El amigo del todopoderoso Vladímir Putin
Las empresas energéticas rusas miran con interés hacia España: al sur de Europa no llegan aún sus poderosos tentáculos, y, además, el mercado español cobra naturaleza estratégica como trampolín de entrada hacia América Latina. Lukoil, una empresa formalmente privada que en Moscú se contempla como excepción al haber crecido al margen de las intrigas del Kremlin, ve en Repsol esa oportunidad. Como la había visto hace dos años, cuando negoció con la petrolera hispano-argentina un intercambio accionarial y la constitución de una empresa conjunta.
Sus partidarios -e incluso el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en los primeros días del culebrón Lukoil- han sacado a colación que su accionista mayoritario, con un 20% del capital, es la norteamericana ConocoPhillips, y también que el grupo ruso dispone de "miles de estaciones de servicio" en EE UU.
Sus detractores, que no sólo incluyen a un virulento Partido Popular (al menos, el PP de Mariano Rajoy, está por ver el de los más fieles al aznarismo) sino al ex presidente del Gobierno Felipe González o a algunos de sus ex ministros como Miguel Boyer, recuerdan que el presidente de Lukoil, Vagit Alekpérov, tiene otro 20,4%, y que su esfera de influencia supera el 29%. A Alekpérov se le atribuye una relación estrecha con el primer ministro ruso, Vladímir Putin. Lukoil mantiene contratos y proyectos conjuntos con la estatal Gazprom. La sombra de la mafia se proyecta sobre las gestiones del grupo ruso hace cinco años para implantar gasolineras en España.
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