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Reportaje:Elecciones 1-M | La campaña

El gestor que volvió para modernizar el PP gallego

Alberto Núñez Feijóo presume de ser el candidato a gobernar "con menos ideología y más inteligencia"

El mismo día que Alberto Núñez Feijóo cumplió 10 años, sus padres lo ponían a estudiar en el colegio de los Maristas de León, una elección que venía determinada por el prestigio del propio colegio y por la influencia de un hermano de la abuela, que pertenecía a esa orden religiosa. Es la primera referencia, de impronta necesariamente marcada, que avala los orígenes familiares sencillos del candidato popular a la Presidencia de la Xunta y que le permite, junto a su condición de hipotecado, tachar, con convicción pero también con harta ligereza, de "señoritos" a sus adversarios en la contienda.

Frente a Touriño y Quintana, Feijóo carece de épica política primeriza, y eso mismo le lleva a presentarse como el candidato a gobernar "con menos ideología y más inteligencia". Tampoco parece demostrable. Nacido en Os Peares (1961), donde su padre, maestro, estaba empleado en la construcción de la presa, en León se enfrenta a un régimen escolar marcado por la disciplina y el deporte y las penurias propias de la época: dormitorios corridos, por ejemplo, con cien colegiales compartiendo sueños en literas. Así, hasta los 14 años.

Cuando muere Franco, su hermana Micaela está en edad de empezar el Bachillerato y la familia decide trasladarse a Ourense para economizar gastos. Por lo mismo, él vuelve de León y se matricula en el instituto. Esas emergencias familiares se anteponen a los avatares políticos del momento. En Ourense tampoco tiene discotecas ni guateques a los que acudir: sólo ríos, cuyas orillas va explorando en Os Peares los fines de semana a golpe de pedal para apostarse con la caña y... esperar. Además le gusta leer. El interés por la política le llega con un programa de televisión, La Clave, del que acaba haciéndose adicto.

Acabó Derecho en Santiago, su siguiente paso, a los 23 años, coincidiendo con el paro de su padre en la presa de Os Peares, lo que le obliga a buscarse un empleo para contribuir a la economía familiar. La Xunta demanda técnicos que, precisamente por la escasa consolidación de la Administración autonómica, se resisten al traslado desde Madrid. Feijóo aprueba las oposiciones. En 1985 se incorporó a la asesoría jurídica de la Consellería de Economía, y seguían sin asomar en él mayores veleidades políticas.

Pero en esto llegó Manuel Fraga a la Xunta y, con las expectativas que genera, a Feijóo no le cuesta dar el salto de funcionario profesional a funcionario político. En 1991 le nombran secretario general técnico de la Consellería de Agricultura, que desempeña José Manuel Romay Beccaría -"todo un caballero, y muy culto", señala el candidato-, con quien pasará unos meses después a la Secretaría Xeral de la Consellería de Sanidade. Son los tiempos de las fundaciones sanitarias y del ensayo en Galicia de la privatización de la sanidad pública en determinados segmentos. Feijóo, que jugó un papel importante en el desarrollo de aquella iniciativa, ahora la soslaya y apuesta sin ambages por una sanidad plenamente pública que promete hacer más eficiente.

Fue esa experiencia concreta, sin embargo, la que le llevó a Madrid en 1996, para desempeñar importantes cargos en la administración sanitaria del primer Gobierno Aznar. La presidencia del Insalud, dice, fue el cargo más difícil de cuantos ha ejercido. Después, suavizando la experiencia, le nombran director de Correos, servicio público que en su etapa también opera un viraje hacia la empresarización. Entonces se afilió al PP, para el que había trabajado durante una década sin militar, como mero técnico, un gestor. Con el carné del partido, ya apuesta sin reservas por su dedicación a la política.

En Génova, la sede central del PP, está provocando desasosiego el taifismo anacrónico de los barones gallegos, la facción de la boina que abanderan Xosé Cuiña, Xosé Luis Baltar y Francisco Cacharro. Fraga no es capaz de imponer un orden más modernizado como demandan Mariano Rajoy o Romay. Los renovadores o birretes eligen a Feijóo como ariete de la renovación y con esa encomienda vuelve a Galicia, en 2003, para dirigir una consellería clave, la de Política Territorial, de la que desplaza a Cuiña. Fraga le nombrará luego vicepresidente de la Xunta. La guerra interna estaba declarada y sus escaramuzas llegarán hasta las mismas elecciones de 2005, que acaban con las históricas mayorías de Fraga.

La paz interna se firmó formalmente en el congreso de 2006. Elegido presidente del PP en Galicia, Feijóo asume la condición de delfín en lugar del histórico Cuiña, contraponiendo también, frente al populismo de aquél, una imagen de político lejano y altivo, que desmiente: se considera "tímido, leal y ordenado". En la campaña, que ha servido para presentar su noviazgo, ha mostrado un desparpajo feroz, y poco riguroso, con los "lujos de los señoritos Quintana y Touriño". Y dice que él es "el único que ahora lleva la boina del PP". Las urnas dirán el domingo si cosecha los votos asignados a aquella facción.

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