Tras el debate... el concierto

Anoche las voces de dos leyendas vivas de la música estadounidense, Bruce Springsteen y Billy Joel, se abrazaron por primera vez en su historia sobre el escenario del Hammerstein Ballroom de Nueva York. ¿El motivo de este insólito matrimonio sonoro? El que une a la mayoría de los músicos estadounidenses: apoyar a Barack Obama.

Pese a que los precios oscilaban entre los 400 euros y los 7.000, hace días que este antiguo teatro neoyorquino, con capacidad para 3.500 personas, había colgado el cartel de "no hay entradas". Y es que, además del aliciente de ver juntos a estos dos grandes de la música y a más de un invitado sorpresa, al cierre de esta edición también se esperaba que Obama acudiera al encuentro de sus muchos fans neoyorquinos haciendo su aparición estelar junto a Springsteen y Joel.

En las elecciones estadounidenses, la música siempre es una de las armas esgrimidas por los candidatos demócratas, que cada cuatro años ven cómo el grueso del establishment cultural de su país se vuelca en su favor. Los republicanos, en cambio, lo tienen mucho más crudo, ya que cuando tratan de apropiarse de temas populares, como acaba de ocurrir con Who says you can't go home, de Bon Jovi, se llevan amargas sorpresas: ese artista, que recientemente organizó una cena en su casa para recaudar fondos para Obama a 22.000 euros el cubierto, ha emitido un comunicado pidiéndole a John McCain y Sarah Palin que no utilicen su música en sus mítines. Heart, Foo Fighters y Van Halen, entre otros, también se han quejado de que la campaña republicana haga uso de sus creaciones.

En cambio, Obama no ha tenido ningún problema para ponerle hilo musical a su año electoral. A excepción de los músicos de country, todos han declarado su devoción y apoyo al candidato demócrata. Los raperos, por afinidades raciales, se han volcado con Obama y hasta le han compuesto canciones, como la celebrada Yes we can, de will.i.am.