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Reportaje:Apuntes

Valencianos en grandes centros de investigación

Los campus envían alumnos al MIT y al CERN y acogen a otros de países pobres

"Ni me lo pensé. Tenía la sensación de que todo iba tan rápido como en EE UU, pero para un ingeniero no hay nada por encima del MIT [las siglas inglesas de Instituto Tecnológico de Massachusetts]", dice José Antonio Rodríguez, estudiante de un máster en la Universidad Politécnica de Valencia. Su compañero de universidad Miguel Ángel Sánchez tampoco dudó y recuerda desde Wisconsin, donde acaba la Ingeniería Electrónica con una beca de intercambio, cómo aceptó: "Me llamaron un viernes y salí el lunes". Ninguno titubeó y marcharon a Turín, al taller de élite Vehicle Design Summit 2.0 del MIT.

Miles de estudiantes y científicos valencianos parten de sus universidades cada año, pero no todas las estancias son iguales. Hay algunas sobresalientes. Y es que podemos encontrar a valencianos en proyectos del MIT, en cuyas aulas imparten clases premios Nobel, o en el CERN, el centro de investigación nuclear más prestigioso del mundo.

"Ni me lo pensé: el MIT me llamó el viernes y me fui el lunes"

En Turín, el trabajo de los dos alumnos de la Politécnica, únicos representantes españoles entre 30 alumnos de 13 países, consistió en fabricar el chasis de un vehículo eléctrico y respetuoso con el medioambiente, para China e India. Ambos coinciden en lo privilegiado de la experiencia: "Turín es la capital mundial del diseño del automóvil y en torno a ella giran Ferrari, Bertone, Alfa Romeo, Pininfarina... Como trabajábamos en el proyecto del MIT, cualquier empresa y universidad nos proporcionaba los recursos para fabricar nuestro vehículo". Además, expusieron su prototipo en una feria junto a la flor y nata de la industria automovilística mundial. José Antonio Rodríguez confirma que le acaban de llamar del MIT para coordinar el proyecto de continuación del vehículo; Miguel Ángel Sánchez baraja varias posibilidades: continuar en América, Alemania o quizá China. "En España tal vez pudiera encontrar un trabajo adecuado en Madrid, pero la Comunidad Valenciana está perdiendo el ya insuficiente tejido industrial".

Con ellos son ya cinco los alumnos de la Politécnica que han participado en este taller del MIT. La relación entre ambas instituciones surgió hace ocho años cuando dos profesores de ambos centros, Douglas Morgenstern y Adolfo Plasencia, impulsaron un foro de intercambio educativo (http://mitupv.mit.edu) entre las instituciones en el que han participado 3.700 estudiantes y que aún continúa hoy. Por eso, cuando las directoras del Vehicle Design Summit del MIT dialogaron con tres chavales de la Politécnica (universidad que conocían por el foro) que estaban en el equipo vencedor de la competición mundial de vehículos alternativos Shell Eco-Marathon de Nogaro (Francia) con el Taronget, un bólido ecológico, no dudaron en ficharlos, y ahí empezó todo.

Para David Calvo, estudiante de la Ingeniería Electrónica en la Universitat de València, la historia comenzó en agosto cuando llegó al CERN de Ginebra. Debería haber estado en Finlandia en un intercambio Erasmus, pero lo pospuso por trabajar cinco meses en el centro nuclear más potente del mundo. "Estoy encantado. Impresiona todo y he tenido la suerte de estar aquí en dos fechas muy señaladas: cuando se introdujo el primer haz de protones y cuando se inauguró el LHC, el mayor acelerador de partículas del mundo". Pero no solo los investigadores valencianos hacen las maletas. Al rastrear en las universidades es posible encontrar la situación inversa: jóvenes investigadores de países en vías de desarrollo que acuden a nuestras universidades para actualizar sus conocimientos o desarrollar sus investigaciones. La Universitat de València dispone de un programa de formación en este sentido, en el que se concedieron 32 becas, en su mayoría para estudiantes de América Latina, el curso pasado. Esta ayuda cubre los gastos de alojamiento y manutención en el Colegio Mayor Luis Vives, el billete de ida y vuelta, y una asignación mensual de 250 euros.

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Tanto Liz Cristina Ysla como Darío Hermoso han venido desde Perú con esta beca. Ella, profesora de un instituto, para realizar un trabajo de investigación sobre el lenguaje oral en la etapa infantil para su doctorado; él, profesor de Matemáticas para estudiar los procesos de aprendizaje de los niños en su materia. Ambos prevén aplicar, que "no copiar", lo que aprendan aquí, porque sus contextos son diferentes. "La vida aquí es fabulosa, pero no devolver la investigación a nuestros países sería muy egoísta", piensa Hermosa, procedente de Huancavelica, una de las zonas más deprimidas de su país. Ha quedado sorprendido por la cantidad de recursos para la investigación: el acceso a las revistas electrónicas, la posibilidad de sacar libros de la biblioteca (allí se prestan en sala)...

"En Perú hay poca oferta para especializarte y por tanto es cara", argumenta Liz Cristina. La estancia le está sirviendo "para ampliar horizontes, personales y académicos" y asegura que "cruzar el charco" no le ha supuesto "un choque sino una adaptación". Incluso acude a cursos de catalán de la Universitat. Los tutores valencianos que participan en este programa, lo hacen sin compensación horaria ni económica.

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