Las melodías robadas de un héroe de barrio
Joe Crepúsculo convierte 'Supercrepus' en uno de los mejores discos de 2008
Jöel Iriarte entra por la puerta del bar Olímpic, en pleno Raval barcelonés. Zapatos de punta, camisa a cuadros, tupé y chaqueta de cuero que parece rescatada de un envío de ayuda humanitaria a Kenia. El bar huele a barrio y los chinaskys del lugar se sirven ellos mismos los sol y sombra. Lo bueno de citarse con miembros de la banda Tarántula es que siempre te descubren un entrañable cutrebar.
Joe Crepúsculo, que es el nombre que utiliza este músico de 27 años desde que se diera a conocer tocando los teclados en Tarántula (tal vez la mejor banda que ha parido esta ciudad desde El Último de la Fila), pide una cerveza. Suena el teléfono. Pide disculpas y sale del bar. Deambula arriba y abajo de la acera con el semblante serio. Al cabo de 10 minutos, el hombre que editó a principios de año Escuela de zebras y que el pasado mes de noviembre le dio continuidad con el majestuoso Supercrepus, una obra de pop de orfebrería, desacomplejado pero ambicioso, sincero pero descreído, melódicamente impecable y conceptualmente redondo, se sienta de nuevo en la mesa, pega un trago largo de su cerveza y se acomoda en un silencio que tiene mucho más de tímido que de impostado. "Me acaban de decir que la revista Rock de Lux ha escogido mi disco como el mejor álbum nacional del año. Eso debe de ser bueno, ¿no?".
Supercrepus es un disco que, como todos los editados por Producciones Doradas, se puede descargar gratis. Además, si te cruzas con Joe en cualquier bar geriátrico del barrio es probable que te regale una copia del álbum. Siempre lleva alguna encima. "Voy grabando CD's y se los doy a la gente. Le di uno incluso a Vincent (Leone, el vocalista de Tarántula), aunque sé que jamás lo sacará de la funda, él sólo escucha rockabilly". Justo lo contrario que Crepus, un tipo que ha escrito un disco con una veintena de temas que versan sobre el amor. Según él, la versión reducida y menos salvaje de aquel 69 love songs de Magnetic Fields. "Presté mucha atención a las letras. Si escribes una mala letra, se va a quedar ahí toda la vida y eso puede ser una tortura. Además, si tengo que salir cada noche a cantar algo, mejor que sea algo que me gusta y que no me avergüenza". Musicalmente, el disco ha sido emparentado con el pop de juguete de la factoría austrohúngara y con el lado más introspectivo de cierto indie de los noventa, pero lo cierto es que Joe es un tipo con los gustos de más difícil consenso entre la que se supone su audiencia. "Soy fan de Elton John, de Supertramp y, sobre todo, de Dire Straits. El álbum está repleto de referencias a ellos, tanto en las letras como en algunas melodías medio robadas. Por eso, cuando se me emparenta con cosas como muy cool, me da el ataque de risa".
Con una agenda de conciertos repleta hasta mediados de febrero y a punto de entrar en el estudio para finalizar el segundo largo de Tarántula, Joe estrena remezcla de El Guincho y pretende continuar con su hemorragia creativa editando otro elepé."Lo que realmente quiero es conseguir melodías memorables, aunque tenga que robarlas. Jamás he sido cool. He pasado de pastillero a rocker mongoloide con Tarántula y ahora a sablear a Dire Straits. A pesar de ello, me votan disco del año".
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