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Reportaje:Vuelve la Liga de Campeones | Lyon-Barcelona

El antihéroe

Xavi regresa al escaparate como el mejor futbolista europeo y desde el sábado como el segundo con más partidos en el Barça

Ramon Besa

Al igual que a Eto'o, Messi o Iniesta, a Xavi también le ofrecieron el pasado verano un viaje de ida y vuelta a Uzbekistán por 300.000 euros. Había que llegar a Tashkent, poner buena cara, firmar unos cuantos autógrafos, participar en un clinic rápido y sencillo y hasta la próxima si ustedes quieren, que, por mí, encantado. La operación perfecta para un deportista: cómoda, rentable y fuera del horario laboral. Los intermediarios lo llaman dinero fácil. A Xavi, sin embargo, no hubo manera de moverle, ni siquiera cuando su condición de mejor jugador de la Eurocopa invitaba a promocionarse por el mundo y defender un estatus que en el Barcelona aún se discutía. Después de las comparaciones con Guardiola e Iniesta, ahora le tocaba medirse mediáticamente con el añorado Cesc.

Es ese chico capaz de compartir cuarto con la abuela para contentar a su hermana
Fuerte de cabeza, duerme a pierna suelta. Es competitivo, obstinado e intuitivo
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"¡Hay un niño de seis años...!"

Xavi prefirió perderse con su novia por el mar y continuar con sus clases de patrón de barco, almorzar con mamá alrededor de su plato de macarrones favorito, hablar del Barça con papá y hermanos, divertirse con la peña y conversar con un amigo íntimo como Edu Polo sobre la última alineación que presentó el Oviedo cuando jugaba contra el Barça: "Te apuesto que se sabe hasta el nombre de al menos seis internacionales japoneses". Xavi se siente dichoso con su familia y el fútbol le devuelve a la infancia. Así se explicaría que prefiera los álbumes de cromos a la play y haya aceptado ser el protagonista de un anuncio de Ato simplemente por ser la leche que toma desde pequeño. "Igual colaboraría con algún amigo como ha hecho Fernando Torres", responde cuando se le pregunta por una campaña publicitaria de su agrado.

"Nunca noté presión alguna con la pelota en los pies", recuerda, "mientras que con un micrófono en la mano me siento como un flan". Joaquín Hernández, su padre, recuerda que Xavi juega en el Camp Nou igual que cuando peloteaba en la Plaça del Progrés, de Terrassa, y se olvidaba de ir a por el pan antes de regresar a casa o de la misma manera que competía en la playa de Torredembarra con muchachos que le sacaban dos palmos y nunca conseguían quitarle el balón cuando se avenían a jugar. Ya en el Camp Nou, desde 1991, siempre formó con niños un año mayores. A fin de cuentas, el secreto de su fútbol nunca estuvo en su físico, sino que su pequeña carrocería le ayudó a mejorar su rapidez mental. Huía de las montoneras, tomaba distancia para entender el juego y, después de una pausa, cambiaba las reglas del encuentro.

Xavi no asegura la victoria, sino que genera las mejores condiciones para que el partido lo gane el que mejor juegue. Oriol Tort, el profesor del fútbol base, decía que alrededor de Xavi el equipo funcionaba como un reloj, igual de preciso y también de monótono para quienes piden que el juego tenga picos y prefieren el ruido al silencio, la publicidad al anonimato, o simplemente afirman que a veces conviene cambiar de marcha. La esencia de su fútbol consiste en saber conservar el cuero hasta filtrar el pase, circunstancia que no sólo depende de su vista panorámica y juego de orientación excelentes, sino también de los desmarques y las aperturas de los delanteros. Afirma Xavi: "Yo soy el socio de todos". Jugador de equipo por excelencia, huye del culto individual, del populismo de la grada y del peloteo con la prensa.

Hubo un tiempo incluso en que no sólo se le tenía por un jugador prescindible, sino que se le señalaba como si fuera el cáncer del Barça -así lo recuerdan sus allegados-, más que nada porque se preguntaba de qué valía saber guardar el balón mejor que nadie si no se llegaba a ningún sitio. Le tenían por un volante muy plano y, sin embargo, cuantos entrenadores desfilaban le ponían de titular. Han sido los técnicos quienes han denunciado el desdén con el que se le ha tratado en el Barça cuando le nombraron el mejor jugador de la Eurocopa. Y, una vez coronado, le llueven los premios, como si los periodistas hubiéramos caído en la cuenta de que reconocer a Xavi no sólo no era pecado, sino que era justo y necesario, un acto muy futbolístico.

El triunfo de Xavi en el Barça sólo ha llegado después de ser reconocido como un futbolista de impacto mundial en el extranjero, el más creativo de 2008 según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, un título que le emparenta con Zidane. Ya ocurrió después del Mundial sub 20 de 1999, cuando el Milan le ofrecía 250 millones de pesetas anuales, frente a los 40 brutos que percibía en el Barça, y había dado incluso poderes a su padre y agente para firmar el contrato -"soy tan culé que decidí que no me iría en la vida hasta conseguir ser titular en mi equipo", afirma mientras recuerda el apoyo que recibió de mamá para no salir de casa-. Y ha vuelto a pasar ahora, después de la Eurocopa, cuando ha firmado una renovación hasta 2014 tras desoír el interés de la Premier y el calcio.

Quienes bien le quieren recuerdan incluso que Vialli le dedicó un marcaje al hombre, la del bruto Morris, en la eliminatoria de la Champions que en 2000 le enfrentó al Chelsea. Ahora es Preciado, el entrenador del Sporting, quien comenta su fascinación por Xavi: "Nos podría enseñar mucho a todos. Personifica el elogio a la sencillez. Mueve con sencillez un equipo como el Barça o la selección española". Valdano le tiene incluso por "el jugador más inteligente del mundo". Los más veteranos del vestuario recuerdan todavía la llamada del Longaniza Pellegrino después de que un gol de Xavi sobre la línea de meta salvara la cabeza de Van Gaal en Valladolid en la jornada 15ª de la temporada 1998-99: "¡Ganamos, mamá!, pero el rancho ardía por los cuatro costados. Hasta que se arrimó Xavi a la portería contraria".

Xavi se arrimó de verdad cuando llegó Rijkaard y le invitó a salir de la posición de 4, a olvidarse de Guardiola para ejercer de 8 con Iniesta de 10 o de extremo: "Tú ponte delante, toma el balón, gírate con el control y serás el mejor". En vez de recular como la mayoría, el paso al frente le convirtió en un futbolista capital en la selección y en el Barça, que pasó a actuar en cancha ajena con un juego de presión excelente. Xavi dejó de ser un medio de acompañamiento, poco solemne, para convertirse en un volante determinante por su movilidad, llegada, tiro y capacidad para eliminar líneas de pase con su toque sutil. Nadie interpreta mejor la máxima de Guardiola: "El fútbol se ordena alrededor de la pelota". Xavi es en el Barça más o menos lo mismo que Scholes en el United.

Muy técnico, especialmente táctico, siempre discreto, no elude tampoco sus responsabilidades como segundo capitán. Ya fue en su día con Puyol donde Laporta para advertirle de que las cosas no iban bien, pero el presidente no les hizo caso, ensimismado como estaba, al igual que Ronaldinho y Rijkaard. Ahora Xavi y Puyol le han recordado a Eto'o que si sigue es por sus compañeros y que al equipo no le conviene ningún debate contractual. Tanto en el club como en casa siempre fue un chico políticamente correcto, buen estudiante, capaz de compartir un tiempo habitación con la abuela para que su hermana tuviera más autonomía, de ponerle Xut a su perro, siempre dispuesto a jugar al pádel o al futbolín o ir a por setas cuando es el tiempo. Todo muy natural, tan sencillo como su nombre, simplemente Xavi. No hay otro en el mundo del fútbol.

Tiene apego a la familia y a la gente corriente; su manager es Iván Corretja, un tipo serio, poco dado al mercadeo, capaz de sacarle un buen contrato con paciencia: hoy es el cuarto mejor pagado del plantel; se siente a gusto con futbolistas como Jorquera, igual que antes andaba con Gabri, Zenden, Cocu o Saviola, y no precisa ningún coche especial, sino que durante años viajó en tren. Fuerte mentalmente, duerme a pierna suelta. Es constante, competitivo, obstinado e intuitivo: "Mi cuerpo pequeño me obliga a extremar la intuición, adelantarme a lo que va a pasar, ser rápido de salida, veloz en mis movimientos, eficaz en los apoyos, dar ritmo a la pelota y fluidez al juego. Yo, sin mis compañeros, no soy nadie". Le llaman el máquina no por su rutina, sino por su amor al oficio. Y, sobre todo, le tienen por un tipo honrado.

Rijkaard le preguntó antes de la final de París si quería jugar después de haberse recuperado de una grave lesión de ligamentos, prácticamente la única de su carrera, y Xavi respondió: "No estoy preparado para un encuentro tan importante". No quiso engañarle aun cuando era el partido que había aguardado toda su vida. A nadie le extraña que ahora, a sus 29 años (Terrassa, 1980), después de convertirse el sábado en el segundo jugador que más partidos ha disputado con el Barça (453, uno más que Rexach y 96 menos que Migueli) desde su debú, el 18 de agosto de 1998 en la Supercopa contra el Mallorca, diga que le gustaría ganar la Champions, escaparate europeo al que regresa mañana ante el Lyon. Quizá así se entiende que chillara "¡viva España!" tras tomar unas cervezas después de ganar la Eurocopa. Futbolista de club, siempre se sintió querido en la selección.

Fue el pasado verano, en Viena, cuando el fútbol reparó en la importancia de un antihéroe llamado Xavi. Nunca se le había discutido como jugador, sino como representante de un estilo que parecía caducado. Había perdido la batalla de la propaganda. Hoy es el mejor sin necesidad de haber posado para un anuncio.

La equipación de Xavi.
La equipación de Xavi.CARLES RIBAS
Xavi da instrucciones a sus compañeros.
Xavi da instrucciones a sus compañeros.VINCENS GIMÉNEZ

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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