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Inaugurada la montaña rusa del Tibidado con niños a favor y zapatazo vecinal

La nueva montaña rusa, levantada sobre los restos de un encinar centenario, empezó ayer a rodar sobre los 109 pilones de cemento que recorren el parque de atracciones del Tibidabo, de propiedad municipal. Lo hizo frente a un público entregado: los niños y visitantes, que no pararon de hacer largas colas para subir a la atracción, y una docena de vecinos, que no cesaron de vocear contra el alcalde, Jordi Hereu, por cargarse un "bosque" sin contar con el apoyo del distrito, que se pronunció varias veces contra el proyecto por la tala de encinas que comportaba. Las quejas culminaron en un lejano y fallido lanzamiento de un zapato contra el alcalde, que ni se enteró porque cayó a unos 20 metros de la representación municipal.

Hereu fue de los primeros en subirse a una atracción que ha costado tres millones de euros y quitó hierro a las acusaciones de talar monte para hacer hueco a más atracciones. "Habrá el triple de encinas de las que había antes", subrayó. El Ayuntamiento ha replantado 2.134 arbustos y 217 árboles tras arrancar 58, cifra esta última que los ecologistas amplían a más de un centenar. Los vecinos replicaron que Hereu confunde bosques con semillas. "Harán falta décadas para que los árboles se parezcan a los que han talado", precisó Juli Fontova, de la plataforma en defensa de Collserola. Éste lamentó que el cemento crezca en el Tibidabo: hace dos años ya se talaron decenas de árboles para construir unas taquillas y una nueva atracción, el Péndulo. Entonces el Ayuntamiento señaló que los arbustos replantados sustituirían con creces a los antiguos. Tras las restricciones de riego impuestas por la sequía, la mayoría han muerto sin apenas tiempo para haber germinado.

Ajenos a la protesta vecinal, los niños prestaban atención a los 80 kilómetros por hora que alcanza la montaña rusa. "¿Por qué se quejan? Si es muy divertido", insistió Marc Cartes, de ocho años y algo mareado tras la cuarta subida a la atracción.

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