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Patinaje sobre un símbolo del pasado

A las afueras de Gijón, Laboral Ciudad de la Cultura ha recuperado el edificio de Luis Moya, un monumento del franquismo con algún guiño moderno por el que pasan a diario 5.000 personas

Harto de escuchar que aquella gigantesca cúpula ovalada no se sujetaría, el arquitecto Luis Moya Blanco colocó a su familia debajo y pidió que retirasen los andamios. Demostrado: las dos toneladas de ladrillo se mantuvieron solas y los Moya sobrevivieron. Lo más probable es que la historia sea falsa; en la vida real, los andamios no se quitan de golpe como en las leyendas, y de ésas tiene muchas la Laboral de Gijón.

Concebida como un orfanato minero a finales de los cuarenta, el proyecto se fue transformando en una Universidad Laboral colocada por el régimen para dar la mejor formación profesional a los hijos de los productores (que no obreros, según la jerga falangista). El sueño personal de Girón de Velasco, ministro de Trabajo, recibió a sus primeros 420 alumnos en 1955. Con el cese del ministro, la obra ya nunca se acabó del todo; sin embargo, el enorme complejo (dos veces El Escorial, al que recuerda), pensado como una ciudad ideal y autosuficiente, alojó y educó a miles de chavales hasta los años setenta. Los jesuitas les enseñaban y las monjas Clarisas cuidaban de ellos.

Cuentan las leyendas que el baldaquino de la iglesia está sin techar porque el Vaticano paró la ofensa: iba a ser más alto que el de San Pedro. También que Dalí había pintado un Cristo, pero los jesuitas se negaron a pagarle el millón que pedía. Por la esfera del reloj de la torre cabría un autobús, dicen, y todavía hay quien jura que las butacas del salón de actos eran de piel de camello (hacía falta uno entero para forrar dos). Luego se encontraron las facturas y resultó que la piel era de cabra.

La leyenda del desmesurado e historicista edificio también pasa irremediablemente por la política. Arquitectónicamente, representa la regresión que supuso el régimen frente al movimiento moderno apoyado por la República; pero hay quien lo destaca como uno de los últimos monumentos clasicistas. Moya coló incluso guiños a los tiempos que corrían fuera. Están en los tejados en forma de escama de los talleres, en las escaleras (todas distintas), en los baldosines de los pasillos (también diferentes para que los niños no se perdiesen), en las ventanas y en la ominosa cúpula con nervios de ladrillo bajo la que puso, o no puso, a su familia.

Sentimentalmente, la Laboral exuda la misma tensión. Por un lado, simboliza el intento del franquismo por disciplinar a los hijos de los obreros; por otro, fue donde muchos ex alumnos encontraron un futuro mejor. Javier Narbaiza explica los sentimientos encontrados en El día en que volvimos a la Universidad Laboral: "La opción de dejar la Laboral, tema que muchas veces valoré, se desvanecía en mis regresos vacacionales al pueblo, cuando percibía el contraste entre mi cómoda vida en el internado y las de mis hermanos y otrora amigos, quienes ya habían empezado a trabajar en el campo".

Tras la dictadura, el edificio se convirtió en una patata caliente. Nadie quería saber nada de aquel monstruo enfático. Tras años dando tumbos, el Ejecutivo asturiano se hizo cargo y en 2005 convirtió la antigua uni en Laboral Ciudad de la Cultura, un conglomerado que aloja la Radiotelevisión del Principado, un centro de formación profesional, una universidad, oficinas de la Consejería de Cultura, la escuela de arte dramático... Todos los días pasan por aquí unas 5.000 personas. Los turistas se pasean en visitas guiadas (es fundamental subir a la colosal torre) y los niños patinan sobre un patrio lateral convertido en pista de hielo. El centro de arte lo dirige con visión contemporánea la ex directora de Arco, Rosina Gómez- Baeza, y en el teatro programan conciertos pop y coreografía vanguardista japonesa.

La Laboral está en Cabueñes, una parroquia a tres kilómetros de Gijón donde también se encuentra el bucólico Jardín Botánico. Entre ambos, la Quinta Duro, un hotel adscrito al sello de calidad Casonas Asturianas, que reúne 50 alojamientos singulares en caserías y palacetes, muchos de ellos hogares de asturianos ilustres. La Quinta Duro lleva cinco generaciones en la familia, desde que la compró el magnate de la siderurgia Pedro Duro a mediados del XIX como casa de veraneo. Antes, desde el XVIII, fue una de las fincas de recreo típicas de las afueras de Gijón, en las que las familias pudientes se relajaban. "Tenían algo de labor, básicamente patatas, leche y huevos para las merendolas", dice Carlos Velázquez- Duro, anfitrión cálido y charloso que está encantado de haber convertido la que fue su casa durante 28 años en un hotel: "Conozco gente de todo tipo y hago lo que hacía mi madre, recibir invitados, ¡pero cobrando!"

Las 11 habitaciones están rodeadas por un jardín de 20.000 metros cuadrados en los que se puede jugar al cróquet, muy en la línea decadente del lugar. Desde este rincón rural es posible caminar por una senda hasta Gijón si uno reúne fuerzas para despegarse de sus sillones y sus conversaciones, que van de la tradición fabril a la vanguardia artística. En uno de los salones, el cuadro Era de machaqueo en la Fábrica de Duro Felguera, pintado por José Uría y Uría en 1899, ilustra cómo eran los altos hornos que revolucionaron Asturias (hoy acogen el Museo de la Siderurgia). El pionero Pedro Duro creó un sistema de protección social y trató tan bien a sus obreros que a su muerte le levantaron una estatua pagando de su bolsillo. Su antigua casa invita a charlar con los huéspedes. Puede la casualidad querer que sean músicos invitados a la Laboral (desde la casa se ve su torre), como la compositora de vanguardia María de Alvear, que hace unas semanas celebró un taller con niños en el teatro. Su coro disonante y libérrimo cantó donde antes la prole de la minería asistía a veladas dominicales bajo la estricta mirada de los curas.

Nuevos usos para viejos espacios. Bajo la cúpula desacralizada de la iglesia, los artistas hacen ahora performances. En la primera película de Mortadelo y Filemón, Javier Fesser disfrazó el monumental patio con los símbolos de la fascistoide Tiranía, república imaginaria. Hoy, los yugos y las flechas que adornaban el patio donde la chavalería hacía gimnasia en formación han sido cubiertos por el logo del Principado.

Neones bajo el águila

Otros símbolos permanecen; es imposible tapar las gigantescas águilas imperiales de piedra. Bajo el escudo preconstitucional del patio, el artista multidisciplinar Avelino Sala colocó hace unos meses un neón rojo. Dice: "El enemigo está dentro. Disparad contra nosotros". Fue el mensaje enviado por los nacionales sitiados en el cuartel de Simancas (Gijón) al buque amigo Almirante Cervera. Los "rojos" habían entrado, el barco debía disparar aunque ellos aún estuviesen dentro, se sacrificarían.

En 2008, el enigma de neón cuelga bajo el escudo como una pregunta. Es un guiño irónico al marketing del poder, y una reflexión seria sobre la memoria histórica; es un disloque de un símbolo político y al tiempo una mirada íntima (¿cómo nos enfrentamos al pasado?). Cada cual que descifre libremente su mensaje, que ésa es la intención del arte. En el 36, no había tal poesía, la orden era literal. Pensando que podía tratarse de una treta republicana para que bombardeasen a su propio bando, el buque nacional pidió que el mensaje se reenviase cifrado. "No hay tiempo de cifrar", respondieron los sitiados. Pero el buque, desobediente, no disparó, y el cuartel fue tomado por los republicanos.

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Este año, la pista de patinaje de la Laboral está en el patio Dórico del monumental
Este año, la pista de patinaje de la Laboral está en el patio Dórico del monumentalPaco Paredes

GUÍA

» Laboral Ciudad de la Cultura (Luis Moya Blanco, 261. Cabueñes, Gijón; 902 30 66 00; www.laboralciudaddelacultura.com). Visitas guiadas y subida al mirador de la torre, 4 euros. Con entrada al Centro de arte y creación industrial, 6 euros. De 10.00 a 18.00; fines de semana, de 10.30 a 18.30. La pista de patinaje (hasta febrero), de lunes a jueves, de 12.00 a 20.00; fines de semana, de 11.00 a 21.00 (5 euros la hora).

» Quinta Duro (Camino de las Quintas, 384. Cabueñes, Gijón; 985 33 04 43; www.hotelquintaduro.com). Desde 88 euros, desayuno e IVA incluidos.

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