Los efectos del fondo local
Causa gran estupor comprobar la escasa petición de proyectos presentados por los ayuntamientos ante el Fondo de Inversión Local. La propia ministra Salgado quedó perpleja cuando comprobó que una semana antes del cierre de los plazo sólo el 30% de las entidades locales tenía algún plan subvencionable. Zapatero había puesto alrededor de 8.000 millones de euros, con cargo al déficit público, a disposición de los ayuntamientos para inversiones municipales. Dicho plan tenía tres limitaciones: se distribuía en función de la población (177 euros por habitante); debía llevarse a cabo en 2009; y se perseguía la contratación de personas registradas en las oficinas de empleo del Inem. Esto es, aplicación de un puro multiplicador keynesiano: o sea, estimular la demanda por medio de la inversión y que sea el sector público el punto de apoyo y de palanca para estimular la economía. Dicho de otra forma, Zapatero se convirtió en el suministrador de esperanzas, buscando que las administraciones más próximas al ciudadano, pudieran solventar los problemas más acuciantes en esta fase de la recesión.
Los proyectos presentados tendrán reducidas consecuencias en la generación de empleo
Los resultados, a la luz de los proyectos presentados, son pobres. Lo podemos corroborar de varias maneras. De una parte, los ayuntamientos tenían una asignatura pendiente: demostrar que poseían ideas de futuro. Y pasado el primer examen, el de la presentación de las propuestas, se puede afirmar que dichos proyectos de futuro fueron muy escasos. Era evidente que había dos riesgos: el primero, que los propios ayuntamientos fueran incapaces de gestionar los recursos; y, el segundo, que presentaran como proyectos ideas ya previstas. En ambos casos, la eficacia sería limitada. Y lo que es peor, se podría demostrar una incapacidad de gestión.
De otra parte, los resultados han servido para evaluar los comportamientos municipales. Recogiendo los primeros datos, tenemos que, a una semana de finalizar el plazo, no se tenían noticias en lo referente a la presentación de proyectos de 6.300 ayuntamientos de los 8.086 existentes. A modo de ejemplo, en Galicia sólo presentaron ideas en 67 ayuntamientos de los 315. Asimismo, escudriñando entre los proyectos se advierte que los objetivos de inversión son muy dispares, en ocasiones caóticos, y sobre todo poseen reducidos efectos directos en la generación de empleo. Así, siguiendo los datos del Ministerio de las Administraciones Públicas, el 32% de los proyectos están destinados a rehabilitación y mejora de espacios públicos; el 26% a equipamientos de infraestructuras; y el 17% a equipamientos culturales, educativos y deportivos. Si desagregáramos aún más las iniciativas, vemos que un porcentaje muy numeroso se concentra en poner farolas, arreglar aceras, construir campos de deportes y piscinas, obras en ermitas, en conventos, en cementerios...
El regalo de Reyes del presidente Zapatero llegaba en el mejor momento para los municipios (ahogados, decían sus alcaldes, por la deudas y por la recesión de la construcción de viviendas) y coincidía con sus demandas por un nuevo modelo de financiación local. El alivio de los 8.000 millones de euros servía, pues, para poner en marcha los programas y las acciones de los ayuntamientos con ideas.
Sin embargo, las ideas hay que plasmarlas en planes con horizontes a más largo plazo. Así los famosos proyectos de ciudades como los acometidos en Lyon, Manchester, Turín, Múnich, Génova u Oslo, por poner ejemplos, responden a programas que no se basan en el corto plazo ni en la escasez de actuaciones, sino que se centran en proyectos de inversión sólidos, que garanticen la generación de empleo y de efectos multiplicadores contrastados. Las proposiciones presentadas por los ayuntamientos españoles dan la impresión de resignarse a cubrir objetivos de escaso valor estratégico y de ínfimo posicionamiento económico-social. Por eso, afirmo que se podía hacer más.
Necesitamos ampliar el plan. La cuestión consiste en evitar el despilfarro de dinero en actuaciones que poseen impactos económicos-sociales reducidos y con escasez de miras; y en programar acciones en aquello que se necesita desde una visión larga de perspectiva y con horizontes despejados. A la luz de lo presentado, mucho me temo que las acciones tomen forma de almena, esto es, escalón arriba e inmediatamente hacia abajo, y nunca en forma de rampa creciente, que es como deberían funcionar y visualizarse los efectos de un plan local de impulso ante situaciones de crisis económica.
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