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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un acto político

"Toda obra de teatro bien hecha es un acto político", afirma Kurt Köpler, nuestro protagonista, trasunto de Hendrik Höfgen -protagonista de Mefisto, de Klaus Mann-, personaje inspirado a su vez en Gustaf Gründgens, cuñado del autor, y, como los anteriores, consejero de Estado y director de teatro durante el Tercer Reich, pero en la realidad, claro. Pues eso, Mefisto for ever, el montaje de la compañía Toneelhuis de Amberes sobre la pieza de Tom Lanoye, basada libremente en la novela de Mann, es un acto político por partida doble: por la calidad del montaje y por la vocación deliberadamente política del mismo. Y es que a la idea original de Mann, la del hombre de teatro que no duda en vender su alma al nacionalsocialismo, texto escrito en 1936, Lanoye y Guy Cassiers -director del espectáculo- añaden esa distancia histórica de la que Mann carecía a partir de documentos históricos sobre Gründgens, extractos de las piezas que como actor interpretó y una escena final que viene a ser una réplica de la primera pero unos años después, cuando los comunistas alemanes toman el poder en la Alemania del Este. Hitler, Stalin, etcétera, y el for ever del título. Todo encaja.

MEFISTO FOR EVER.

De Tom Lanoye. Dirección: Guy Cassiers. Intérpretes: Katelijne Damen, Gilda de Bal, Josse de Pauw, Vic de Wachter, Suzanne Grotenhuis, Abke Haring, Dirk Roofthooft, Marc van Eeghem. Dramaturgia: Corien Baart, Edwin Jans. Teatre Lliure, sala Fabià Puigserver. Barcelona, 4 de diciembre.

Y todo está muy imbricado. Teatro dentro del teatro: Lanoye se sirve de fragmentos de Hamlet, Romeo y Julieta, Julio César, Ricardo III y Macbeth -siempre hay un Shakespeare para explicar y reforzar una idea, un sentimiento-, y también El jardín de los cerezos, La gaviota y Tío Vania, de Chéjov, y por supuesto Fausto, de Goethe. Política desde el escenario: Lanoye se sirve también de textos políticos, como el discurso de Goebbels que declama Köpler. Lenguaje audiovisual: imágenes logradísimas a partir de cámaras por todas partes que graban a los intérpretes en directo y se solapan conformando un potente fondo de gran plasticidad. Tan compleja es la dramaturgia como la maquinaria escenográfica. El objetivo de tan ambicioso puzzle es reflexionar sobre el poder del poder y su puesta en escena. Mientras uno hace lo que quiere con los personajes -Lanoye toma de la novela de Mann lo que le interesa y manipula los fragmentos de los clásicos-, el otro dispone a los intérpretes como le parece, gracias a esas imágenes para lograr atrapar al espectador en el magnífico envoltorio visual en el que, además, el vestuario, precioso, desempeña un importante papel. En este sentido, es mucho más atractiva la primera parte que la segunda, más discursiva, cuando, ya con el espectador en el bolsillo, Cassiers y los suyos se adentran en la reflexión.

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