Ayer en la nieve, hoy en el cole

Elsa está enfadadísima. Quiere ir en trineo. Pero su madre se ha empeñado en que esquíe. Así que ni para una ni para la otra. Elsa, de cuatro años, se ha quedado en la cafetería de la estación de Valdesquí con su abuela y su tía; y su madre, en la pista. Con su minimono rojo, el casco a juego y las botas de esquí todavía puestas, Elsa pone morritos. No habla ni para decir qué le han traído los Reyes.

Con los regalos recién abiertos y el colegio a punto de empezar, los niños apuraron ayer el último día de vacaciones. Algunos, como Elsa, fueron a esquiar a Valdesquí, en Rascafría. Lucía también fue allí. Y se lo tomó con muchas ganas. Con sólo cinco años, ya baja pequeñas pendientes acompañada de su padre. En la sierra, el termómetro marca 10 grados bajo cero, pero Lucía ni se entera. "¡Otra más!", le pide a su padre. Está estrenando unos esquís que le han traído los Reyes. "Pero me gusta más la maleta de la Barbie", parlotea.

La Nintendo DS ha sido el regalo estrella de estas navidades

Unas mil personas acudieron a Valdesquí, según el director de la estación, Agustín Ramírez. El día fue bastante flojo en comparación con un fin de semana, cuando hay más de 3.000 deportistas. Los niños salían y entraban de las instalaciones. Unos para esquiar, otros sólo para tirarse bolazos de nieve. Como Clau, diminutivo de Claudia, que subió con su padre y su hermana. Los Reyes le han traído una Bratz de mechas. "Y una bicicleta", apunta su padre, que le está quitando la nieve de las botas para irse. Pero no va a ser tan fácil. "¡Clau! ¡Mira lo que he conseguido!", grita su hermana con una bola de nieve gigante en la mano. Sálvese quien pueda.

Otra Claudia, el nombre de moda en Valdesquí, recita sus regalos: "La Baby Boom de dientes, unos pendientes, un collar, una batería, un patinete, películas de vídeo...". Su lista es interminable. "¡Y una Nintendo DS!", sigue. Si Claudia es el nombre de moda, la Nintendo DS es el regalo estrella. A la tercera Claudia de Valdesquí, de cinco años, también le han traído una Nintendo DS, además de un piano. Y a la cuarta Claudia, de 10, no le han traído la consola porque ya la tiene. "Pero juegos, sí", alardea.

El bar está calentito y lleno. Lo que más vende es el caldo, a dos euros, y el chocolate, a 1,50. Mauro y Mario, de cuatro y cinco años, descansan en uno de los bancos. Se han pasado media mañana pateando la nieve, como si les fuera la vida en ello. Son de Palma de Mallorca y le han pedido a su padre que les llevara a ver la nieve. "La casa de Papá Noel", le han dicho. Es su último regalo antes de volver a la isla. En el bar también descansa Nicole, de 8 años; Marcos, de 12; Sabrina, de 6; Carolina, de 9...

Óscar, en cambio, está en la sala de espera de la clínica de primeros auxilios de la estación con un labio partido. Tiene ocho años. "Ha hecho algo raro, se ha caído y se ha clavado el bastón en la boca", explica su madre. La doctora Susana le atenderá en breve. Está ocupada enyesando a Carlos, de 28 años. Ha querido hacer una monería con la tabla de snow y se ha roto la muñeca. Muy malas noticias para un diseñador multimedia freelance.

A las tres, la estación está a punto de cerrar. En la pista de iniciación, una niña con mono y casco rojos sube empujada por un adulto. Se resiste y se tira a la nieve, adrede. Está enfadada. Así, de espaldas, parece que Elsa al final ha tenido que ceder y subirse a los esquís. Seguro que va de morros.