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22ª jornada de Liga

Cariño para un mito

Enrique Castro, Quini, se asustó al ver tantos fotógrafos esperándole. Humilde y tímido, se escondió en el banquillo hasta que Guardiola se acercó a saludarle como lo que es: un grande. El Camp Nou, puesto en pie, le dedicó una cariñosa ovación. En Barcelona se quiere mucho a Quini. No se olvidan sus goles ni la humanidad que le ha permitido luchar contra el cáncer. "Estas cosas se las gana por bueno", precisó Manolo Preciado, entrenador del Sporting, ayer sancionado al igual que su ayudante, circunstancia que obligó a El Brujo, delegado habitual del equipo, a sentarse en el banquillo.

De pie ante el banco, recibió un homenaje escueto y sentido; su modestia no le permitiría soportar otra cosa. Querido como pocos, Quini jugó 15 años en el Sporting y cuatro en el Barça. Y fue el delantero centro de un país en el tránsito del fútbol en blanco y negro al de color y cuando el gol era cosa del 9. Cinco veces pichichi, fue un ariete de pocos recursos técnicos, pero con un tremendo carisma por cercano. Listo, se ganó a pulso el metro para el remate y fue letal en el área por su juego de cabeza y golpeo de primera.

Quini llegó al Barça con 31 años, costó 82 millones de pesetas y marcó 73 goles, alguno histórico, como el 3.000 del club o el segundo en la final de la Recopa de 1982. El 1 de marzo de 1981 fue secuestrado. La estrategia policial llevó a Suiza a Nicolau Casaus, escoltado por tres agentes de la Operación Águila, con los 100 millones de pesetas que exigían los secuestradores, que fueron detenidos. Fue liberado el 25 de marzo mientras España ganaba en Wembley. El Barça reclamó 35 millones a los delincuentes, pero Quini les perdonó y renunció a cobrar una indemnización. Así de bueno es Quini. Bojan, que había reconoció no saber de él, pudo descubrirle ayer cuando, antes del partido, el Brujo entró en el vestuario azulgrana.

Quini y Guardiola se saludan antes del partido.
Quini y Guardiola se saludan antes del partido.VICENS GIMÉNEZ

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