Evitar un concurso de acreedores
La capitalización de deuda es la transformación de la deuda de una compañía en capital social, de tal manera que los derechos de crédito del acreedor se cancelan y, en contraprestación, los accionistas de la deudora dan entrada al acreedor en el capital de su compañía. Esta operación puede ser muy positiva para empresas que se hallan en situación de desequilibrio patrimonial o de incumplimiento de compromisos de pago de la deuda financiera. Últimamente hemos podido comprobar cómo estas operaciones se han negociado en el marco de refinanciaciones destinadas a evitar la quiebra de compañías con dificultades financieras.
La capitalización de deuda se realiza siempre que la banca acreedora crea en la viabilidad económica y financiera de la compañía tras la operación de capitalización de deuda; el valor de las acciones -que dependerá de un plan de negocio solvente y fiable- debe ser superior al valor de la deuda con riesgo de impago.
La negociación de estas transacciones no es sencilla. Hay muchas partes involucradas en estas reestructuraciones de pasivo y cada una con distintos intereses:
1. La banca acreedora. En general, la masa acreedora se compone de varias entidades que en ocasiones han formalizado préstamos sindicados, y el acuerdo de la banca acreedora, y entre los distintos bancos que la conforman, es un paso fundamental.
2. Los accionistas. La capitalización pasa por formalizar un aumento de capital en la compañía para dar entrada a la banca. Muchas compañías tienen estructuras accionariales complejas y la aprobación de estas operaciones, que se debe hacer en junta de accionistas, requiere un gran esfuerzo de sus impulsores.
3. Los directivos. Pueden ser los grandes perjudicados. Las entidades acometen la capitalización de deuda para resolver una situación de debilidad financiera y, en general, exigen cambios en la dirección de la compañía para acometer esta operación.
Pero la pieza fundamental es la valoración. La banca acreedora aceptará transformar deuda en capital si estima que las acciones recibidas tienen un valor superior al de la deuda que cancelan.
Por tanto, este tipo de operaciones requiere dos valoraciones. En primer lugar, se debe conocer el valor de la deuda financiera que se pretende cancelar, a la que se suele aplicar un descuento por el riesgo de impago. En segundo lugar, debe realizarse una valoración de la compañía para llegar a una ecuación de canje de deuda por capital que sea aceptable tanto para su accionista como para la banca. En todo caso, la valoración de los fondos propios de las compañías que están en situación de dificultades se ve siempre muy penalizada, por lo que sus accionistas pueden sufrir una gran dilución en estas operaciones.
Pese a las dificultades que pueden conllevar, es evidente que este tipo de operaciones es una buena solución para todos ante un riesgo de insolvencia: accionistas, acreedores, directivos y trabajadores deben ser conscientes de que un acuerdo de esta naturaleza, aunque en principio pueda parecer una "derrota", puede ser el camino para la victoria final. -
Borja Andreu es vicepresidente de GBS Finanzas.
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