Escasamente Dadá
Zúrich, 1916. Hugo Ball, uno de los fundadores de Dadá, definiría más tarde el lugar y la época como "una jaula de pájaros rodeada de rugientes leones". Los pájaros eran una multitud de abigarrados personajes -artistas, escritores, disidentes políticos, revolucionarios, desertores, pacifistas, contrabandistas- estrechamente vigilados por espías de las potencias en liza, y que se hacinaban en la ciudad unidos por el común deseo de escapar a la enorme carnicería desatada en Europa. Deseaban huir de una guerra calificada de "imperialista" por Vladimir Ilich Ulianov, quien también se había refugiado, junto con su esposa, Nadezhda Krúspskaia, en la ciudad transalpina después de intentar imponer en la reciente Conferencia de Zimmerwald su tesis acerca de la necesidad de convertir la guerra imperialista en guerra civil de clases. En Zúrich -donde Lenin pondrá punto final a El imperialismo, fase superior del capitalismo- la pareja alquila un piso en el 14 de la calle Spielgasse, en cuyo número 1 los futuros dadaístas han convertido el Cabaret Voltaire en su cuartel general. En Lenin Dadá (Península), Dominique Noguez ha realizado una investigación exhaustiva para demostrar no sólo que el líder bolchevique era poco menos que un habitual de las primeras reuniones del grupo, sino que tuvo que ver en su mismísima fundación, en la denominación por la que se lo conoce (Da, da -"sí", "sí", en ruso- habría exclamado achispado durante la actuación de una bailarina) e incluso en alguna de sus composiciones poéticas más o menos colectivas. Noguez, que ha retorcido el sentido de los documentos para que digan lo que le conviene que digan, llega a sugerir que la Revolución Rusa no fue otra cosa que una especie de gigantesco happening ubuesco, el supremo acto dadá por excelencia. El libro resulta a la vez divertido y patético en su intento de dar contenido a la coincidencia en la misma calle de Tzará y sus amigos y el revolucionario ruso. Sobre todo si tenemos en cuenta la peculiar crispación de Lenin ante todo lo que considerara "distracciones" de la senda revolucionaria, y que queda bien patente en aquellas declaraciones que recoge Gorki a propósito de la sonata para piano en fa menor (Apassionata) de Beethoven (su favorita): "No puedo escuchar esa música con frecuencia, me altera los nervios y me entran deseos de decir cariñosos disparates y de acariciar a la gente que viviendo en un sucio infierno es capaz de crear tal belleza". Me he vuelto a encontrar con la tremenda anécdota en un libro imprescindible -un ameno y muy bien contado recorrido por la música del siglo XX- que todavía (que yo sepa) no ha interesado a ningún editor español: The Rest is Noise (Farrar, Straus & Giroux). En cuanto al libro de Noguez, esperemos que su imaginación y su capacidad para exasperar las coincidencias le sirvan para emprender, por ejemplo, otra simpática obra en la que se documente un improbable ménage à quatre entre Lenin y señora y la pareja formada por James Joyce y Nora Barnacle, también residentes por entonces en la babilónica ciudad neutral. Todo es proponérselo.
Noguez llega a sugerir que la Revolución Rusa no fue otra cosa que una especie de gigantesco 'happening' ubuesco, el supremo acto dadá por excelencia
Franco
Escasamente dadá era también -salvo que Pío Moa descubra un día lo contrario- Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde, militar y político español a quien el historiador Joaquín Arrarás llamó "timonel de la dulce sonrisa" (y el catedrático Joaquín Entrambasaguas, "literato insigne"), y del que en abril de este año se conmemorará el 70º aniversario del que fue su gran momento, y que coincide -lo que son las cosas- con el peor para, al menos, la mitad de los españoles que entonces todavía seguían vivos. Ya sé que no hay que remover viejos rencores y que el muerto al hoyo (¿por cierto, dónde están los hoyos de tantos muertos?) y el vivo al bollo. Y sé también, gracias a La ciudad dividida (Katz), el espléndido ensayo de Nicole Loraux, que el olvido fue la cauterizante terapia impuesta a los atenienses tras la guerra civil (403 antes de Cristo) para conseguir la reconciliación entre las facciones, cuyos supervivientes nunca deberían "recordar los males del pasado" para poder reconstruir su convivencia. Pero aquí no ha funcionado, sobre todo porque el Dictador olvidó, tras su victoria, hacer el menor gesto de reconciliación hacia los vencidos, ocupado como estaba en laminarlos para siempre. Españoles, perdonad pero no olvidéis, rezaba el título del gigantesco cuadro sobre la masacre de Paracuellos (su autor, el cubano Mariano Izquierdo, lo fue también de escenas de interior con "humildes encajeras" de Camariñas) que hasta hace muy poco podía contemplarse en el Museo del Ejército. Pero aquí no hubo ni perdón, ni mucho menos olvido, lo que todavía trae cola. Leo con mezcla de interés y prevención Le temps de Franco (Fayard), de Michel del Castillo, un récit -una narración, no una biografía en toda regla- en la que el estupendo prosista franco-español reinterpreta -a partir de su experiencia y de fuentes secundarias- la vida, la carrera y la época de aquel militar africanista que parecía poca cosa -"Franquito" le llamaban sus compañeros- y terminó metiendo a España en un puño durante cuarenta años. Sugerente y polémico, Del Castillo afirma en sus conclusiones que los españoles de hoy no hemos aprendido a ser ecuánimes con aquella "realidad incontestable", que la puesta en cuestión del "pacto de olvido" de la Transición supone jugar con fuego, que ningún perdón -lo que no significa olvido ni justificación de los crímenes terribles- puede fundamentarse en el odio. Y que aquí todavía se odia mucho.
Análisis
Por si a algunos de mis improbables lectores pudiera interesarle, estudio y comparo los (40) mejores libros del año que hemos elegido los "críticos y colaboradores" convocados por Babelia, y cuyas listas colectiva e individuales pueden consultarse en la página web de este diario. De los 40 títulos, 24 corresponden a lo que podríamos llamar narrativa; 5 a correspondencia y memorias, 6 a poesía, y 5 a ensayo. En cuanto a la relación de fuerzas editoriales, se registra un clarísimo empate: 20 han sido publicados por 13 independientes (de tamaño variable, eso sí) y otros 20 por 4 grandes grupos. Las independientes son Anagrama (4 títulos), Tusquets (3), Bartleby y Acantilado (2 cada una), Minúscula, Siruela, Visor, Global Rhythm, Hercé, Lengua de Trapo, Salamandra, Periférica y El Olivo Azul (1 cada una). Los grandes grupos presentes en la lista final han sido Random House Mondadori (con 8 títulos), Planeta (6), Santillana (4) y RBA (2). En términos absolutos, el sello editorial con más títulos ha sido Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, una de las estrellas de la constelación Random House. Por último, 19 de los libros seleccionados fueron escritos originalmente en español, y 21 son traducciones (una del catalán). Si se fían de nuestras opiniones, les recuerdo que los libros seleccionados están a la venta y pueden conseguirse en las buenas librerías. Que los disfruten. -
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