Maradona conquista las Islas
Argentina gana en Escocia en el estreno como seleccionador del 'mito'
Diego Armando Maradona ha descubierto que hay un lugar en el mundo en el que le quieren casi tanto como en Argentina: Escocia. Los dos históricos goles que marcó el 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca dejaron a Inglaterra fuera del Mundial 86 y convirtieron a Diego en hijo predilecto de los escoceses. Escasos de victorias, Escocia celebra como triunfos propios las derrotas de Inglaterra.
Anoche, en Hampden Park, el debut de Maradona como entrenador de Argentina (0-1 en Escocia, gol de Maxi) estuvo acompañado de un cierto recuerdo de aquellos goles. Uno fue declarado el mejor del siglo hace unos pocos años. El otro le valió para siempre el apelativo de La Mano de Dios. Un gol con la mano que el árbitro nunca vio y que convirtió a Maradona en un héroe en los países de cultura católica y un villano en los de tradición protestante. Salvo en Escocia, donde ese pecado se vio como un pecadillo porque bien está lo que bien acaba.
El astro, aclamado, acabó repartiendo besos y abrazos a sus jugadores
Pero Maradona ya no corre por el césped. Estos días se ha paseado sacando pecho y con la cabeza alta por el hotel de Argentina en Glasgow. No se sabe muy bien la ciencia técnica que se esconde detrás de su nombramiento como entrenador argentino, pero al menos ayer el equipo llegó cantando a Hampden Park, con Diego como director de orquesta, hinchado como un pavo por el interés mediático que ha despertado su presencia en las islas británicas.
Él no decepcionó a los reporteros. Ante la amenaza de que le negara el saludo el número dos del equipo técnico escocés, Terry Butcher, uno de los defensas ingleses que quedaron en evidencia en aquella tarde mexicana de 1986, Diego no se mordió la lengua. "Inglaterra ganó en 1966 con un gol que no llegó a entrar", respondió, separando sus dos manos para dar una idea de la magnitud de aquel error arbitral que él convirtió en algo más que un error: quizás, otra trampa.
Pero anoche la realidad fue más decepcionante que la historia y el fútbol no acabó de estar a la altura del mito en Hampden Park. Y eso que Argentina arrancó con ganas y acierto. Con Messi descansando en Barcelona y el yerno Agüero de regreso a Madrid por complicaciones en el embarazo de Claudia, hija de la Mano de Dios (también el técnico voló anoche a Madrid), Maradona se inclinó por confiar el ataque a Tévez y Lavezzi, arropados en el medio campo por la garra de Mascherano, el bisturí mortal de Maxi, los toques esporádicos de Gutiérrez y el trabajo de Gago.
El partido arrancó con fiesta argentina. Una soberbia internada de Tévez por la derecha culminó a los ocho minutos en un tuya-mía de Gutiérrez y Rodríguez que el atlético convirtió en el primer gol de Argentina con Maradona en el banquillo. Pero los argentinos, en lugar de combatir a la carrera la fina lluvia helada que caía sobre Hampden Park, se limitaron a controlar el partido. A imagen del propio Maradona, agazapado en el banquillo, cubriéndose del frío.
Apenas hubo ocasiones en el resto de la primera tarde. Tévez tiró alto un balón que le retrasó Zanetti tras una preciosa pelota larga de Mascherano. Y McFadden le entregó al portero Carrizo la pelota que le había regalado Demichelis, que se quedó clavado esperando la salida imposible de su portero.
Tras el descanso, el encuentro no ganó en calidad pero subió enteros en tensión competitiva, acompañada de algo de juego sucio. Argentina, que sólo ha ganado uno de sus siete últimos partidos de clasificación para el Mundial de Suráfrica, empezó a defender el gol de ventaja como si fuera un botín precioso. Maradona debutó ganando y repartiendo besos y abrazos a sus jugadores.
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