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Columna
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Agitadores y sensatos

Andoni Zubizarreta

Bueno, ya pasó, ya hemos visto, oído y disfrutado, en otros casos sufrido, el partido del siglo de cada seis meses. Ya está visto el clásico que, a su paso, menos tertulias ha animado y menos dividendos ha generado, ya sea porque jugar a que el Barça ganaba no parece que fuera algo arriesgado ni el resultado ha adquirido las dimensiones apocalípticas que algún culé interesado había vaticinado en las vísperas. Hablando de los días anteriores al partido, me gustaría que alguien me aclarase por qué si el entrenador del Barça (valdría el del Madrid en otros casos) se pasa una semana diciendo que estos partidos no son para golear siempre hay algún "agitador" interesado que se divierte ninguneando la sensata opinión de los profesionales en la materia del balón. Será que la clave está en lo de "sensata" en un mundo, éste del fútbol, que admite muchos adjetivos opuestos a éste propuesto por el autor.

¿Por qué algún agitador ningunea que Guardiola esté una semana diciendo que los clásicos no son para golear?

A mí, el clásico me ha dejado dos conclusiones que me gustaría compartir. Una se refiere a los porteros. Ya sé que es mi tema clásico, ya sé que el sábado tuvieron en EL PAÍS doble ración de guardametas, pero el partido del Camp Nou es una muestra excelente de cómo es el trabajo de portero. Por una parte, Casillas se envuelve en su traje de superhéroe para retrasar 83 minutos lo que desde el minuto uno parecía inevitable, que el Barça marcara su primer gol. Vuelos, paradas, salidas in extremis, hasta un penalti parado. Si hay alguien que piensa que en la conversación que manteníamos la pasada semana me permití dar algún consejo mágico al de Móstoles, el detalle del penalti parado les alejará de cualquier sospecha en mi labor de asesor para guardametas en apuros. En la otra portería, Víctor Valdés se pasó muchos minutos de espectador para intervenir poco pero de manera decisiva: tres paradas que valen mantener el 0 a 0 y dejar abierta la puerta de la historia para quien marcara el primer gol azulgrana. Uno desde el trabajo milagroso, el otro desde la concentración máxima, son dos maravillosos ejemplos de lo que es ser grande en la portería.

La otra conclusión tiene que ver con el sudor, el esfuerzo y la actitud. Decía al principio que este partido parece haber dejado a dos equipos vencedores. Al Barça, que incrementa la diferencia con respecto a su clásico rival, ganando siendo respetuoso con su juego y con su trayectoria ante un equipo que le llevó a descubrir sus límites. Por otro lado, a un Madrid que parece rearmado en su autoestima a pesar de caer derrotado. Dicen los cronistas que vieron a un equipo digno, que se dejó la piel sobre el campo, que sudó la camiseta con el carácter que se le supone a un jugador del Madrid. Estoy de acuerdo, plenamente de acuerdo. Tal vez queda alguna duda de si esto puede ser la solución ante otros equipos que le regalen la pelota a los madridistas, pero les doy la razón. Ahora bien, espero que tengan presentes los litros de sudor que los jugadores madridistas dejaron sobre el césped del Camp Nou para evaluar a aquellos equipos que, sabiendo que su potencial es menor que el de su rival, se presentan en el terreno de juego para trabajar a tope, para cerrar todas las líneas de pase, para juntar las líneas y dejar a Robinson Crusoe de único delantero, allí lejos, buscándose la vida como puede. Y trabajan, luchan y sufren hasta la extenuación para que cuando faltan 10 minutos el equipo grande de turno les haga el primer gol, que, además, precede al segundo, y que los dos juntos abren la puerta a la primera pregunta de la rueda de prensa posterior y que puede parecerse a ésta: ¿Usted cree que jugando al antifútbol se puede conseguir algún resultado positivo?

El sudor no entiende del color de la camiseta que se viste.

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