Oración
¿Cómo es posible que la película más profunda y hermosa sobre música que jamás he visto sea asimismo cinematográficamente de una innovación magnética? Me refiero a El silencio antes de Bach (2007), del cineasta catalán Pere Portabella, el cual logra convocar todas las artes, aunque aparentemente el hilo de esta prodigiosa narración visual sean el cine y la música. En realidad, El silencio antes de Bach es la mejor encarnación del viejo mito romántico de la obra de arte total, pero lo más fascinante es que Portabella lo logra porque en absoluto se lo ha propuesto. ¿Cuál ha sido entonces, conjeturo, su intención? La declara en el título, pero no sólo porque, en efecto, la esencia de lo musical, que es el silencio, tuvo un antes y después de Bach, sino porque nos revela que la más abstracta de las artes es inseparable del paisaje, que es, sin duda, un hecho físico, como nos lo demuestra en la filmación de diversos escenarios, Barcelona, Leipzig, Dresde, pero también el curso del río Elba o de una carretera actual. No es, sin embargo, un paisaje estático, sino, siendo la música y el cine artes temporales, un paisaje constantemente recorrido a través de todas las formas de movilidad que conocemos, como, entre otras, la secuencia del joven camionero que toca las Variaciones Goldberg con una armónica, la de la danza de un caballo o la de una veintena de jóvenes intérpretes tocando el cello en un vagón del metro, que es una de las más bellas y emotivas imágenes que he visto. De todas formas, extraer de la música de Bach un paisaje es mostrar asimismo que la naturaleza es y suena simbólicamente también a través de la historia, cuyos ruidos y silencios jamás se apagan con el paso del tiempo. Hacer ver el paisaje de la música, logrando de esta manera una obra de arte total es, en fin, lo que ha logrado Portabella precisamente porque, a diferencia de todos sus predecesores, desde Ph. O. Runge y Wagner hasta la Bauhaus, ha renunciado al romanticismo; esto es: al espectáculo.
Como todo gran artista, Pere Portabella piensa el arte como un oficio y nos lo muestra, pues, "oficiando", como la suma y síntesis de todos los oficios, de todos los oficiantes, de todas las técnicas, de todos los lugares, de todas las historias. Como todo gran artista, Portabella sabe que Bach o el arte en sí son lo que son, cuando lo son, porque lo contienen todo cada vez y en cada pieza, y de una vez para siempre, lo que demuestra que, sin salir de la tierra, la historia del hombre es la historia de su inmortalidad, de su capacidad de recordar, de avanzar pisando las huellas de otros, conocidos o desconocidos. Hay un plano de la película donde vemos a Bach en su escritorio frente a un cartel con la leyenda: "Quien canta, reza dos veces". El silencio antes de Bach es una oración, término de origen latino que significa "discurso" y "luego"; o sea: una oración en la que se inquieren entre sí los vivos y los muertos. Ésta es la ofrenda que el arte nos hace: animarnos a atravesar el paisaje de la vida sin dejar de preguntarnos acerca de su sentido. ¿Y acaso no es ése el supremo y gozoso don de la responsabilidad no dejando fuera ninguna pregunta?
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