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Reportaje:

El rey del columpio es gallego

Galopín se fundó en Cerceda hace ocho años y ya es líder en España

"Yo también creo eso de que ningún encuentro se debe al azar", dice José Manuel Iglesias, Manu, que empezó con un taller de confección de piel en A Coruña y ha terminado fabricando, viaje a vela mediante, todo tipo de aparatos de recreo para parques en el polígono empresarial de Cerceda. Este emprendedor de 49 años cuenta que en las tiendas llegó a colgar las cazadoras de su firma Impronta compartiendo perchero con las de Marithé & François Girbaud y Jean Paul Gaultier. Pero de repente bajó la demanda. Había demasiada piel en los armarios y Manu se quedó sin cobrar los últimos encargos. Cerró y se echó al mar: "Las únicas propiedades que me quedaban, después de pagar sueldos y deudas, eran mi barco, el Prometeo, y un millón de pelas". Organizó con amigos la expedición Sebastián de Ocampo, en recuerdo del explorador nacido en Noia, y recorrió durante siete meses las rutas de los navegantes del XVI.

La demanda de los ayuntamientos se dispara en épocas electorales
En Galicia venden mejor sus productos si llevan el sello de una firma catalana

"Fue hace 11 años. A la vuelta nos estaban esperando 30.000 personas y nos dieron la Medalla de Galicia", recuerda el empresario. Había gastado medio millón y le quedaba, para empezar de nuevo, la otra mitad. Con ese colchón, se puso a ahorrar. Y le surgió la oportunidad de instalar parques infantiles en Galicia para un fabricante. Pero el fabricante dejó de fabricar, y Manu Iglesias, para no quedarse sin empleo, optó por empezar a producir él mismo columpios y toboganes.

Hace ocho años compró en Cerceda un terreno aledaño al Aquapark de 4,5 hectáreas y fundó Galopín, "una palabra que quiere decir lo mismo en francés que en gallego". Organizó las naves en torno a un jardín con arces rojos, acebos y manantiales. En el medio hay una mesa de madera como las que suelen verse en los merenderos: "Es nuestra sala de juntas de verano", explica, "ahora, el temporal lo ha puesto todo feo, pero en primavera está lleno de flores".

El empresario se ha rodeado de ingenieros, ha contratado la fabricación de ciertas piezas que él no puede hacer a talleres navales y auxiliares de la automoción. Antes de trabajar para Galopín y participar en el diseño del segundo Prometeo de Iglesias, el balancín más grande del mundo, uno de los miembros del equipo proyectó el todoterreno militar gallego, el Vamtac de Urovesa.

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El balancín Prometeo, que está inspirado en el equilibrio de los veleros y aguanta el peso de 50 personas, acaba de ser premiado por el Foro da Madeira. Pero el año pasado, Galopín se llevó varios galardones, entre ellos el Premio de Medio Ambiente que otorga la UE. Hoy, la empresa de este coruñés nacido en Uruguay, hijo de emigrantes, muestra un catálogo de 300 aparatos diseñados para niños, para adolescentes, para adultos y, como le gusta decir al patrón, "para viejetes".

"Viejetes" que combaten los achaques en el parque sin perder de vista al nieto, ese niño que en estos momentos trepa por un dragón de madera. No hace falta un montaje aparatoso. El mecanismo más sencillo que exporta la fábrica de Cerceda es un juego de pedales que se atornilla al suelo, a los pies del banco del parque. La abuela se sienta con la merienda y la calceta, como toda la vida, y si quiere hace deporte.

Galopín tiene 30 trabajadores (la mayoría mujeres) y factura seis millones de euros. En esto, "con una enorme diferencia", es líder del sector en España, y en número de empleados, aunque parezca imposible, es la primera de Europa. Las únicas empresas que le hacen sombra a la hora de conseguir contratos son las Escandinavas, meca mundial del columpio, pero son más pequeñas.

Como "éste es un país con muy baja autoestima", la fábrica de Cerceda vende más fuera que dentro de Galicia. Sus aparatos están en España, y en Francia, y en Portugal, y en Croacia, y en Estados Unidos, y en los países del norte de África, y en los Emiratos Árabes. Pero aquí los toboganes se colocan mejor si en vez de llevar impresa la marca Galopín se despachan con una placa de la empresa catalana Fundició Dúctil Benito, socia para la distribución de la firma gallega. Se trata del mismo aparato fabricado aquí, pero los ayuntamientos parecen confiar más en la foránea, una vieja conocida que lleva décadas amueblando de bancos, papeleras y farolas los jardines.

En tiempos de crisis, Galopín no se resiente porque su primer cliente es la Administración local. Manu Iglesias reconoce que la demanda se dispara en épocas electorales: "El resto del tiempo trabajamos para esas fechas". Los alcaldes "improvisan" mucho a última hora y el parque infantil les resulta un recurso fácil: "Se monta rápido y cuesta poco". Y está demostrado que "reporta más votos que unas alcantarillas o una depuradora".

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