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Un ciclista belga muere en Qatar mientras dormía

Carlos Arribas

La mitad de las preguntas de la entrevista que, publicada en su página web, sirve para trazar un perfil de Frederiek Nolf se refieren a su pensamiento sobre el dopaje. Y ayer, pasado el par de minutos de espanto, la referencia al dopaje volvió a flotar, latente, cuando se informó de que ha muerto. Nolf, que dentro de cuatro días habría cumplido 22 años, era un ciclista profesional belga que participaba con su equipo, el Topsport Vlaanderen, en la Vuelta a Qatar. Falleció mientras dormía en el hotel Ritz-Hilton, de Doha, como descubrió, horrorizado, su compañero de habitación. Aún no contaba con ninguna victoria.

En su entrevista-perfil, Nolf (1,84 metros, 68 kilos, ojos verdes, sonrisa de boca sesgada) repite que nunca ha tenido contacto con el dopaje y que nunca lo tendrá.

No se ha informado de las causas de su muerte, pendientes de la autopsia, pero ello no ha impedido que se recordara el fallecimiento por paro cardiaco durante el sueño de una veintena de ciclistas holandeses a finales de los ochenta. Eran los años en que el pelotón empezaba a conocer los efectos impresionantes de la EPO en el rendimiento mientras desconocía sus peligros para la salud en caso de abuso. Hoy, el problema del abuso no existe: la extensión de los controles ha provocado que quienes quieran doparse puedan recurrir a microdosis incapaces de provocar un espesamiento de la sangre como hace 20 años.

"Todo el equipo se sometía a controles trimestrales de salud", explicó Eddy Merckx, el director de la carrera.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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