le llaman visionario, pero él prefiere ser friki. Su estudio así lo corrobora. Lo decora un cráneo de tigre con largos colmillos, un casco de espartano, una alfombra de león o los prototipos de figuras de acción de Watchmen, que desde una mesa dicen "juega conmigo". Es lo que este "visionario" de 42 años desea más que nada: jugar con su novela gráfica preferida.
Pregunta: ¿Cuán fiel es al cómic?
Zack Snyder: Quise ser fiel a las viñetas de Gibbons, pero es difícil traducir su composición vertical al cuadro horizontal de una pantalla. Fueron cinco meses de complicación. ¡Eso sólo el storyboard! Una pila de 3.000 dibujos que fue mi Biblia.
P.: Es curiosa su vuelta a los decorados tras la revolución digital de 300.
Z. S.: Y rodé en cine. No soy un purista, pero es mi medio. Construimos 200 decorados para reproducir Nueva York. También usamos pantalla verde y mil trucos. Es una peli ambiciosa.
P.: ¿Por eso utilizó un actor para interpretar a Dr. Manhattan en lugar de una creación digital?
Z. S.: Lo que no iba a utilizar era a alguien en pijama azul como sugirieron algunos directores antes que yo (risas). Le dimos muchas vueltas para conseguir el mejor efecto, pero ningún animador puede conseguir las sutilezas de un actor.
P.: ¿Qué mantuvo de los proyectos anteriores?
Z. S.: Quise reconocer a Terry Gilliam: al final de los créditos un manifestante tira un cóctel molotov contra una tienda de televisores en un plano similar al arranque de Brazil. Y de un guión anterior me gustó la idea final, en el espíritu de la novela gráfica, de la civilización unida contra una deidad.
P.: Un final que deja a los seguidores sin el pulpo marciano gigante
Z. S.: Tenía que perder algo de la novela gráfica, y con todo lo que me gusta la obra es una de las partes más difíciles de entender. Pero en la última escena, en el apartamento de Dan (Patrick Wilson), en la televisión, se ve el episodio de The outer limits que inspiró a Moore para su final.
P. : ¿Teme represalias de los puristas?
Z. S.: Soy tan fan como ellos pero a veces es frustrante; no pasan una. Han encontrado su voz en Internet, saben hacerse oír y crear opinión. Eso está bien pero dan miedo, porque no son prácticos ni comprenden que estás haciendo una película de 100 millones de dólares y tienes que responder a las peticiones del estudio.
P.: ¿Como por ejemplo una secuela?
Z. S.: No conmigo. Eso está claro. Pero por pedir que no quede. ¿Acaso no me han pedido una secuela de 300 cuando al final de la cinta no queda vivo ni el apuntador?
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