"Los porteros somos cada día más jugadores de campo"
Los fastos en la madrileña plaza de Colón por la Eurocopa ganada encumbraron a Pepe Reina (Madrid, 26 años) como uno de los líderes de la selección española. "Defendí la continuidad de Luis Aragonés, aunque fuera el suplente de Casillas, porque mi padre [portero internacional del Córdoba, el Barcelona y el Atlético] me inculcó comportarme con responsabilidad", dice. El guardameta del Liverpool, gran animador, micrófono en mano, de La Roja, regresa hoy a un escenario "familiar", el estadio Calderón, que "de pequeñito" soñó recorrer como extremo derecho.
Pregunta. ¿Siente lástima por Leo Franco o Coupet?
Respuesta. La peculiaridad del puesto, esa soledad atroz durante los 90 minutos, hace que estemos muy pendientes los unos de los otros. Por eso las carantoñas especiales sólo se dan entre porteros, por eso nos quedamos siempre a hablar al final de los partidos... Aunque no nos conozcamos, tenemos esa comunión, esa complicidad y ese respeto. Eso pocas veces pasa en el caso de los jugadores de campo. Ahora bien, no comparto la alternancia en la meta del Atlético. El portero es un especialista y se le tiene que tratar como tal. Si [Javier] Aguirre cree que va a salir beneficiado, es respetable. Pero eso ocurre en pocos casos. Lo que tienes que encontrar es la seguridad, un portero que juegue con relativa frecuencia y que los cambios sean los menos posibles.
"Nos aplicamos tácticamente. Que nadie espere un partido loco"
P. Usted es reserva en la selección española.
R. Me beneficie o no, yo me quedo con el titular de toda la vida, que, al final, coge los automatismos del equipo; que sabe hacer funcionar a los defensas porque tiene mejor comunicación con ellos y les basta una mirada para entenderse... Es más fácil llegar a eso que cambiando al portero cada dos semanas. En cuanto a la selección, cada uno debe ser muy consecuente con su papel. Hay que asumirlo con tranquilidad porque, a fin de cuentas, somos unos privilegiados. Tanto si se juega como si no.
P. ¿Es espontánea su filosofía?
R. La humildad abre más puertas de las que cierra y, como tal, la aplico en todos los aspectos de la vida, no sólo en el fútbol. Me sale natural, Quizá, por la educación que he tenido. Primero, me hicieron persona; luego, profesional. No sé si soy un romántico, pero moriré sin renunciar a mis ideas.
P. ¿Eso se lo enseñó su padre, Miguel Reina?
R. También mi abuelo, que no era portero, pero cocinaba un rabo de toro famoso en toda Barcelona. Llegó un momento en que sus consejos dejaron de ser deportivos y empezaron a ser personales. Nada de "tírate así o asá", sino que los compañeros me recuerden como un amigo y no como el portero. Hay que ser lo más sencillo posible.
P. Se enfrenta al Atlético en el Calderón. Su padre jugó en este equipo entre 1973 y 1980.
R. Soy un profesional y quiero ganar aquí y en Anfield, pero es como si volviese a mis raíces. La sensación es especial, como si rebobinase algunos momentos importantes en la historia de mi familia. ¡A quién se le va a olvidar el gol de Schwarzenbeck en la final de la Copa de Europa de 1974 contra el Bayern Múnich! Anda que no me lo ha contado mi padre infinidad de veces... Dice que los tres goles por los que la gente todavía se acuerda de él con cariño son el que se hizo en propia puerta ante Holanda (3-2 en Ámsterdam) con Violeta de por medio, el de espuela de Cruyff y el de Schwarzenbeck. En su mérito hay que decir que en el fútbol la suerte está buscada y trabajada. El pepinazo que pegó el amigo... A mí también me gustaría encajarlos.
P. Suena masoquista.
R. El fútbol son goles. A eso se reduce el espectáculo. El portero es el diferente dentro del campo, el tío raro, y lo normal es querer sentirse el protagonista marcándole un gol... Ocurre que, cuando ya tuve un poco más de uso de razón, vi que respondía mejor bajo los palos. Tomé conciencia y me dije: "Tienes que ser como Zubizarreta". Es mi referente y un icono mundial. Lo que ha sido para el Barcelona, ocho años al pie del cañón en el Camp Nou... Pocos porteros tienen la suerte de decirlo. Luego, con el cambio de las reglas en favor del juego con los pies, me fijé en Molina. ¡Aunque calce un 45! Los porteros nos tenemos que sentir cada día más jugadores de campo. Adaptarse es fácil.
P. ¿Eso lo aprendió en Anfield?
R. No. Desde que me fui a La Masía, con 13 años. Eso me ayudó a madurar, a formarme primero como persona y luego como futbolista. También es cierto que el Liverpool está muy arraigado a sus costumbres, a unas tradiciones de humildad con las que coincido. Sus seguidores son trabajadores que muchas veces valoran más el compromiso que la calidad. Cuando llegas al club y lees This is Anfield... ¡Vaya! Aunque cuando era un novato no me tocó limpiar con linimento las botas de los compañeros, aquella tradición que trajo Bill Shankly... Tampoco me habría importado.
P. Habla de pasión cuando los equipos de Rafa Benítez tienen fama de actuar como robots.
R. Digamos que nos aplicamos tácticamente. Dudo de que presenciemos un partido de ida y vuelta, de los que le gustan al Atlético. Que nadie espere un partido loco. Podría pasar si nos marcasen pronto, al revés de lo que les ha pasado, pero no lo creo. Agüero, solo, no puede hacer nada. Es el bloque el que gana.
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