Adiós a yelmos y armaduras

Han entrado los Paradores de Turismo en una nueva era? Adiós a las armaduras, los yelmos, los floretes colgados en la pared. Adiós a las jamugas, los solios y los doseles cervantinos. Paso al minimalismo culterano que define el siglo XXI: ante nuestros ojos, el parador de Alcalá irrumpe como un milagro que transmuta el paisaje renacentista de la ciudad complutense con acero en vena, vidrios traslúcidos, suelos porcelánicos y ambientaciones programadas con LEDs. Arquitectura con mayúsculas, firmada por el estudio madrileño Aranguren & Gallegos y expuesta en el MOMA neoyorquino (On Site: New Architecture in Spain) en 2006.

El proyecto surge de la difícil entente entre lo contemporáneo y lo histórico del colegio en el que ejercieron sus artes Lope de Vega, Quevedo, Antonio de Nebrija, Tirso de Molina y cuantos estudiaron en el convento de los dominicos de Santo Tomás de Aquino, construido en el siglo XVII por orden del deán Carlos de Mendoza en ladrillo visto sobre zócalo de sillería de piedra y abandonado en las últimas décadas como si pidiera a gritos ser parador de turismo.

Los arquitectos vislumbraron la perfección en el soterramiento de las habitaciones donde antaño florecían los huertos, el Jardín Tallado, una retícula subterránea de 3.000 metros cuadrados inspirada en los engawas japoneses, cuajada de bambúes, guijos y cortezas vegetales. Lástima que el acortinamiento de las alcobas y su neutralidad estética reste fluidez en la entrada de luz y el verde del exterior.

Mayor originalidad ofrece el spa, situado algo irreverentemente en la capilla del convento. Bajo la bóveda, en una relajante semipenumbra, aparecen unas caracolas de vidrio retroiluminadas de colores que quieren evocar la espiral de los sentidos. Gotas de agua, envolvimientos vaporosos y burbujas para olvidarse de que hay otra vida más rigurosa, pero menos llevadera. El conjunto deslumbra por sus 30.000 metros cuadrados de edificios, patios y jardines, pero igualmente por el afinamiento arquitectónico de sus fachadas, revestidas en parte por una malla metálica que las protege del sol. Tal como el guiño contemporáneo a la visual renacentista de todo lo que hay alrededor.