_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La crisis 'opulenta'

El último cuatrimestre de 2008 ha sido desconcertante en cuanto a la orientación de las políticas fiscales, que se movieron desde una conspicua acción de gabinete a la urgente respuesta a un cataclismo; es decir, de la gestión ordinaria al socorrismo.

Tal cambio es congruente con la evolución de la crisis, que, más que como un proceso social, se ha comportado como una catástrofe natural: por el mes de marzo era una borrasca un tanto amplificada, transformada allá por julio en una tormenta tropical que a lo largo del verano evolucionó a huracán y acabó sembrando de devastadores tornados el final del año.

Así, no es de extrañar que lo que a la altura del mes de septiembre era una estrategia fiscal de contención del gasto para absorber los incrementos automáticos y las reducciones de ingresos derivados de la crisis, haya evolucionado hacia la provisión de diversos fondos, a financiar con deuda, destinados a incrementar la actividad.

Crisis aparte, Galicia necesita más y mejor Administración local, ahí queda mucho por hacer

Pero lo más llamativo es que uno de esos fondos, ¡de 8.000 millones de euros!, se haya orientado a la financiación de obras municipales, en uso imprevisto del principio de subsidiariedad.

En efecto: los municipios juegan en el club de las administraciones públicas españolas el papel de señor rural o de pequeño burgués venido a menos y poco de fiar, porque, como los miembros de las castas inferiores hindúes, han llegado a la indigencia por deméritos propios, por su mal karma. A los ayuntamientos se les reprocha el urbanismo disparatado, la corrupción, el estilo cutre y hortera de Julián Muñoz, la frivolidad y la venalidad de obras infinitas, a veces faraónicas, otras liliputienses, pero muchas veces dudosas, precipitadas, discutibles.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Por eso, los ayuntamientos, a la altura de octubre, se enfrentaban solos a un lamentable escenario para sus cuentas de 2009: gastos crecientes y menores ingresos, tanto por participación en los del Estado como por la ralentización de la actividad urbanística.

Y en estas aparece el nuevo fondo estatal: unos 500 millones de euros para los ayuntamientos gallegos, a gastar en un año en relación proporcional a los habitantes empadronados. Esa cantidad es algo superior a lo que van a costar los 12 años de construcción de la Cidade da Cultura, y algo inferior a lo necesario para concluir el puerto exterior de A Coruña.

Todas las obras tienen que empezar a principios del segundo trimestre de 2009 y concluirse en el primer trimestre de 2010. Para que los trámites sean ágiles, cada actuación no puede superar los 5 millones de euros, límite hasta el cual la normativa europea no exige formalidades de publicidad incompatibles con la urgencia del caso.

Pues bien, este fondo puede enjuiciarse desde dos perspectivas: la de su eficacia como paliativo de los efectos de la crisis sobre la actividad y el empleo del sector de la construcción, y la de su racionalidad para la atención a las necesidades de infraestructura de nuestros pueblos y ciudades. Si en lo primero caben pocas dudas sobre su impacto, en lo segundo el efecto será más discutible.

Las actuaciones serán variadísimas, y mientras los municipios que trabajan con seriedad encontrarán la forma de aplicar esos recursos a atender los dos problemas más acuciantes de nuestras ciudades (la renovación y adaptación a las nuevas exigencias ambientales de las infraestructuras -ciclo del agua, servicios tecnológicos y energía-, y la movilidad -peatonal y de transporte público metropolitano-), otros muchos, sin capacidad ni interés, gastarán "su" dinero en reurbanizaciones de dudoso gusto o en equipamientos ociosos, ejerciendo de opulentos a cuenta de la crisis.

Para evitar que las anécdotas pintorescas y extravagantes, que seguro se darán, consoliden la mala prensa de los ayuntamientos, estos deberían recordar que la mejor inversión es un buen proyecto, que los proyectos requieren recursos y que en casi todas las áreas de la acción pública un buen proyecto acaba necesitando de una visión local: ese plano en el que todas las cosas se relacionan, se integran y se potencian.

Porque, crisis aparte, la comunidad gallega necesita de más y mejor Administración local, y ahí aún queda mucho por hacer.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_