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Columna
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Mártires y desertores

Que alguien quiera dar la vuelta al mundo o atravesar algún océano en barca, velero o en un bote, no es nada nuevo, lo hemos leído cientos de veces. Por eso sorprende que la noticia ocupe la primera página de los periódicos. La pareja sale desde el Club Náutico de Valencia, lo han vendido todo, dejan la familia, y desean iniciar un viaje por todo el mundo durante el resto de sus vidas. Un par de años por el Mediterráneo, luego al Báltico porque "nos va más el frío que el Caribe", atentos, no temen al gélido viento del Norte. Sueñan con quedarse un tiempo en la Patagonia, un sueño que sería una auténtica pesadilla para muchos de nosotros. Pero no importan sus motivaciones personales que, sin duda, son absolutamente respetables. Lo importante es el símbolo en la primera página de un periódico, hoy, ahora, con la que está cayendo. No hace falta saber semiótica para interpretarlo, para descubrir el mensaje de la noticia ante la crisis, el deseo inconfesado del momento actual. Ahí os quedáis, apaga y vámonos, párate mundo que yo me apeo, adiós, buenas noches. Suerte, para más ironía, es el nombre del velero, pero en latín. Es la deserción en estado puro.

Frente a esta noticia siempre aparece la otra, el símbolo complementario. Los estudiantes se encierran en las universidades para protestar por el Plan Bolonia. Estos no se van, se quedan. Es verdad que la Universidad necesita un nuevo modelo, pero si unas instituciones dedicadas a la enseñanza no han sabido explicarlo coherentemente durante casi diez años es que algo falla, ya sea el plan o la institución, da lo mismo. En cualquier caso, los estudiantes se encierran para protestar. No seré yo quien haga apología de estas cosas, pero reconozco que me conmueve verlos en bata a las ocho y media de la mañana, recién levantados, alrededor de las tiendas de campaña como indígenas a la espera de la caballería. Ordenan cuidadosamente el espacio con papeleras y contenedores, alguno hasta lleva un cabezal para el colchón de aire o un microondas para el desayuno. Asoma un mechón de pelo desde un saco de dormir de alguien que descansa beatíficamente con la conciencia tranquila y el deber cumplido, una sensación que sólo recuerdo vagamente. Camino de puntillas a su lado, no puedo evitarlo, y observo que los demás bajan la voz al pasar. Tampoco en este caso hace falta mucha interpretación. Los estudiantes defienden su territorio, se quedan cuando todos los demás ya abandonaron por tierra, mar y aire. Es el martirio en estado puro.

Decía el viejo Toynbee que martirio y deserción son dos formas de escapismo ante una realidad conflictiva. Cuando faltan ideas para enfrentarse a los problemas el alma se divide, decía, y el peritoneo también, añado, porque el tubo digestivo también está en juego en estos momentos. Unos quieren privatizarlo todo para aligerar el barco y otros proponen un capitalismo de Estado para conservar la tienda y el territorio. Pero ya no es una cuestión de economía, ahora es más grave, es un problema de ideas, que no quedan. Necesitamos urgentemente luz, más luz.

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