"Aquí he tenido que aprender lo que cuesta un tutú"
Ángel Corella (Madrid, 1975) desborda optimismo cuando habla de la nueva compañía que está poniendo en pie en Segovia, de la danza, de su familia, de los jóvenes... Irradia un permanente estado de felicidad en una conversación ininterrumpida, como si le hubieran dado cuerda, y eso que aún sufre la descompensación horaria tras volver de Nueva York. Sólo se detiene cada vez que se lleva a la boca algún dulce, que come con hambre pero sin glotonería, tras perder la timidez y rebajar el grado de autodisciplina que le llevó a pedir para desayunar, solamente, un descafeinado con leche desnatada.
A punto de comenzar el ensayo, el artista principal del American Ballet y director del Corella Ballet Castilla y León ha encontrado su paraíso en el real sitio, a los pies del Guadarrama, con un modelo de urbanismo sostenible diseñado por Carlos III. Tanto es así que está empeñado en convertirlo en el Salzburgo de la danza -300 años después de que Farinelli lo hiciera famoso con su canto-, creando una escuela para jóvenes en el antiguo palacio de Santa Cecilia, del siglo XIX.
El bailarín estrella de Nueva York monta entusiasmado su compañía en Segovia
Mira de reojo antes de probar otro cruasán y valorar lo que supone vivir en el lugar de descanso de los primeros Borbones: "Llegas a trabajar mucho más relajado y creativo, lo que no consigues en la gran ciudad; yo tengo un buen apartamento en Nueva York, pero es igual de grande que un armario de mi casa de aquí". Y sonríe, le hace gracia que este municipio de apenas 5.000 habitantes se haya adaptado a la presencia de más de 60 jóvenes bailarines llegados de diferentes países "que andan con los pies abiertos, como patos". "Hay muy buen rollo, todo es positivo. He bailado en todas las compañías del mundo y se termina pegando cierta desgana, pero aquí se parte de cero; hay una motivación bestial". Se hace respetar como director y se deja querer como compañero, dice. A base de ser el primero en el trabajo. "No es un proyecto para mí, aunque lleve mi nombre, ni lo hago por dinero, pero es muy gratificante ver a los chicos con ojos abiertos como platos esperando a que digas algo, crea una energía indescriptible, y eso que he hecho de todo en el mundo de la danza y, en cinco o seis años, me iré retirando, poco a poco". Intenta inculcar valores como la humildad, saber aparcar la fama, o el sentido de la danza como el arte de "unir las almas".
No hay tema que no repase, incluso si tiene que tocar madera para hablar de las lesiones que afectan a los bailarines. Su hermana Carmen se recupera de la rotura de tendones en la rodilla por un salto mal calculado. "Hay que preparar el cuerpo al máximo, porque en el escenario te dejas llevar, entras en éxtasis, no lo sientes ni sabes dónde pones el pie".
Cuando no ha deshecho las maletas, ya tiene en mente su próximo viaje a Brasil, donde protagoniza un Corsario completo, y a Ucrania, pero se trata de convencer de que tiene que estar más tiempo en España, pese a que firmó otra temporada en Nueva York. ¿Cómo lo conseguirá?, pues "yendo y viniendo", pero ahora, además de bailar, acumula la experiencia de saber lo que cuestan un par de zapatillas o los tutús de las bailarinas, "porque he tenido que aprender cosas inimaginables, acostumbrado nada más que a salir a bailar lo que me echaran, un Lago de los cisnes o un Romeo y Julieta".
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