Sin entrenadores, mejor
Enorme primera mitad en San Mamés y victoria del Athletic, de penalti, en el último minuto
Tenía el carácter, la ambición, la emoción de los partidos enormes; de esos partidos en los que no se puede ir al mingitorio, ni saludar a un viejo amigo sentado tres filas atrás, ni dar órdenes desde la banda, ni mirar al árbitro. Partidos de los que les gustan al público y de los que suelen abominar los entrenadores, convertidos en público a pie de campo. Quizás por eso, los entrenadores de ambos equipos mandaron parar: el Athletic, tras el descanso se aculó en su campo y el Valencia se enganchó a la pelota, pero jugó lejos del área. No siempre lo racional es lo más adecuado. La maravillosa locura de la primera mitad procuró cuatro goles en un pim-pam-pum que garantizaba más el espectáculo que el marcador.
ATHLETIC 3 - VALENCIA 2
Athletic: Iraizoz; Iraola, Ocio, Ustaritz, Koikili; David López, Orbaiz (Yeste, m. 74), Javi Martínez, Gabilondo (Balenziaga, m. 70); Ion Vélez (Toquero, m. 64) y Llorente. No utilizados: Armando; Etxeberria, Etxeita y Gurpegi.
Valencia: Renan (Guaita, m. 41); Angulo, Marchena, Maduro, Moretti; Joaquin (VIcente, m. 75), Albelda, Fernandes, Mata; Morientes y Villa (Michel, m. 66). No utilizados: Curro Torres, Del Horno, Pablo y Hugo Viana.
Goles: 0-1. M. 2. Villa. 1-1. M. 17. Gabilondo. 1-2. M. 30. Morientes. 2-2. M. 42. Javi Martínez. 3-2. M. 91. Llorente de penalti.
Árbitro: Megía Dávila. Expulsó a Fernandes (m. 90). Amonestó a Gabilondo, Mata. Morientes, Javi Martínez y Aitor Ocio.
Unos 35.000 espectadores en San Mamés.
La maravillosa locura inicial procuró cuatro goles en un pim-pam-pum
Y eso que se adelantó Villa a los dos minutos en la enésima sociedad de la temporada con Mata, en una jugada al primer toque que el delantero asturiano clavó como acostumbra. A priori el efecto en el Athletic debía ser demoledor. El equipo de Caparrós acostumbra a imponer de salida un ritmo que asuste, que haga recular al contrario como en los viejos tiempos. Además, Villa desequilibraba el duelo de delanteros con Fernando Llorente a la primera de cambio y rompía su maldición a domicilio donde no marcaba hacía tres meses.
Quizás ese gol fue el que cambió el guión, el que lo convirtió en un asunto racial, de esos que ningunean el centro del campo y optan por el intercambio de golpes. Y ahí el Athletic se mueve bien. Con el corazón juega mejor que con la cabeza. Y con la cabeza marcó el tipo más frío del equipo, Gabilondo, ante la pasividad de los centrales valencianistas. Definitivamente no había defensas, ni centro del campo entendido como el cuarto de máquinas del fútbol. Había energía e intención. El Valencia atacaba por abajo, con diagonales entre Joaquín, Villa y Mata (superiores a sus marcadores) y el Athletic por arriba, con Llorente muy superior a los centrales. Ida y vuelta en un vaivén intrépido, al que se le pueden sacar defectos tácticos pero del que se puede disfrutar de sus emociones. Algo así como la sístole y diástole del fútbol.
Marcó Morientes en otro triangulo del Valencia y empató Javi Martínez en otro centro de David López. Y hasta ahí. El descanso amansó a las fieras. Al retorno del vestuario daba la sensación de que ambos entrenadores habían dicho lo mismo a sus muchachos. Emery seguramente les pidió control de la pelota y Caparrós exigió a los suyos templanza. Basta de infartos futbolísticos. Y ahí emergió la figura de Fernandes, que empezó a amasar el juego, a controlar el balón, a quitarse de en medio al Athletic ya definitivamente entregado a la causa de evitar el gol y confiar en alguna contra, alguna genialidad, algún golpe de fortuna.
Curioso. El Valencia con más balón en las botas hizo menos ocasiones. Apenas se asomó a la casa de Iraizoz y el Athletic dio más protagonismo a Toquero (sustituto de Vélez) que a Llorente. Podía sonar a conservadurismo en sus distintas formas, a apuesta en la ruleta de la fortuna. Emery incluso retiró a Villa, que todo lo que tocaba lo convertía en peligro y Caparrós metió a dos laterales en la banda izquierda para frenar a Joaquín. El buen cine había acabado. Pero quedaba un final sorprendente. Un penalti en el último instante (claro, de Fernandes a Javi Martínez) lo transformó Llorente para igualar su duelo con Villa y dar una victoria al Athletic que pudo caer de cualquier lado.
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