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Columna
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Indignados

Es de sobra sabida la relación entre el teatro y la política. No quiere esto decir que toda postura política sea una pantomima, pero sí hay mucha impostación. No conviene creerse de buenas a primeras todo lo que se oiga porque en la política se suele decir más veces lo que conviene que lo que de verdad se piensa. Últimamente, hasta la indignación suena un poco falsa. Cuando más indignado ve uno a los políticos más tiene que ver una actuación de cara a la galería. A veces, la indignación no es tan santa como pregonaba Ignacio de Loyola, sino una concesión al pueblo soberano. No creo de verdad que todos los políticos estén tan indignados con el Consejo General del Poder Judicial, empezando por el propio presidente del Gobierno. La España profunda está enfadada por toda la sucesión de hechos que condujo a la muerte de la niña Mari Luz y conviene buscar culpables que no estén en las propias filas. Los jueces han sido la diana y, en este caso concreto, el juez Tirado. Es urgente aclarar que este famoso juez no es el autor de la muerte de Mari Luz, que una serie de fatales coincidencias y de negligencias llevaron al trágico suceso. Una de ellas fue la no ejecución de una sentencia previa que pesaba sobre Santiago del Valle, todavía presunto autor hasta que haya una sentencia firme. Digo esto porque se ha procedido al linchamiento público del juez Tirado y no hay sentencia condenatoria sobre Santiago del Valle. Quiero creer que tanto el presidente del Gobierno como tantos políticos del PSOE y del PP que han tronado contra la resolución del Poder Judicial sobre el juez Tirado lo hacían movidos por un deseo populista, demagógico, de quedar bien ante los ciudadanos más que por un intento de controlar a los jueces. No creo que nadie, ni el ministro Bermejo, tenga afanes preconstitucionales de volver al control gubernamental de los jueces, ni siquiera en materia sancionadora. Está muy bien eso de acusar de corporativismo a los jueces pero cabe preguntarse ¿por qué han elegido tantos para el Consejo General de Poder Judicial? Hace sólo unos meses que el actual consejo fue aprobado por el Parlamento y ya parece no servir. Por tanto, es preferible pensar que tanta indignación es una pose. Si no fuera así sería mucho peor. Puede que alguno de los que han hablado haya obrado con sinceridad, pero plantear otra reforma legal por este caso, como ya se ha hecho con el Código Penal, parece a todas luces desproporcionado.

Está indignado Javier Arenas, y en eso parece sincero, porque el presidente de la Junta Andalucía haya sido de los primeros llamados por Zapatero para las consultas sobre el nuevo modelo de financiación. No debe agradar al líder del PP que Chaves tenga tal prestigio político y que Andalucía tenga peso en el concierto de las regiones españolas al mismo nivel que Cataluña. Y esto ocurra sin levantar la voz, sin amenazar con rupturas ni con indisciplinas de voto. Tanto decir que Chaves no pinta nada, que Andalucía no cuenta y resulta todo lo contrario. Así se comprende el enfado de Arenas. Peor aún es su papel como responsable de política autonómica del PP. Él, que había dado a entender que era el Deng Tsiao Ping del Partido Popular, el verdadero poder en la sombra, y se entera por el telediario que Esperanza Aguirre está entusiasmada con la propuesta de Zapatero. Se le debió poner la cara de una vaca mirando un tren. Aprisa y corriendo se monta una reunión de dirigentes regionales en Madrid para ver si todos dicen lo mismo, pero el ínclito Arenas tampoco puede impedir que Camps salga contento de su encuentro en la Moncloa. Será complicado que el Gobierno de España complazca a todos, pero es seguro que para Andalucía será mejor que cuando Arenas y Rajoy mandaban en Madrid y no nos reconocieron el censo, con una deuda de 2.000 millones de euros que Zapatero resolvió en una de sus primeras decisiones como presidente. En materia de financiación y deuda histórica, Arenas baila sobre el alambre. Y, como alguno más de su partido le vuelva a dar un susto, caerá sobre la pista.

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