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Reportaje:HIJOS DEL OLVIDO

La 'fábrica' de bebés

Decenas de niños dados en adopción por la clínica San Ramón de Madrid buscan su origen. Dos de ellos, entregados a sendos matrimonios de Valencia, dan la cara por primera vez

Decenas de recién nacidos -quién sabe si tal vez centenas- fueron dados en adopción al poco de haber sido alumbrados por sus madres en la clínica San Ramón de Madrid en los años 70 y 80 del siglo anterior. Muchos de esos niños -son ya hombres y mujeres- buscan compulsivamente sus orígenes; descubrir quién era su madre biológica; saber por qué renunció a ellos y si lo hizo voluntariamente o si fue engañada; aclarar si su proceso de adopción fue limpio o si en realidad fue fruto de una burda transacción económica... No importa que haya pasado mucho tiempo. No importa que la mayoría de esos chicos y chicas sean ahora adultos con una vida feliz. En todos hay un deseo, que en algunos casos llega a convertirse en obsesión, por encontrar el rastro de su progenitora. Entre ellos están José y Miguel Ángel, dos niños del San Ramón, que han decidido dar la cara y romper el muro de silencio que enmudece a los demás. Ellos son los primeros en hablar abiertamente y en dejarse fotografiar.

"Nací prematuro. A mi madre le dijeron: 'Meta al crío en el maletero del taxi, y si se muere, lo tira y le damos una niña"
En un solo pueblo, próximo a la capital valenciana, hay nueve 'niños de Madrid', como llaman a los adoptados

La clínica San Ramón se vio salpicada en noviembre de 1981 por una operación policial que culminó con la detención de cinco mujeres y un hombre por presunta venta de recién nacidos. La Brigada Judicial de Madrid actuó tras tener conocimiento de que una prostituta que ejercía en la calle de la Montera había dado a luz a un niño y que éste había sido entregado, previo pago de varias decenas de miles de pesetas, a un matrimonio residente en Levante. Eso destapó una compleja red de supuesta compraventa de bebés.

"El centro médico en que fueron asistidas las parturientas fue la clínica San Ramón, situada en el paseo de La Habana número 143, donde obtenían toda clase de facilidades para ocultar su identidad. En las certificaciones presentadas ante el Registro Civil constaba que el recién nacido era hijo de madre desconocida", informó en su día la Jefatura Superior de Policía de Madrid.

Cuando muchos de aquellos niños del San Ramón se han enterado de aquellos hechos y de su propio proceso de adopción, les han asaltado las dudas. Dudas sobre la actuación del doctor Eduardo Vela -el tocólogo que dirigía el sanatorio y firmaba los papeles del parto-, así como sobre cuantas personas y funcionarios intervinieron en el asunto. Dudas, incluso, sobre si sus madres biológicas renunciaron a ellos conscientemente o si éstas fueron engañadas diciéndoles que su criatura había nacido muerta. El escaso y laxo control que entonces había por parte de las autoridades estatales sobre los menores abandonados da pie a todo tipo de especulaciones.

Un lote de esos críos fue a parar a Valencia, en concreto a varios municipios de la comarca de L'Horta sur (integrada por los pueblos de Catarroja, Albal, Alfafar, Benetússer, Massanassa y otros). En uno solo de esos pueblos viven hasta nueve de esos niños nacidos en el San Ramón, aunque entre ellos y sus vecinos son más conocidos como los niños de Madrid. Uno de esos chiquillos es José, nacido el 8 de julio de 1976, según los documentos que posee. Otro es Miguel Ángel, nacido el 12 de agosto de 1978. Nadie sabe por qué hay tan alta concentración de adoptados en un territorio tan pequeño. Lo más probable es que funcionase el boca a boca y que un matrimonio contase a otro la relativa facilidad que había para conseguir un bebé entrando en contacto con la red que se movía en torno al sanatorio San Ramón. En casi todos los casos se trataba de parejas que rondaban los 40 años, sin hijos y bien situadas económicamente. Y en casi todos los casos se repiten los personajes: el mismo doctor Vela, el mismo abogado, el mismo notario, los mismos intermediarios y hasta el mismo taxista que trasladó a los adoptantes hasta Madrid y después regresó al pueblo con ellos y con el recién nacido.

Entre los papeles que guarda José hay una factura del sanatorio madrileño en la que consta que su madre adoptiva abonó 27.363 pesetas en concepto de "gastos de sanatorio, quirófano y medicación; honorarios de puericultor y matrona; honorarios de clínica y gastos de incubadora". Naturalmente, esos gastos correspondían a los ocasionados por el parto de la madre biológica, no de la adoptiva.

"Nací muy prematuro y tuve que estar cinco días en la incubadora. Cuando me trasladaron desde Madrid a Valencia en un taxi, seguía estando muy débil. Y mi madre me contó que los trabajadores del San Ramón le dijeron: 'No se preocupe. Métalo en el maletero, y si se muere, lo tira y le damos rápidamente una niña'. ¿Cómo le podían decir eso?", se queja José. El chico, afortunadamente, salió adelante y hoy es un hombre fuerte y sano.

"Llevo más de diez años buscando, intentando saber quién es mi madre natural, para aclarar si ella me abandonó conscientemente o si todo fue fruto de una compraventa", relata José en su vivienda, rodeado de su joven esposa y de su hijita. "A mí me contaron mis padres adoptivos, ya fallecidos, que soltaron dinero a espuertas y que temblaban cada vez que recibían la visita de algunas personas que intermediaron en el proceso de adopción", agrega. Y entre ellas cree que estaban una mujer oriunda de Xàtiva y un sacerdote, ya jubilado, que ejercía su ministerio en Madrid.

Los padres fueron obligados a presentar un completo inventario de sus propiedades antes de recibir al crío. En un folio rubricado por el matrimonio, éste declara que es dueño de dos casas, una huerta de naranjos, 25 cerdos, un caballo, dos carros, una moto Vespa, un coche... En total, bienes que ellos mismos valoran en más de nueve millones de pesetas.

José fue inscrito en el Registro Civil de Chamartín (Madrid) por Ramón C., del que se dice en el oportuno documento oficial que lo hacía en calidad de "encargado del sanatorio donde ha tenido lugar el nacimiento" del crío, del que no se hacen constar ni nombre del padre ni nombre de la madre. Ramón, un antiguo herrero de Tomelloso (Ciudad Real), en realidad no era ningún "encargado del sanatorio", sino una suerte de empleado de mantenimiento, que lo mismo arreglaba la calefacción que conducía una furgoneta para transportar unas botellas de oxígeno.

-Yo era un mandado, dice Ramón.

-Pero usted inscribió en el Registro Civil a bastantes niños supuestamente abandonados por sus madres... ¿no?

-Sí. No sé cuántos. Yo calculo que serían doce o catorce. Yo hacía lo que me mandaban el doctor Eduardo Vela o el administrador del sanatorio (un tal señor Camón).

-¿Y sabe usted por qué nacían allí tantos niños que luego eran abandonados por sus madres?

- No lo sé. También a mí eso me parecía extraño, pero...

El encargado de mantenimiento asegura que las mujeres que presuntamente daban en adopción a los bebés no eran prostitutas o drogadictas. Al menos, no todas. También había muchas jóvenes solteras, recién casadas, trabajadoras, empleadas domésticas y todo tipo de mujeres "normales". Ramón C. recuerda, por ejemplo, el caso de una enfermera que decidió no quedarse con su hijo tras darlo a luz.

En los años 70 y 80 era muy fácil la tramitación de las adopciones si se podía sostener ante un juez que no se conocía la identidad de los padres, que el niño estaba en situación de abandono y que no estaba acogido en ningún establecimiento benéfico. En ese caso, bastaba dejar pasar seis meses para que el bebé fuera dado legítimamente en adopción, al considerar que era "lo más útil y beneficioso" para él. Sin más problemas y sin más requisitos que el teórico control de un juez de Primera Instancia. Hasta que una reforma legislativa recortó en 1987 el inmenso poder de los médicos, obligándoles a comunicar a las autoridades cada caso de adopción en que intervenían.

Miguel es otro de los niños de San Ramón. La documentación que tiene asegura que nació el 12 de agosto de 1978 en esa clínica, tras lo que "su madre le abandonó y entregó la criatura a la encargada del sanatorio, Laura Cecilia R.M." Después, el bebé fue dado a un agricultor valenciano con buena posición económica y a su esposa, un ama de casa, porque "le habían tomado tal cariño como si de su hijo legítimo se tratara", según los documentos legales. ¿Pero dónde y cómo tomaron cariño estas personas a un niño al que no conocían?

"Desde que nací tengo una especie de lunar rojo en el entrecejo. Es algo muy característico y estoy seguro de que, si me viera mi madre biológica, me reconocería inmediatamente", dice Miguel con convicción. "¿Es posible que mi madre tuviera la frialdad de abandonarme? No me lo creo. ¿No sería engañada para que lo hiciese?", añade. Es una pregunta que le corroe y que lleva años intentando que alguien le responda.

Las dudas son especialmente acuciantes en el caso de las mujeres. "Cuando me pregunta el médico por mis antecedentes familiares, tengo que mentir como una bellaca. ¿Qué sé yo de las enfermedades que padecían mi madre o mi padre? No lo sé... y eso me angustia", confiesa una mujer nacida en San Ramón en los años 80.

La revista Interviú publicó en diciembre de 1981 una serie de tres reportajes sobre esta clínica -hoy ya inexistente- que, a tenor de los testimonios de trabajadores anónimos, aparecía reflejada como si fuera una casa de los horrores en la que supuestamente sucedían las cosas más extrañas: embarazos simulados, cadáveres de bebés conservados en un congelador, supuestas presiones a jóvenes madres solteras para que dieran a sus criaturas en adopción...

Varias mujeres que dieron a luz en el San Ramón han confiado a EL PAÍS sus temores de que fueran víctimas de un engaño: en su día les dijeron que su bebé había nacido muerto, pero ni ellas ni sus maridos o compañeros sentimentales vieron jamás el cadáver. La mayoría de las parturientas eran jóvenes a las que algún directivo de la clínica les aconsejó entonces que se olvidasen de todo porque el propio centro se ocuparía del entierro y del resto de los trámites.

"¿Sería verdad que mi niño había muerto? ¿O simplemente me engañaron y dieron a mi bebé en adopción?", se pregunta una madrileña, actualmente madre de familia.

Internet permite que estos hombres y mujeres hayan decidido formar una red de ayuda mutua. Hay adoptados que ahora, al buscar sus orígenes, no dudan en tildar al San Ramón de "maldito sanatorio". En las páginas web quiensabedonde.es, buscapersonas.org y otros foros hay infinidad de mensajes de personas que buscan una pista para aclarar el proceso por el que fueron a parar a manos de sus actuales familias. Es un proceso difícil porque, según el doctor Vela, todos los archivos fueron destruidos por imperativo legal. Un enigma colectivo casi imposible de resolver. -

José, un <i>bebé del San Ramón</i> dado en adopción a un matrimonio valenciano, muestra una foto suya de niño.
José, un bebé del San Ramón dado en adopción a un matrimonio valenciano, muestra una foto suya de niño.FOTO: JESÚS CÍSCAR

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