Feliz 2010
La idea para el título me la proporciona mi amigo el cineasta (contra viento y marea) Alfonso Ungría, que introduce una muy prudente muestra de realismo en su felicitación, dando por definitivamente perdido para la dicha colectiva el año que comienza. Para la felicidad, este planeta es una pobre morada, creo que decía el poeta Esenin (¿o fue quizá Blok?). Y en este año lo será aún menos, a juzgar por lo que viene soplando. Y no me refiero sólo a la crisis, sino al enervante olor acre a pólvora y sangre que llega de la tierra (hoy) menos santa del planeta. En cuanto al mundo editorial, qué quieren que les diga, tampoco allí atan los perros con longanizas de cerdo ibérico. Las "reestructuraciones" están a la orden del día en los seis megagrupos editoriales de las corporaciones del entretenimiento que controlan la producción de ideología dominante. Tras lo que los directivos de la cadena librera Barnes & Noble han calificado como peor año en ventas de la historia editorial, en Random House (Bertelsmann), Simon and Schuster (CBS) o Harper Collins (Viacom, propiedad del virrey Murdoch) se reducen gastos al tiempo que se invita a editores y empleados a limpiar sus mesas, depositar sus efectos personales en la caja de cartón y largarse con la música a otra parte. Sólo les falta pedir árnica a Papá Estado -"uno de los nuestros", según suponía Engels-, como ya ha hecho puntualmente la industria del automóvil. Y todo eso en medio del repulsivo y coreado esplendor de ese filantrocapitalismo neocompasivo (Gates, Buffet) en el que la limosna de aquellos a quienes se les sale la plusvalía por las orejas no evita que la factura médica siga siendo una de las primeras causas de ruina familiar en un país en el que curarse decentemente constituye un lujo. Al ritmo que van los despidos en ése y otros sectores (sí, también en el de la prensa), los historiadores del futuro tendrán que dedicar muchas páginas al estudio de las variedades de mendicidad que surgieron a principios del tercer milenio en el país más poderoso del mundo, como hiciera el historiador Bronislaw Geremek con las distintas categorías de mendigos y vagabundos medievales europeos (La estirpe de Caín, Mondadori: agotado hace demasiados años). Mientras, los managers se estrujan el coco diseñando estrategias de venta y cruzando los dedos para que se produzcan muchos milagros del tipo Dan Brown o Stephanie Meyer o J. K. Rowling. O, aún mejor, algo que fuera un popurrí de todos ellos, como ocurría en aquellas malísimas películas de terror en que convivían Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo. Por eso no creo que las memorias que Laura Bush ha empezado a escribir (y que ya ha contratado Scribner, un sello de Simon & Schuster) contribuyan a sacar a la industria del apuro: al fin y al cabo, durante el reinado de los Bush no ha habido (que se sepa) ni becarias sicalípticas, ni presidentes salidos como mandriles, ni heterodoxas introducciones vaginales de cigarros habanos en el Despacho Oval, lo que restará morbo comercial a las reminiscencias casablanquinas de la (todavía) First Lady. Pero la vida es como es, y ya hay editores en EE UU que están pensando en reducir drásticamente los anticipos de los autores más vendedores a cambio de ofrecerles derechos de autor de hasta el 50%. A ver si reduciendo las inversiones capean el temporal que se les viene encima. Lo nunca visto.
Poco a poco, va creciendo el número de biografías literarias y retratos de grupo de escritores que se publican en España
Mamporro
Poco a poco (y afortunadamente) va creciendo el número de biografías literarias y retratos de grupo de escritores que se publican en España. Destaco, entre las últimas muestras recibidas, Hölderlin, el rayo envuelto en la canción (Trotta), de Antonio Pau, quien ya nos había obsequiado con una notable Vida de Rainer Maria Rilke, publicada en la misma editorial. Apoyándose en un intenso trabajo en archivos y fuentes primarias, Pau despliega la vida del poeta ilustrándola con versos que fueron marcando hitos en su trayectoria o en su evolución vital. Más anecdótico y un punto morboso es De Gabo a Mario, un retrato de grupo (informado, aunque parcial y confianzudo) de los escritores del boom llevado a cabo por los profesores Ángel Esteban y Ana Gallego, que publicará próximamente Espasa. Además de contarnos grandes y pequeñas infamias (como la indigna propuesta de Haydée Santamaría a Vargas Llosa transmitida por Alejo Carpentier), lealtades políticas a prueba de purgas, sonoras rupturas (siempre con la Revolución cubana como telón de fondo) y cotilleos más o menos cultos acerca de aquel grupo de escritores que transformaron definitivamente la narrativa que se hacía en castellano, los autores han planteado su relato como una especie de crónica de suspense diferido que alcanza su clímax con el célebre y ya muy relatado mamporro que propinó el señor Vargas a su ex amigo señor García el 12 de febrero de 1976, una fecha a la que los autores del libro parecen conceder tratamiento legendario. Por lo demás, espero con auténtica ansiedad la publicación (Tusquets, en febrero) de Vidas y muertes de Luis Martín-Santos, por la que José Lázaro obtuvo el último Premio Comillas. Hacía tiempo que venía echándose de menos una aproximación biográfica seria (y ésta promete serlo) al malogrado autor de Tiempo de silencio (1962), una novela que -junto con las que nos llegarían de Latinoamérica en los años de esplendor del boom- contribuiría de forma fundamental al cambio de paradigma narrativo que se manifestaría plenamente en España a partir de mediados de los setenta.
Bibliobús
Una modesta proposición. Habida cuenta del auge de los medios de transporte urbano como vehículos publicitarios de cuestiones metafísicas (Dios existe o no) que filósofos y teólogos han intentado dilucidar desde Parménides de Elea hasta Cañizares de Toledo, y antes de que el probable éxito mediático de dicha campaña suscite el mimetismo de otros sectores tradicionalmente enfrentados (darwinismo o creacionismo, poesía de la experiencia o de la inexperiencia, a pelo o a pluma, maulets o botiflers, etcétera) y les lleve a acaparar los espacios de los autobuses para colocar sus respectivos anuncios, propongo a la Federación de Gremios de Editores de España (que estos días se muestra tan unida) que se apresure a contratar sus propios anuncios para defender su producto estrella en esta época de posible contracción de ventas. Desinteresadamente, y sin esperar agradecimiento ni condecoración alguna, mi loca cabecita ha conseguido pergeñar el lema más apropiado (aunque reconozco que un poco largo) para una audaz y novedosa campaña de promoción de la lectura. Ahí va: "Probablemente, el libro, tal como lo entendemos desde Gutenberg, deje de existir algún día, sustituido por artilugios electrónicos de lectura. Bien, ¿y qué? Deja de preocuparte y disfruta leyendo lo que puedas". De nada, a mandar, soy una esponja.
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