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Reportaje:

Un regate al miedo escénico

El psicólogo del Real Unión organizó una visita matinal al Bernabéu para que sus futbolistas perdieran el reverencial temor al estadio

"El Madrid es un gran equipo, pero no es un ejemplo de comunicación". Ronco y resacoso, Iosu Iglesias, central del Real Unión, pide un imposible, un poco de silencio en el autobús que devuelve a Irún a los héroes del Bernabéu. "Sólo Raúl y Míchel animaban: los extranjeros no decían ni mú", confiesa, extrañado. "Tras el 4-2, Raúl se desgañitaba: '¡Un gol nos manda a la puta calle!".

Y llegó el 4-3, y al mejor equipo del siglo XX se lo cargó uno de Segunda B integrado por media docena de futbolistas profesionales, un puñado de trabajadores por cuenta ajena (tornero, encargado de almacén, maestro, instalador de aire...) y una brigada de estudiantes que, por término medio, perciben 1.500 euros al mes, y que cobrarán 1.000 más por haber eliminado al Madrid.

No es más poética la realidad de su técnico, Iñaki Alonso, de 40 años, socio de la asesoría industrial de Eibar en la que trabaja, un tipo que enarbola la bandera del sentido común. Conocido el emparejamiento, no consintió que el destello mediático que irradia el Madrid le cegara, aun a sabiendas de exhibirse en un escaparate impagable. "Nuestro objetivo es la Liga

[lidera el Grupo I de Segunda B], así que decidí que todos los jugadores participasen en la eliminatoria. Sólo les pedí que no me presionaran al decidir quiénes jugaban en Irún y quiénes en Madrid", evoca.

Pero el democrático no fue el único criterio que aplicó Alonso. También abrazó el futbolístico: defendió lejos del área para sacar de su hábitat a Raúl y Saviola y desactivar los cañonazos de Sneijder y Van der Vaart; tapó los pasillos interiores, sabedor de que el ausente Robben es el único extremo que tiene Schuster; y buscó tanto las espaldas de los dos laterales, Marcelo y Salgado, como las costuras de Metzelder, quien sufre cuando acude a sofocar incendios laterales. Pero, ante todo, supo Alonso gestionar el componente psicológico.

Sólo dos de sus jugadores, Berruet y Gurrutxaga, habían jugado antes en el Bernabéu, pero no lo acusó su tropa, que no sólo golpeó primero sino que además le dio la vuelta a la eliminatoria en los cinco minutos finales. "Mi trabajo consiste en que los jugadores tengan el máximo conocimiento de sí mismos y de la situación en todo momento, lo que resulta de gran ayuda a la hora de tomar decisiones", explica Joshe Abando, psicólogo deportivo que antes de trabajar con el Real Unión lo hizo con Alonso a nivel particular, instruyéndole en materia de liderazgo y motivación. "No hay mejor inhibidor del miedo que la cohesión grupal: que los jugadores estén bien avenidos, que su proceso interno de comunicación sea fluido", explica.

Abando sostiene que preparó el partido contra el Madrid como el del próximo domingo ante el Lemona, con una salvedad: el martes por la mañana, tras entrenar en Valdebebas, Alonso y él se llevaron al equipo al Bernabéu. Fue una visita corta, pero no inocente: vieron el museo, las instalaciones, los vestuarios y, ya a ras de césped, su impactante graderío. "Conocer un escenario desconocido ayuda, pero no sólo en el fútbol o en el deporte, también al conferenciante que debe impartir una charla: ver antes el aula le sitúa, le da un marco de referencia, y eso refuerza su seguridad psicológica", explica Abando, y corrobora Alonso. "El futbolista se adapta a la situación futura, se conciencia de que va a volver a estar ahí en unas horas, y cuando regresa lo hace a un entorno que le resulta familiar, que le inspira mayor confianza".

Los jugadores del Real Unión, aplaudidos ayer a su llegada a Irún.
Los jugadores del Real Unión, aplaudidos ayer a su llegada a Irún.JESÚS URIARTE

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