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Los poemas en prosa de Picasso se publican en español

Corría el año 1935 y, a las puertas de la Guerra Civil, Picasso entró en crisis. Tenía 54 años y estaba pensando en dejar la pintura. Acababa de venir al mundo su hija Maya, fruto de su relación con Marie-Therése Walter, y flirteaba con la fotógrafa surrealista Dora Maar.

En medio de tal cacao sentimental, su esposa Olga Koklova le pedía un divorcio que no obtendría nunca. En esta tesitura vital se encontraba Picasso cuando optó por aparcar los pinceles y centrar sus ansias creativas en la escritura. De esta época y hasta 1959 proceden poemas inclasificables, experimentales, incluso caóticos, que el artista malagueño componía usando indistintamente el francés o el español.

Poemas de rima libre que ahora se publican por primera vez traducidos al español gracias a la editorial Plataforma, que ha reunido 101 composiciones entre los más de 350 poemas que el artista malagueño llegó a escribir en las 172 páginas de las que consta Poesía en prosa, obra que ayer se presentó en la Casa Natal del pintor dentro de la programación del XXI Octubre Picassiano. "Los poemas no son tan conocidos como debieran", indicó José Bermúdez, responsable de la edición, quien añadió que a Picasso le hubiese gustado mucho "pasar a la historia como escritor".

"Su escritura tiene que ver con la digestión de la escritura de vanguardia", apuntó la directora de la Fundación Picasso, Lourdes Moreno, quien resaltó la amistad que el pintor mantuvo con grandes autores de la época como Paul Elouard, Max Jacob, Apollinaire o Max Aub, entre otros muchos. Respetado e incluso admirado por sus compañeros surrealistas como poeta, Picasso señalaba que la poesía era para él un vehículo de expresión que partía del mismo manantial, inagotable, de su pintura.

Su biógrafo, el artista surrealista Roland Penrose, señalaba: "Después de todo, como le gustaba repetir, las artes se reducen a una sola: se puede escribir una pintura con palabras, del mismo modo que es posible pintar sensaciones con un poema". Picasso se consideraba poeta. Así al menos se lo confesó a su íntimo amigo el fotógrafo argentino Roberto Otero en los años 60: "En el fondo soy un poeta que se malogró. ¿No te parece?".

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