El Madrid, ni contra el peor CSKA
El equipo de Plaza suma una nueva derrota, esta vez ante un campeón irreconocible
El Madrid se encontró a la bestia dormida, pero ni así. La bestia es el CSKA, el vigente campeón del torneo, el mejor equipo de Europa, al menos en este siglo, que ayer fue una caricatura de sí mismo, lo que debería haber sido un acicate para este Madrid que aspira, al menos eso dicen sus gobernantes, a salir del agujero. En el agujero sigue. Y eso que la derrota entraba en todos los cálculos. Por varias razones. Porque se enfrentaba el Madrid al ogro europeo, a un CSKA que allá donde va hace sangre (52-86 venció hace unos días al Panionios griego); porque los rusos le habían ganado siete de los últimos ocho enfrentamientos y, sobre todo, porque el Madrid está para sopitas, viniendo como viene de tres derrotas consecutivas, una de ellas, aquella en la que el Cajasol le endosó 116 puntos, sangrante.
Pero ocurrió que el CSKA fue ayer otro, tan pequeño él, un sucedáneo de mal gusto. Jamás el Madrid se encontrará ante una igual, ante un gigante incapaz de anotar más que 58 míseros puntos, con un mísero 46% en tiros de dos, con cinco míseros triples encestados de 27 intentos, que se dice pronto. Era el gran momento blanco, la noche en la que todos los fantasmas debían pasar a mejor vida. Sin embargo, incrédulo quizá por lo que veía, el Madrid se contagió del mal rollo rival y se quedó en unos míseros 54 puntos, con un mísero 41% en tiros de dos, con dos míseros triples encestados de 18 intentos, que se dice pronto. Fue una noche mísera la que protagonizaron los dos equipos más laureados de Europa.
Sólo Felipe Reyes, como es costumbre, mantuvo el tipo en un Madrid que apenas se vio ganador durante el descanso, al que llegó con un esperanzador, y ridículo, 28-23. Pero bastó que Siskauskas tuviera un momento dulce, y que el CSKA rozara el acelerador, para que la ventaja blanca se esfumara, lo que no impidió que se llegara a un final igualado en el que el Madrid se mostró como acostumbra: como un equipo rígido, con la imaginación de un ladrillo y asustado. Pero ello no quita para que sus gobernantes mantengan la fe en el proyecto, pese a que, demostrado está, el proyecto invite al pésame.
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