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Columna
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In-out

Todos importamos y exportamos. Desde una ameba hasta el más complicado sistema financiero. El más elemental de los bichos (como algunos seres humanos) es un tubo por el que entra alimento por un extremo y por el otro sale excremento que, a su vez, es aprovechado como alimento por otros bichos. De los beneficios que se saquen de esta transacción depende el grado de sofisticación del animalillo. Puede que Galicia no sea el sitio más sofisticado del mundo (siempre está Saint Tropez), pero importa y exporta como cualquier ser vivo. A veces exporta lo que le sobra y a veces exporta lo que le falta. Otras veces importa lo que le falta y luego importa lo que le sobra. Es una curiosidad biológica. Solía sobrarnos leche y la exportábamos. Ahora la que producimos no nos llega y tenemos que importarla. Y, como no tenemos petróleo, tenemos que importarlo. Lo que no es óbice, cortapisa ni valladar para que, a pesar de tan lamentable carencia, a veces exportemos petróleo a otras costas en forma de chapapote. Lo hacemos gratis, así que no sé de qué se quejan. Galicia es una ameba extraterrestre.

Está comprobado que el volumen de la bolsa de la basura es mayor que el de la bolsa de la compra

Los seres vivos están vivos gracias a la importación y la exportación. Incluso los sistemas que no están vivos: un átomo exporta un electrón que es recogido por otro átomo y se forma una molécula (o algo parecido). Hacen un buen negocio. Cualquier sistema consiste en eso: en hacer negocio. Yo te quito y yo te doy. Cuando te quito más de lo que te doy, te cabreas porque crees que te estoy robando. A lo mejor tienes razón, pero es que la vida es así. Occidente importa lo que le da la gana del Tercer Mundo y exporta armas para que estén entretenidos. Tampoco es como para enfadarse. Vamos a sus caladeros a pescar con nuestros barcos y ellos nos asaltan con fusiles y lanchas que les hemos vendido antes.

En estos últimos tiempos, hasta les da por asaltar barcos llenos de tanques rusos. Pretenden quedárselos a cambio de nada. Tampoco parece que les vayan a servir de mucho porque un tanque ruso no debe ser fácil de manejar. Pero las armas están por todas partes. En los supermercados gallegos hay muchos peces pero no todo es pescado gallego. A veces aparecen percas de Tanzania que ocultan el tráfico de armas en África y la degradación moral y social alrededor del Lago Victoria (ver La pesadilla de Darwin de Hubert Sauper, 2004). Da como algo porque lo que son peces, aquí sobran: hay besugos, merluzos y todo tipo de moluscos. Estos últimos también hacen su negocio con la importación y la exportación: las vieiras importan todo lo que las rodea y nos lo devuelven en forma de amnesia para que olvidemos lo que hemos pagado por ellas. Es proverbial la modestia de la vieira: no quiere que nadie recuerde lo cara que es.

Los hogares gallegos también son sistemas. Importamos de todo porque pocos hogares son autosuficientes: cereales para el desayuno, muebles que hay que montar, pilas alcalinas, marcos para las fotos de familia, pimientos de Padrón recién llegados de Murcia, video-juegos manga, pañales para niños y grandes, alargadores de pene, whisky escocés recién llegado de Segovia, rotuladores indelebles, colecciones de quiosco... Luego exportamos los envases, los envoltorios y los productos desechables en grandes cantidades. Tan grandes, tan grandes que, a veces, se hunden los vertederos. Aquí es donde nuestro sistema de importación y exportación doméstico falla. Está científicamente comprobado que el volumen de la bolsa de la basura es mayor que el de la bolsa de la compra. Si es así, ¿por qué el negocio es tan ruinoso? Con la información pasa al revés: importamos mucha y exportamos poca. Es una cuestión de proporciones: los continentes son mayores que los contenidos (A Cidade da Cultura, por ejemplo) y viceversa (como nuestras barrigas después de una buena papatoria).

Galicia, la Madre Tierra, Pacha Mama, nos piden una parte de lo que le quitamos cada día. Que esperen un poco: cuando consigamos envasar la retranca y la morriña, se lo devolveremos todo con creces y aún quedará un buen excedente para la exportación.

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