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Reportaje:

La potencia de Michelle

La futura primera dama se labró una carrera brillante desde abajo

Mónica Ceberio Belaza

Llega una mujer con carácter a la Casa Blanca. Michelle Obama, la chica de barrio que logró estudiar en las prestigiosas universidades de Princeton y Harvard; la que reconoció que quizá su sarcasmo no se entendía bien en las entrevistas; la que conmovió a Estados Unidos en la convención demócrata hablando de sus orígenes humildes y de cómo su padre iba a trabajar cada mañana a pesar de su esclerosis múltiple, y la que recorrió el país convenciendo a los votantes de que su marido, Barack, el flamante presidente electo, era la opción adecuada para salvar al país de la crisis económica, ocupará en enero el puesto de primera dama. La primera de raza negra.

Barack Obama es un mulato hijo de un keniano y una blanca de Kansas, pero Michelle es 100% afroamericana, descendiente de los esclavos negros que sufrieron la segregación y la discriminación. Su marido creció en el seno de una familia blanca estadounidense después de una época en Indonesia, pero ella vivió toda su infancia y juventud en el sur de Chicago, en la zona empobrecida y negra de la ciudad. Si Barack ha pasado toda su vida entre dos mundos, Michelle tenía claro el suyo desde la cuna.

Graduada en harvard, ahora tiene que definir qué rol adoptará
Barack pasó su vida entre dos mundos; ella, en la zona negra y pobre de chicago

Por todas estas razones corría el peligro de ser tachada de radical, enfadada o peligrosa, estereotipos contra los que ha luchado a lo largo de toda la carrera presidencial. Salió victoriosa de esos ataques cuidando cada una de sus palabras. Y logró convertirse en un referente de la campaña. Pasó de hablar ante centenares a llenar estadios y escuelas con miles de personas, muchas de las cuales decían estar tan emocionadas con ella como con su marido. Decían que era una mujer "normal", con sus hijas, su trabajo, sus problemas.

Ahora, una vez que Barack Obama ha sido elegido presidente de EE UU, a Michelle, de 44 años, le toca tomar decisiones. Tiene que empezar su propia transición a la Casa Blanca y definir qué clase de primera dama quiere ser. Será sin duda una de las más formadas, graduada en la Facultad de Derecho de Harvard, pero tendrá que pensar hasta dónde quiere llegar en su nuevo puesto. La mujer del presidente en EE UU participa en política en la medida en que ella misma lo busca. Nombra un equipo de asesores con los que va decidiendo cómo desempeñar su función. No hay nada preestablecido salvo algunos actos de protocolo.

Michelle Obama ha dedicado durante la campaña una especial atención a las familias de militares y a los problemas económicos de las mujeres. Su portavoz, Katie McCormick, ha declarado que éstos podrían ser algunos de los asuntos en los que se centre cuando empiece a ejercer el cargo, aunque todavía no hay nada decidido.

Las últimas primeras damas han sido muy distintas. No tuvo nada que ver el activo papel político que desempeñó Hillary Clinton en los años noventa con el papel discreto de Laura Bush, la persona que cederá ahora el testigo a Michelle y que se ha mantenido en un segundo plano durante los ocho años de mandato de su marido. Hillary, que trasladó su oficina al ala oeste de la Casa Blanca como gesto simbólico de poder, ha sido, junto a Eleanor Roosevelt, una de las primeras damas más influyentes. El equipo de campaña de su marido la utilizó para vender la idea de que los Clinton eran "dos por el precio de uno". Ella estaba ya preparando el terreno para dar después el gran salto a la alta política nacional.

Con Laura Bush llegó a la Casa Blanca otro tipo de mujer. La tejana y conservadora Laura, ex bibliotecaria y licenciada en magisterio, centró su labor en obras de caridad, asuntos educativos y cuestiones relacionadas con la salud de las mujeres, pero sin tener un protagonismo excesivo. Sorprendió el liderazgo que asumió en 2007 para exigir que la dictadura de Myanmar acabara con la ola de violencia con la que se quiso aplastar a la oposición democrática y que en un reciente viaje a Asia pidiera a Tailandia que hiciera "lo que tiene que hacer" con Myanmar: "Implantar sanciones y asfixiar económicamente a los generales". Por lo demás, ha sido pura sobriedad. Ni una nota más alta que otra.

Un mundo de distancias raciales, culturales, profesionales y de temperamento separan a Laura Bush de Michelle Obama. La nueva primera dama deja, como hizo en su día Hillary Clinton, una buena carrera para incorporarse a la Casa Blanca. Después de graduarse en Harvard, Michelle trabajó en un importante despacho de abogados de Chicago especializado en propiedad intelectual, donde conoció a su marido. Más tarde se pasó al sector público y al mundo de las organizaciones sociales hasta conseguir su actual trabajo como ejecutiva en el sistema hospitalario.

Durante la campaña ha dicho que no tiene ningún interés en desarrollar una carrera política propia, pero no parece que como primera dama vaya a quedarse en la trastienda. Como primer paso hacia su nueva vida, Laura Bush ya la ha invitado a que conozca, con sus hijas, el nuevo hogar. Empieza la transición.

Michelle Obama, en un mitin el pasado 1 de noviembre.
Michelle Obama, en un mitin el pasado 1 de noviembre.AP
Laura Bush habla por teléfono con Michelle Obama.
Laura Bush habla por teléfono con Michelle Obama.EFE

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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